Capítulo 10: Una mujer en la ignorancia tiene que escuchar

1300 Words
14 días después Como Gabriel me prometió no tuve nada que ver en las próximas dos semanas con los tres nuevos ingresos. A excepción de Julia, ella fue la primera seleccionada, su propuesta era una que quería rivalizar con CouchSurfing por lo que la imagen era primordial en esta clase de mercados. El otro nuevo ingreso se llamaba Santiago y su propuesta era la de una nueva red social, se asemejaba a i********:, yo tenía dudas pero ese era el favorito de Gabriela. Entonces al final habíamos quedado prácticamente divididos en apadrinamientos. Gabriela con Santiago; Julia conmigo y Gabriel con mi némesis Noah. No le había visto, no había escuchado de él, trabajaba en un piso debajo del mío, con un horario diferente al mío, por lo que no teníamos que chocarnos. Eso me permitió descansar mi conciencia. Yo no sabía que él era casado, al enterarme hice una clara línea divisora. Y estaba tratando de superar su recuerdo. Sabía que había dicho que descansaría pero no sabía hasta cuál punto me convino lo de perder la virginidad. Antes me bastaba con mis manos o mis juguetes, y ahora necesitaba estar con un hombre con desesperación. Mi primera opción era un evidente no con anillo de matrimonio en la mano y la segunda, Alfonzo, que me escribió en varias oportunidades para vernos, que no podía olvidarme, tampoco era un sí. ¿Por qué? Porque estar con él, era estar con una copia de Noah, y se suponía que debía alejarme de su idea. En cambio decidí aceptar una cita con un amigo de Gabriel. Iría al salir de la oficina, en la que me encontraba finalizando un presupuesto, me había vestido para la ocasión. Parecía una ejecutiva sexy vestida de rojo con este vestido ajustado, si me quitaba la chaqueta blanca, mis hombros descubiertos y los aretes que llevaba me hacían ver como alguien que quería sexo. Probablemente. Había despertado a un monstruo dentro de mí. Oigo un estruendo en la puerta de mi oficina y cuando alzo la vista, la responsable es Julia, dejo caer algunas carpetas y es un desastre con el café que también se le derramo. Me levanto para intentar ayudarla pero se me adelanta un hombre amable, que emboba a una Julia que hace unos segundos estaba a punto de llorar. Como no podía ser de otra forma, se trataba de Noah. Mientras Noah ayudaba como podía a Julia, decidí que no tenía nada que hacer ahí. Por lo que me devolví a mi asiento a intentar terminar el presupuesto, pero el espectáculo frente de mí era vomitivo. Julia trataba de salvar sus papeles con Noah consolándole, no era difícil ver que Julia gustaba de Noah. Ahora que veía a varias empleadas cuchichear ofreciendo ayuda o saludos a Noah, percibía que todos amaban a Noah. ¿Pero cómo no hacerlo? Se notaba que era gentil, sabía que era brillante, era atractivo y la bendita argolla en la mano seguía brillando. Puede que ya más de una hubiese caído, pero Olivia Sánchez no, porque yo sí sabía lo que había detrás de las amantes, hijos resentidos como yo. Parece que Julia ya se ha dignado a dejar de coquetear con Noah y se percata de que estoy en mi oficina. ─   Perdón por el desastre Olivia – dice apenada Julia. ─   Un accidente le ocurre a cualquiera. ¿Podrías llamar para que alguien limpie el café en el suelo por favor? – menciono enfocada en mi computadora. ─   Sí de inmediato, ya vuelvo – puedo ver de reojo como ella se va corriendo. Podría estar tranquila porque el infiel de Noah seguiría a la caza de aventuras detrás de una tonta Julia. Pero en cambio toma la decisión de entrar en mi oficina, cerrar la puerta y quedarse allí parado frente a mí con los puños cerrados y algo de vergüenza. No me queda de otra que observarle con mi máscara de indiferencia, pero mi mirada desciende de su bello rostro a su mano izquierda. ─   Debí decírtelo antes de que llegase tan lejos pero… – habla con tristeza y arrepentimiento – ¿qué esperas al ver a tu primer amor? ¿En especial en un momento tan difícil como ese? Yo me quedo en silencio ¿de qué habla? ─   Nunca te lo dije pero… cuando jugábamos en el recreo juntos a las cartas o cuando nos consolábamos porque nadie nos escogía para los trabajos de equipo, yo tuve un enamoramiento muy inocente contigo – se está rascando la cabeza con una sonrisa apenada pero encantadora. Podría ser muy bonito todo, pero yo no recuerdo a este hombre de ninguna parte. Menos del colegio como dice. ¿Será que me confunde con otra persona? ¿O que está loco? Pero yo sé que no puede ser lo último, su mirada es sincera y mi corazón se estruja al tener que decirle la verdad. ─   Ah… lo siento pero yo no te recuerdo de nada – trato de no sonar ofensiva – No quería ser ruda contigo por lo que no te contradije en la entrevista, pero ahora que estamos a solas, te lo puedo aclarar. El rostro de Noah hace una mueca rara como si le hubiese bofeteado, creo que se esperaba de todo menos lo que yo le dije. ─   ¿Cuándo me viste, no me reconociste? ¿No fue por eso que paso lo que paso? ─   Solo quería sexo casual con un desconocido – digo en un suspiro. ─   ¿Sexo casual para perder la virginidad? – contesta confundido y yo me coloco en alerta. ─   Era una broma. Me había llegado el periodo, fue todo – comento con tranquilidad. ─   No quiero sonar como un patán pero… estabas – busca una forma de decirlo sin apenarse – muy apretada. “Apretada”, solo esa palabra basta para calentarme. Porque recuerdo lo que hicimos, el placer que medio, el dolor que me dio, y el éxtasis que me dio, pero todos esos sentimientos se desvanecen al ver el anillo otra vez. Él se percata y tiene una respuesta. ─   Nunca me dirás la verdad de lo que pensabas esa noche por el anillo ¿no? ─   Si somos objetivos, que tu estés casado es lo único importante aquí. ─   No es lo que piensas Olivia. No estoy casado, casado ¿sí? – trata de explicarse – estamos divorciándonos desde hace cinco meses. Pero no quiere dármelo, es una pesadilla. ─   ¿Y por qué llevas una argolla matrimonial si están tan mal? ─   Porque mi abogado me sugirió que no me la quitase, teníamos un acuerdo prematrimonial en donde el primer infiel se quedaría sin nada y… ─   Tú tratas de que ella acepte la infidelidad, y el matrimonio, matrimonio siga sin divorcios – contesto en una sonrisa mala. ─   No, claro que no, yo la voy a dejar pase lo que pase – dice con firmeza. ─   Sí, así dicen todos los hombres casados a las mujeres que se quieren llevar a la cama. Noah traga con dolor y quiere acercarse a mí a darme explicaciones que no me corresponden, pero por suerte Julia llega con el empleado de limpieza. Yo me excuso, sin ver a Noah y me dirijo al baño. Al hacerlo me siento en el inodoro con la tapa baja y comienzo a jugar con mis manos en ansiedad, las lágrimas se acumulan en mis ojos, y las secos como puedo. Y no comprendo, no comprendo por qué un hombre con el que tuve una aventura de una noche despierta esta tristeza en mí. Supongo que es lo que ocurre cuando llegas a los 30 y apenas estás abriendo tu corazón a los hombres. Muy sensible Olivia, demasiado para tu propio bien.
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