Hoy es el día de mi boda. Mi abuelo insistió en que pasara la noche en su casa para que todos pudiéramos ir juntos a la iglesia como una gran familia. Anoche, incluso hizo que mis primos y tíos también se quedaran a dormir para compartir un momento familiar. Hacía mucho tiempo que no convivía así con ellos y, sinceramente, no me agradó. Nuestra relación es cordial pero distante, y yo ya me había acostumbrado a eso. Sin embargo, mi primo Sebastián intentó acercarse y entablar conversación como si fuéramos amigos íntimos.
Sus miradas fueron tan intensas y burlonas que me hizo preguntarme si sabía algo. Solo mi círculo más cercano tiene conocimiento de lo que ocurrió con Juliana. Algunas preguntas de Sebastián eran tan específicas que activaron todas mis alarmas. ¿Quién, en su sano juicio, pregunta cuántos días llevo sin hablar con mi prometida? Noté que en la mano derecha de Sebastián llevaba un anillo, así que cuando tenga tiempo y el video haya sido revisado, espero poder ampliar la imagen para ver con más detalle ese anillo y aclarar mis sospechas.
Sebastián no es precisamente el hombre más astuto, por eso el abuelo no lo consideró para dejarle el mando, a pesar de que me lleva dos años de ventaja. Levanté mi copa y brindé con todos, sonriendo ampliamente, ya que no puedo evitar imaginar la expresión que pondrá Sebastián cuando vea que realmente me caso. La mujer que me esperará en el altar no es la belleza deslumbrante y famosa que todos conocen, y eso sin duda generará rumores, pero sabré cómo manejar la situación.
Ahora estoy bajo la protección del equipo de seguridad de mi abuelo, así que Roberto se está ocupando de que Isabella llegue a la iglesia unos minutos después de mi entrada. Debo admitir que la iglesia quedó preciosa, así que eso es mérito de Juliana. Estoy de pie en el lugar donde el novio siempre espera, y, tal como se muestra en las películas, la marcha nupcial empieza a sonar justo cuando la novia aparece en la puerta de la iglesia. Sin duda, debo darles una buena bonificación a Jessica y Stella, porque la mujer que camina hacia mí es la perfección misma.
Isabella se ve hermosa, inocente y delicada. Es curioso haber pensado en esa última cualidad, pero así fue. Definitivamente ella es un diamante, y si con solo un ligero pulido ya brilla así, estoy ansioso por ver el resultado final. Sonrío como un tonto mientras la observo, y eso parece alterar la expresión extraña que tiene mi abuelo.
Roberto la lleva del brazo y parece tomarse muy en serio su papel, ya que me advierte de nuevo, aunque esta vez mi respuesta no es sarcástica.
—Prometo cuidarla y hacer todo lo posible por que sea feliz, incluso intentaré hacerla realmente feliz —mis palabras parecen sorprender a Roberto, quien finalmente mira a Isabella y le dice:
—Isabella, Alexander es el hombre con quien te vas a casar, esta es tu boda, así que compórtate como una mujer que está feliz de casarse —Isabella asiente y muestra una sonrisa suave, que, estoy seguro, es más que suficiente para convencer a todos.
Isabella suelta el brazo de Roberto y toma el mío para finalmente recorrer el camino hacia el altar. Todas las miradas están puestas en nosotros y noto admiración en muchos rostros, aunque en otros veo algo de desconcierto. No me importa, lo importante es que en este momento no me cambiaría por ningún otro hombre del planeta. Una vez que salgamos de aquí, seré un hombre casado y mi abuelo tendrá que cumplir su palabra. No me dará todo el control de inmediato, pero seré presentado oficialmente como su sucesor y, cuando llegue el momento, mi hijo, es decir, yo, tomaré el mando.
La ceremonia transcurre con normalidad, y cuando el sacerdote dice:
—Puede besar a la novia —me acerco a ella y finalmente siento la textura de sus labios.
Ella me responde con un beso suave, que estoy seguro se habrá borrado rápidamente de su memoria, pero la sensación de sus labios sobre los míos permanece en la mía, despertando en mí una curiosidad nueva. No sé si es por el hecho de que ahora estamos unidos, o si es por el hechizo que su belleza, envuelta en delicado encaje blanco, me ha lanzado hoy, pero sus labios me parecieron inusualmente suaves y tentadores.
Salimos de la iglesia rumbo a la recepción. Habría preferido evitarlo, pero sé que socialmente es imposible, así que debo mantenerme alerta con Isabella, porque ella responde sin reparos a cualquier pregunta que le hagan, y eso es extremadamente peligroso en este momento. Estamos sentados en la mesa principal y el momento que más temía se acerca lentamente, acompañado del característico aroma de madera y del olor a finos habanos cubanos que ha estado fumando durante décadas.
—El hombre que se acerca es mi abuelo. Isabella, sonríe y déjame responder a sus preguntas —le digo con confianza, esperando poder manejar la situación.
—Hacen una hermosa pareja —dice mi abuelo, finalmente sentándose a nuestro lado—. Isabella, eres encantadora y una verdadera sorpresa, pero quiero saber —ahora me mira a mí para que responda, algo que agradezco—, ¿por qué recién ahora conocemos a esta joven?
