Capítulo 4: Una mujer virgen no debería avergonzarse de serlo

2408 Words
La agencia en la que Alba tenía s*********n, sí, s*********n que mi hermana ya tenía paga por alguna razón. Razón que me decía la conduciría a terapia en unos años, era eficiente. El mismo sábado ella hizo el contacto, pagó en Bitcoins… Bitcoins… para la garantía de la confidencialidad absoluta de sus clientes, envió fotos mías y concreto el sitio del encuentro. Un buen hotel en la ciudad con un buen bar, en donde me sentaría en la barra vestida de rojo para ser abarcada por “sorpresa” por mi … desvirgador. Un poco patético decirlo pero más patética era yo con el esmero del domingo por la tarde arreglándome para verle. Una vez mamá y Tata se fueron a su casa, me depile por completo, seque mi cabello, humecte mi cuerpo, me bañe en el perfume más caro que tenía, y me coloque el vestido rojo de seda más sensual que tenía. Me llegaba hasta por debajo de las rodillas, y era de tiros, no tenía un escote pronunciado pero lo que lo hacía tan sensual era su espalda. Era descubierta por completo, hasta casi llegar a la línea de mi trasero. Por lo que no llevaba sostén. Mi decisión de no llevar sostén iba más allá al hecho de resultar provocativa, lo hacía al de la practicidad. Mientras menos ropa encima, más fácil acabar con el encargo. La tanga pequeña que tenía, y mis tacones sin tiras, eran otros complementos adecuados. Estaría desnuda en lo que canta un gallo, y dejaría de ser virgen en lo que cantaba otro. Después de una llamada de ánimo de Alba, ocupada arreglando su nuevo departamento, y una visita al autoservicio de una farmacia para la compra de condones. Estaba camino al bar del hotel. Y al llegar me ubique en el puesto que me dijo Alba. Uno en la esquina izquierda, colocando mi bolso al lado izquierdo, el último de la barra, y reservado para mi… devir… no puedo llamarlo así, diré gigolo. No mejor, sugar baby. Patético. ¿Cuántos años tendrá siquiera? Aprovecho para pedir un whisky, que necesito, y bebo casi de un solo empujón. También estoy sacando el celular para escribirle a Alba, porque si me envió a un niño de 18 juro que la arrastraré por los cabellos con- ─   Olivia… Volteó hacia la izquierda, y en ese lado, tal cual me dijo Alba que se colocaría, está un hombre muy atractivo, el más guapo del sitio colmado por hombres. Alto, con un tentador cuerpo, cabello n***o, y ojos creo que marrón, no se ven muy bien con el tono oscuro del bar. Lleva una chaqueta de cuero y una camisa blanca. ─   ¿Me puedo sentar a tu lado? – me pregunta mi desvirga- digo mi nuevo amigo y retiro la cartera colocándola en la barra. Él se sienta y gracias a Dios no tiene 18, parece de mi edad. Me sonríe con algo de timidez. ─   Estás tan hermosa como en las fotos. Soy una jefa, por lo que he aprendido a controlar estas situaciones o eso creo. Recuerda que esto no es un ligue normal, es un ligue pautado, diga lo que digas, él te llevará a la cama. ─   Mejor me veo sin el vestido – le contesto roncamente como si fuese la más experimentada del mundo. El hombre tose un poco y … se sonroja… ¿o no? No veo mucho, está oscuro. ─   No es que tenga oportunidad de hacerlo, es cruel de tu parte mencionarlo – me responde coquetamente. ─   ¿Y quién dice que no? ¿quieres subir a la habitación que tengo? Rápido, no quiero coqueteos, no quiero tiempo para arrepentirme. Quiero hacerlo de una vez por todas. Pero el hombre traga como si estuviese en una duda interna. ─   ¿No tienes la suficiente experiencia? ¿Es eso? – cuestiono mientras el bartender me trae otro trago que no recuerdo haber pedido. Yo lo bebo. Supongo que el de los rodeos no seré yo, sino él. ─   Tengo mucha experiencia. Es solo que ¿mejor no es hablar un poco? – ríe nervioso – a mis clientas les gusta hablar un poco, sobre física o la bolsa de valores antes de ir a la habitación. Yo no puedo evitarlo pero me rio con él, y bebo un poco más del trago. Él parece más suelto al igual que yo. ─   No tengo ganas de hablar. Sino de otras cosas más simples. ─    ¿Cosas cómo cuáles? – dice comenzando a acariciar mi pierna con lentitud y delicia. Las caricias provocan una reacción natural en el cuerpo de esta mujer, que es más notoria con mi falta de sostén. Mis pezones se endurecen y son fáciles de ver a