Marcelo Punto de Vista
Después de todos los acontacimientos ocurridos en Colombia y el comportamiento de mi padre Don Roque, con todo el dolor de mi corazón, tuve que fingir mi propia muerte, Solo así podría hacer mi vida con Linda, a la cual amo mucho, además, me convertiría de ahora en adelante en EL REY DEL SUR, pues manejaba todos los negocios de narcotráfico entre Colombia, Santo Domingo y USA.
Linda es muy buena y no se mete en mis negocios. Nos casamos con nuestras identidades falsas, yo como Kingsley y ella como Criystal. La complacencia es algo sencillo. A menudo, es el atractivo de la comodidad lo que te engancha primero. Entonces todo cambia. En esos momentos, la vida lanza una bola curva que es inimaginable.
Nunca pensé que estaba siendo complaciente. Desde esa noche en que me escapé de la amante imprudente, coloreé dentro de las líneas. Sin atreverme nunca a mirar hacia afuera. Ese fue mi problema. Me negué a prestar atención y abrazar la vida al máximo. Cinco semanas después de esa fatídica noche en la que Sarah y yo casi besamos la vida a través de una bola curva.
Barrington me llamó cuando estaba en el trabajo.
"Hola amigo".
"Barrington, ¿cómo estás?"
Había tristeza en su voz. No sonaba como siempre. No pensé nada al respecto. Después de todo, era Barrington. Él era el alma de la fiesta y tal vez simplemente estaba cansado. Había pasado un tiempo desde la última vez que lo vi. Si soy sincero, fue en mi noche de bodas. Luego volvió a la universidad.
Nos distanciamos. Los husos horarios fueron los culpables. Respiré profundamente. Esperando tener razón. El profundo hoyo en mi pecho contaba una historia diferente. Decía mirar profundamente. Una parte de mí quería preguntar más. Entonces la parte cobarde no lo hizo. Con lo que pasó, no podía darme el lujo de lanzarme con ambos pies a aguas peligrosas. Eso no era lo que necesitaba o quería.
Sostuve el teléfono y respiré profundamente. Antes de que Barrington pudiera decirme qué estaba pasando, entró Sarah.
Llevaba una falda corta y una llamativa camiseta sin mangas. Desde que nos besamos, las cosas habían sido raras entre nosotros. Un turno. Yo era un hombre felizmente casado y no quería ir allí con ella.
"Necesito hablar contigo, Kingsley".
"Estoy hablando por teléfono". Dije, interrumpiéndola.
Sus labios temblaron y se alejó pavoneándose sin decir una palabra más. Respiré conteniendo el aliento. No estoy seguro de cuánto tiempo puedo soportar esto. Me dolía el corazón incluso de pensar en ello.
"Barrington, ¿qué pasa?"
"No por teléfono, Kingsley". Respiró hondo. “Estoy de vuelta en la granja. Ven con Cristal. Es importante”.
"Bueno."
La llamada se cortó y volví a colgar el teléfono. Me dolía el corazón. Incluso pensar en por qué Barrington quería verme hacía que todo se saliera de control. ¿Qué podría ser? Esa era la pregunta que tenía en mente.
Me recosté en mi asiento chirriante y reflexioné sobre las infinitas posibilidades. Dicen que un escritor lucha por desconectar su cerebro. A menudo se vuelve hiperconductor.
Sarah siguió intentando entrar y cada vez me aseguré de estar ocupada. Saldría y hablaría con los clientes. Vuelve a mi oficina y cierra la puerta. Sumergirme en el papeleo. Cuando llegó el momento de partir, lo hice a toda prisa. Ser directivo tiene una ventaja, siempre hay alguien dispuesto a cerrar.
Corrí a mi auto y me subí. Escuchar a Susan no era el plan. No pude manejarlo. Llegué a casa un poco tarde por el atasco.
Crystal estaba junto a la mesa, haciendo sus deberes. Le quedaban unos meses en su programa y luego se graduaría. Estaba feliz por ella. Desafortunadamente, había estado demasiado ocupado. La vida había dado demasiados rodeos.
Ella levantó la vista con una sonrisa de satisfacción. “¿Tienes hambre? Hay comida en el microondas”.
Caminé hacia ella, me incliné, le levanté la barbilla y le di un beso profundo y apasionado.
Luego retrocedí y le sonreí. “¿Para qué fue eso?”
"Te extrañé."
Luego me senté. Ella negó con la cabeza. “Yo también te extrañé. No respondiste la pregunta”.
Mi estómago gruñó. "No, no tengo hambre".
Ella ladeó la cabeza. "Está bien. ¿Qué ocurre?"
"Barrington quiere que vayamos a la granja".
Crystal dejó de escribir y respiró hondo. "No he hablado con Barrington en meses".
Estuve de acuerdo y reconocí lo extraño que era todo esto. Barrington llama de la nada. Él regresa y no se lo dice a nadie. Mi estómago dio un vuelco. Los pensamientos seguían fluyendo por mi mente. No cuadraba.
"Deberíamos irnos en 30 minutos". Le dije.
Ella asintió. Ahora sólo quedaba la espera. Esperé a que Crystal terminara. Comer no estaba en mi mente. Tenía demasiadas cosas que hacer allí como para considerar siquiera comer. Llegamos allí cuando el sol se había puesto. Había un silencio inquietante en la granja.
Durante mis primeros meses en los Estados Unidos, este fue mi hogar. Fue el lugar donde aprendí a ser yo mismo. Donde me hice hombre y elegí mi camino. Me enamoré realmente aquí. No sólo con Crystal, sino con mi nueva familia. Fue aquí donde encontré algo más.
Ahora la granja parecía extraña. Como si le faltara algo. Abrí la puerta y pisé el suelo. Crujió bajo mi peso. Las luces parpadearon. El granero parecía vacío.
Había dos autos. La camioneta de Barrington y un auto compacto Chevrolet azul más pequeño. Tomé la mano de Crystal y la apreté. Caminamos hasta la puerta. Durante todo el camino, mi corazón dio un vuelco. No podía imaginar por qué Barrington quería verme. Llamé a la puerta. Me duele el corazón y la noche se calma. Hay un dicho que dice que cuando algo malo está por suceder, puedes sentirlo en tu alma.
Eso es por lo que estaba pasando. Algo me dijo que mi vida nunca volvería a ser la misma. Aunque no sabía qué podía ser, ese fue un día en el que todo cambió. Ahora, mirando hacia atrás, me preguntaba si debería haber hecho los preparativos. Quizás podría haberme preparado para las noticias. Sé lo tonto que suena eso. No hay nada que pudiera haber hecho para cambiar el destino.