—Ella era mi secreto, abuelo. No quería compartirla con el mundo y arriesgarme a que factores externos intervinieran en nuestra relación.
Los ojos de mi abuelo brillan y se entrecierran, como si entendiera la supuesta indirecta que estoy enviando y nuevos pensamientos empezaran a cruzar por su mente.
—¿Qué haces en la vida, Isabella? Háblame de tu familia —ahora su atención está centrada en Isabella. Intento intervenir para responder por ella, pero mi abuelo levanta la mano hacia mí, indicando que quiere escuchar su respuesta, no la mía.
En este momento, lo único que puedo hacer es confiar en que hoy realmente es mi día de suerte y que Isabella será capaz de dar respuestas adecuadas. Para mi sorpresa, mi esposa se expresa con gran claridad y su actitud serena refleja su vida como una persona luchadora y como alguien que proviene de una familia decente. Escucho el pequeño interrogatorio y, aunque sus respuestas son satisfactorias, lo que realmente me sorprende es que mi abuelo no hizo las preguntas obvias que esperaba.
¿Por qué la entregó Roberto? ¿Dónde está su familia si es tan grande? Pensé que al menos haría esas preguntas, pero esos temas no se tocaron, y las respuestas que tenía preparadas se quedaron sin usar.
—Has hecho una gran elección, no lo arruines —dice finalmente mi abuelo, dejándome completamente sorprendido. No esperaba que esas palabras me hicieran feliz, pero, sin duda, lo hicieron.
Luego, dirige su mirada a Isabella con una sonrisa de satisfacción.
—Bienvenida a la familia, Isabella. Tienes mucho trabajo por delante. Necesito que pongas en cintura a este joven y le enseñes cuál es el lugar de un hombre en su familia.
Mi abuelo se levanta, toma la mano de Isabella y la besa. Al pasar junto a mí, me dice:
—Aunque hay mucho más de qué hablar, este no es el momento. Disfruten de la fiesta, que es para ustedes. Te encargo el segundo baile con la novia.
Cuando mi abuelo se aleja, finalmente muchas otras personas se acercan a nosotros para felicitarnos. El contenido de la copa de Isabella fue sustituido por una bebida que parece champán pero sin alcohol, porque no quiero arriesgarme a un efecto adverso.
Sebastián nos observa desde lejos, primero a mi esposa y luego a mí, y no puedo evitar mostrarle una sonrisa de triunfo.
—Es la hora del primer baile de los novios —anuncia el animador de la fiesta.
Todos nos están mirando, así que le ofrezco la mano a Isabella para invitarla a bailar el tradicional vals. Ella coloca su mano sobre la mía y se levanta de su silla. Caminamos juntos hacia la pista de baile. Mientras avanzamos, coloco mi mano en su espalda y lentamente la deslizo hasta su estrecha cintura, justo cuando llegamos al centro de la pista. La sensación de su piel sedosa bajo mis dedos es maravillosa, pero lo que más me llama la atención es cómo sus músculos se tensan automáticamente con mi contacto.
Cuando comenzamos a bailar, nuestras miradas se cruzan y, aunque sé que una parte de ella está ausente, creo que su esencia permanece. No puedo apartar mis ojos de sus profundos ojos esmeralda, como si la mujer que tengo en mis brazos hubiera lanzado un hechizo sobre mí. Ella sigue perfectamente mis pasos y giros en la pista, y me maravilla su gracia, incluso atrapada en ese pesado y voluminoso vestido de novia.
Una pregunta comienza a formarse en mi mente cuando siento que alguien toca mi hombro, llamando mi atención.
—Los demás también queremos bailar, hijo —dice mi abuelo con una sonrisa, extendiendo la mano para invitar a Isabella a bailar—. Ya llevan tres bailes seguidos.
De pronto, miro a mi alrededor y me doy cuenta de que seguimos siendo los únicos en la pista. Es cierto, nadie más puede bailar hasta que los novios terminen su primer baile. Roberto me mira con cierta extrañeza y de repente levanta las cejas y me lanza una sonrisa burlona.
—Solo porque eres tú, abuelo, no pienso dejarla bailar con nadie más —respondo.
Con eso, muchas parejas se levantan y finalmente llenan la pista de baile. El resto de la velada transcurre animada y agradable. Obviamente, no permito que Isabella baile con Sebastián.
—Abuelo, ya es hora de irnos —nos despedimos de mi abuelo y de los invitados de manera general y nos retiramos. Ahora puedo dar por concluida esta parte del problema, pero queda el principal: Isabella consciente, porque no puedo tenerla bajo efecto de sedantes durante todo el matrimonio.
Las expresiones de Isabella son cada vez más espontáneas sin que tenga que decirle qué hacer, demostrando que el efecto está empezando a desaparecer. Se acerca el momento de hablar con ella. Espero manejar la situación adecuadamente y contar con la docilidad de la chica; de lo contrario, eso me obligará a tomar medidas más drásticas y menos éticas de las que he tomado hasta ahora.
No me gustaría tener que tomarlas con mi esposa,mucho menos cuando no le he dado ese tipo de trato a ninguna mujer antes.