través de la seda. El hombre se los queda mirando con hambre. ─   Ya sabes – me acerco a su oído y susurro – que me cojas sin descanso por las siguientes tres horas que te pague. Y como si fuera la frase clave para irnos a la habitación, se sacó un billete del bolsillo, la dejó en la barra por las bebidas. Me tomó de la mano y el liderazgo para subir por el ascensor. Al cerrar las puertas de este, busco mis labios con ferocidad y yo le correspondí con la misma. Creía que esto se sentiría sucio o incorrecto, pero es delicioso. La forma en la que su lengua envuelve a la mía, y la forma en la que toma mis nalgas y las pega a su erección, es sublime. Seguido de un gemido entrecortado de mis labios, se dirige a besar y chupar mi cuello y allí pierdo un poco la razón. El ascensor está a punto de abrirse pero no le pido que pare, y cuando abre por fortuna no hay moros en la costa. ─   ¿Cuál habitación? Me pregunta entre besos conduciéndome fuera del ascensor. Pero no puedo razonar mucho que digamos. No es que me haya paralizado como temía, es lo contrario, mi cuerpo no puede parar de actuar. Como si todas las hormonas acumuladas estuviesen estallando, lo azoto en contra de la pared besándolo, y comienzo a desabrochar su pantalón en pleno pasillo desértico de habitaciones. Los besos no han parado, y una vez he podido abrir lo suficiente los pantalones, ingresos mi mano para acariciar su m*****o erecto. Él gime un poco, hasta que reanudo los besos y encierro su pene en mi mano. Yo no la muevo, pero él sí mueve sus caderas. El hacerlo en este pasillo es tan excitante, su pene es tan cálido y suave que estoy a punto de alzarme el vestido para sentirlo donde debería estar encajando, pero los sonidos de unas ruedas chirriando nos interrumpen. Por lo que el hombre me toma por la cintura y nos escondemos entre risas en una de las paredes del pasillo. Desde nuestro escondite podemos ver que es una mujer de limpieza con un carrito, que ingresa en una de las habitaciones. Dejó la puerta abierta y el carrito en el pasillo, por lo que puede que vea a quien pasé por allí. ─   Creo que es tiempo de encontrar la habita – dice en buen humor el hombre cerrándose los pantalones pero yo lo detengo. ─   Hagamos una apuesta. La habitación es la 108, hay que llegar al final del pasillo por medio de la mujer limpiando en esa habitación. Si lo haces con el pantalón así, te dejaré hacer lo que quieras. Un deseo. Y si no, me cumplirás un deseo a mí. Siempre he sido competitiva y me gustan las apuestas, puede que yo le estuviese pagando pero me gustaba esta sensación de darle algo de poder. Creía que iba a desistir pero sonrió, sostuvo mi mano y salíamos corriendo entre risas hasta el extremo del pasillo. Al llegar a la habitación con rapidez saque la llave de la cartera, y entramos con toda velocidad antes de que la señora se asomase a ver quién estaba corriendo a esas horas. Al momento de cerrar la puerta y prender las luces, estaba cansada, riéndome y sin aire, y el hombre también compartía todas esas características conmigo. Nos quedamos mirando en una sonrisa, y como si todo fuese natural, con luz se veían más guapo cabe destacar, me tomo entre sus brazos, me cargo y me acostó en la gran cama de la habitación. Él se quita la chaqueta después la camisa y eso me permite ver su contorneado abdomen. Conmigo debajo y el arriba a horcadas, ya no había vuelta atrás. Y más lo noto cuando desciende a mí, entre besos y comienza a pellizcar mis pezones a través de la tela. Quizás debí usar un maldito sostén y no iría tan rápido. Pero de qué serviría si me descuide un micro segundo y ya se había desecho de sus pantalones, por lo que lo podía ver en todo su esplendor. Un esplendor ciertamente excitante pero… ─   ¡Espera! – grito con el hombre deteniéndose confundido. Yo aprovecho para salirme de debajo de él. Medio acomodar mi vestido y él extrañado se sienta en la cama completamente desnudo y con su pene despierto. Muy despierto. Me lo quedo mirando con horror. El porno me había ayudado a identificar los p***s grandes de los pequeños, de los medianos, y ese no era ni pequeño, ni mediano, o no sé si era una ilusión óptica por mis nervios. Todo se cayó a mi alrededor, y el pánico me invadió. Yo no podía hacer eso. Algo era masturbarlo con