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856 Words
Aquí estoy parado en una esquina del salón de fiestas con una copa de un fino champagne en mi mano observando como los novios bailan su primera canción juntos. Debo ser el idiota más grande del mundo por sentirme así, pero como muchas veces… siento que llego tarde perdiéndome ciertas oportunidades en mi vida. Las bodas son todas prácticamente iguales y al llegar el momento del baile de padre e hija y el novio con su madre; llega la oportunidad para que los invitados bailemos con la novia o en el caso de las mujeres, con el novio. Dejo la copa a un lado y espero mi momento para bailar con ella. El hombre algo mayor y que supongo que es familiar de la familia del novio se va de la pista, y sin hesitar voy hacia ella. Sus ojos verdes se clavan en los míos haciéndome sentir que descubre uno a uno todos mis secretos. –Hola— Digo colocando una de mis manos sobre su fina cintura y la otra entrelazándola con su mano. —Hola.— Dice y sonríe como si estuviese nerviosa. Nos movemos al ritmo de la canción y analizo cada detalle de ella de cerca –Con todo respeto, eres la novia más hermosa que he visto en toda mi vida. — Me atrevo a decirle. Es claro que no esperaba escuchar algo así de un hombre que apenas ha conocido el dia de hoy. Sus ojos me miran con detenimiento y me imagino todo lo que puede estar pasando por su cabeza en estos momentos. —Gracias. — Dice finalmente y mira hacia un lado, pero al parecer soy el ultimo con el que debe bailar –Entonces, tengo entendido que regresaras a trabajar a la empresa…— Comenta. —Sí, el lunes me incorporo nuevamente. — Le informo. —Supongo que nos tocara trabajar juntos.— Comenta. Sonrió ampliamente ante la alegría que provocan esas palabras en mi –Si, ¿Cuándo regresaras tú?— Indago. —En dos semanas. — Responde y antes que pueda decir algo más, la canción termina haciendo que deba soltarla para volver a ser ese invitado que observa a feliz pareja celebrando su unión. […] Cierro la puerta de mi departamento, me quito el saco del traje y lo dejo sobre el sofá para luego ir a la cocina y buscar una botella de cerveza. La destapo y camino hacia los enormes cristales que conforman una de las paredes de este departamento. Las luces de todos los edificios alrededor iluminan de manera mucho más espectacular el lago Eola, y esto parece hacer que mi cabeza no deje de maquinar acerca de lo que me ha sucedido hoy. No puedo sentirme así por una mujer que acabo de conocer; esto no es realista. Supongo que me queda asumir que ella ya no es una posibilidad en mi vida. Supongo que deberé olvidar lo que ha provocado en mí. Miro la hora en mi reloj y supongo que bajar e ir a uno de los bares que hay cerca de aquí es una buena opción. Lo que yo necesito es divertirme, olvidarme de ella, y hacer lo que un hombre de mi edad haría; conocer otras mujeres. Dejo la botella sobre el desayunador, camino hacia la puerta, vuelvo a agarrar las llaves y salgo de aquí. Una de las mejores ventajas de vivir en el centro de Orlando es que todos los bares y discotecas quedan prácticamente a un par de calles de donde yo vivo. Puedo caminar, despejarme viendo a la gente a mi alrededor, y finalmente entrar a uno de los bares que capta mi atención “The Social”, así se llama el sitio. Hay una larga escalera apenas entro que me lleva a una terraza. La música no es la mejor, pero el ambiente es bastante agradable. Me acerco a la barra, y una rubia de curvas exuberantes y ropa bastante llamativa; si es que se le puede llamar ropa a eso, se acerca a mí del otro lado de la barra y me pregunta que quiero tomar. Para no seguir mezclando bebidas alcohólicas pido otra cerveza y espero pacientemente mientras la sirve. —¡Mira a ese tipo!— Dicen unas mujeres que están un poco más alejadas. Me miran y supongo que creen que no hablo español. Muchas veces me ha dicho que no parezco de descendencia latina y en ciertos casos me ha jugado a favor. Cruzo mi mirada con ellas y las observo. Una es bastante joven de cabello color cobrizo y ojos marrones. Es delgada, no muy alta, y una figura armoniosa. La otra es de cabello n***o, ojos marrones, un poco más alta y de curvas pronunciadas. Son lindas, no voy a mentir… pero Alai no se sale de mi cabeza y ese es el problema. En realidad, tambien es ella el motivo por el cual estoy aquí. Debo olvidarla y creo que alguna de esas dos desconocidas puede llegar a ser una opción, ¿Quién sabe? Lo que si tengo por seguro es que una mujer recién casada no se fijara en mí y menos sabiendo que su padre y yo somos socios; ese si sería un gran problema. Que comience la acción. Me digo a mí mismo y me acerco a las dos desconocidas. 
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