Su casa no era grande, pero se encontraba en el elegante distrito de Mayfair. Tenían un carruaje y caballos, y el Marqués había oído comentar que Lord Burton había salido a cazar con los sabuesos de Leicester el invierno anterior. Por lo tanto, y para entonces, ya estaría muy corto de fondos. ¿Y quién mejor para ser timado que él? Con los labios muy apretados, bajó las escaleras, poco antes de las siete y media, hasta llegar donde el mayordomo lo aguardaba con la capa de noche, forrada de raso rojo. Un criado le entregó el sombrero de copa, otro el bastón y un tercero los guantes. Sin decir palabra, salió por la puerta principal y se introdujo en el carruaje. Un sirviente, con la librea de Kyneston le mantenía abierta la puerta. Otro le colocó una manta sobre las rodillas y el vehí