CAPÍTULO SIETE Aidan estaba atado a un poste sin poder moverse mientras miraba a su padre cerca de él arrodillado y rodeado por soldados Pandesianos. Estaban frente a él levantando sus espadas sobre su cabeza. “¡NO!” gritó Aidan. Trató de liberarse y correr para ayudar a su padre pero, sin importar cuánto lo intentaba, no podía quitarse las cuerdas que lo ataban de tobillos y muñecas. Estaba siendo obligado a ver a su padre arrodillado y con ojos llenos de lágrimas viéndolo fijamente y esperando su ayuda. “¡Aidan!” gritaba su padre extendiendo una mano hacia él. “¡Padre!” gritaba Aidan respondiéndole. Las espadas cayeron y, un momento después, el rostro de Aidan se salpicó de sangre mientras la cabeza de su padre era cortada. “¡NO!” gritó Aidan sintiendo cómo su vida se colapsaba en