mi mano y otra con mi… mi v****a. Me levanto como una completa loca colocándome los zapatos que había volado sin saber cómo. ─   He recordado que tengo otras cosas que hacer. Por lo que será para la próxima. Quédate con tu p**o. Intento irme pero él me dice algo que me hace detenerme. ─   No sabía que no cumplías con tu palabra Olivia – me volteo a verle y ahora está sentado en la orilla de la cama con los brazos cruzados, una sonrisa confiada y su tentador pene llamándome – dijiste que me darías lo que quisiera. ─   Y… qué… quieres… – digo tragando con nervios. ─   Mmmm tus labios saben muy bien. ¿No los puedes usar aquí? – lo dice mirando hacia abajo a su m*****o. ¿Quiere que le haga una mamada? ¿Quién se cree este tipo? Pero… una apuesta es una apuesta… como esa que le dije a mis acosadores que haría al bajar de peso, o como esa que me dije al hacerme mis tatuajes. Camino hacia él, me arrodillo entre sus piernas, y trago en nervios, no debe ser tan complicado, es solo chupar. Por lo que abro mi boca y comienzo con la felación. Sobre las felaciones había oído opiniones encontradas, algunas amigas decían que eran una delicia, a otras les daba asco, pero esto no se sentía mal. No tenía nauseas, no era desagradable, y los gruñidos que salían de la boca del hombre eran tan extasiantes que me olvide del intento de huida. Cuando tuve que parar para tomar aire me sostuvo con suavidad por lo brazos, me acostó en la cama, subió mi vestido un poco, me quito la tanga y abrió mis piernas para sumergirse en ellas. El sexo oral era una maravilla, darlo y recibirlo, no sabía qué era mejor. La forma en la que su lengua jugaba con mis labios, con mi clítoris, cómo su dedo intentaba entrar en… ─   ¡Espera! – grito como la otra vez alejándome de él. Él no está sorprendido, sino divertido esta vez. ─   ¿Qué pasó ahora Olivia? – me reta gateando en la cama hasta donde estoy. ¿Por qué huele tan bien? ─   Este… yo debo decirte algo… ─   Adelante – me dice pero está tomando mi tobillo y llenándolo de besos con delicadeza. Definitivamente, este hombre sí tienen experiencia en esto. ─   Bueno… yo… como decirlo… soy virgen. Al momento de mencionar eso, él se detiene y me mira con una sonrisa contenida. ─   Vale. Quiere continuar como si nada pero yo le contengo. ─   ¿No te importa eso? ¿No cambio esto? – pregunto como la clienta más estúpida que este hombre debió tener en su vida. ─   No cambia en nada, porque no es cierto. Una virgen no actuaría como tú lo haces. Eres una experta – ahora me acuesta en la cama y me quiere quitar el vestido pero hago un movimiento para llegar al interruptor de la luz cerca de la cama que él bloquea – ¿por qué apagaríamos la luz si eres tan hermosa? ¿Hermosa? ─   ¿Tan perfecta? – me derrite quitándome el vestido por completo y admirando mi cuerpo – Tan dulce, tan divertida, tan hipnotizante. Y tras cada palabra tersa, cada caricia, cada mirada de admiración, yo voy cediendo. Entre besos y gemidos, él introduce primero un dedo dentro de mí, no hay problema con uno, yo me masturbo con uno. Pero cuando introduce el segundo, la diferencia es notoria, me tenso pero él vuelve a aflojarme con palabras cariñosas a mis oídos. Ya entiendo por qué la gente se enloquece por el sexo, esto es el paraíso. Cuando llega el momento esperando, me pregunta por un condón, le señalo mi cartera. Y lo puedo ver colocándoselo con algo de torpeza una vez encontrado, sin dejar de llenarme de besos. Entonces siento como por fin va penetrándome poco a poco. Me duele algo pero es soportable porque voy descubriendo que tenía un sitio que no conocía en el cuerpo que tanto odie.  El cuerpo que tanto odie, y que me estaba dando esta clase de placer, que le estaba dando esta clase de placer a este hombre. Él me mira en sorpresa y éxtasis, creo que no se creía eso de que era virgen, era virgen. Aparentemente pudo notar que no le mentía, pero su rostro cambia ahora a uno de preocupación. ─   ¿Estás bien? ¿Te hice daño? Lo dice tocando mi cara con un gesto de amor que nadie me había dado, entonces yo no puedo evitar llorar. ─   ¿Quieres que pare- Pero lo beso callándolo, y una vez adaptada a su tamaño, podemos terminar de hacer el amor en un placer indescriptible para mí. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD