CAPÍTULO DOCE Vesuvius guiaba a sus troles mientras estos golpeaban con el ariete una y otra vez las puertas doradas de la Torre de Ur, con cada impacto haciendo estremecer el suelo. El grueso ariete de hierro estaba doblando la puerta cada vez más. Con cada golpe estaban más cerca de lograrlo. Vesuvius estaba ahora tan cerca de su sueño de conseguir la Espada y hacer que Las Flamas bajaran, de derribar la última barrera entre Marda y Escalon, que ya podía saborearlo. Estaba justo detrás de estas puertas. Con todos los humanos muertos y con esos dos alejándose del lugar, ya no había nada en su camino. Pero la puerta seguía sin rendirse. Vesuvius, en un ataque de ira, se acercó y giró su alabarda, cercenando las cabezas de dos de los troles que empujaban el ariete. Los otros troles lo mi