Debo haber enloquecido. Seguramente el calor de la Florida me ha afectado de alguna manera y estoy delirando. No puede ser normal el quedar flechado de la novia de la boda de la cual eres un invitado más. Mi mente está en otro planeta, uno tan lejos que ni siquiera se quien está sentado a mi lado. Solo puedo fijar mi mirada al final del pasillo y observar a Fernando. Definitivamente es un hombre con suerte.
Él es rubio, alto, piel bronceada y unos ojos azules que hoy están constantemente mirando hacia la puerta de entrada de este recinto con la esperanza que la mujer que ama finalmente haga su entrada. No lo conozco de nada, pero le envidio. No se que tan normal sea sentir algo así.
Un enorme silencio se hace presente y es ese mismo silencio el que calla mis pensamientos. Como si el eco hiciese todo mucho más dramático; el ruido de las puertas de madera abriéndose retumban por todo el lugar y son solo segundos los que transcurren para poder oír la marcha nupcial. Al igual que los cientos de invitados que están aquí, me doy la vuelta para apreciar la elegante entrada de la novia y siento que soy yo el que se va a casar. Me late el corazón con demasiada fuerza; tanta que hasta miedo me da.
Ella camina de manera elegante tomada del brazo de su padre, y en mi interior se provoca una revolución difícil de explicar. No entiendo como con tan solo mirarle me puedo sentir así. No entiendo como es que a mis 33 años algo así puede sucederme. No soy un hombre que se impacte fácilmente con la belleza de una mujer, pero no se... algo me ha ocurrido con ella.
Algo sucede cuando ella camina por donde yo estoy. Me es imposible no mirarla como lo hago, pero lo extraño es que ella también me mira e inevitablemente le sonrió. Ella me regresa el gesto, y al verla sonreír mi mundo tiembla de una manera peligrosa. Sigue su camino haciendo que pueda observar el paisaje de su espalda y vaya que es hermosa...
¿Cómo es que no la he conocido antes?
Yo tampoco la hubiese dejado pasar... pienso.
Termina de hacer su camino hacia el altar, y aquí estoy yo sintiéndome como el novio que han abandonado para irse con otro. Es una locura, la he conocido hace apenas unos minutos y le siento mía.
Martin, no seas imbécil. Me grita mi subconsciente sin éxito alguno.
Escucho los murmullos de los invitados contemplando la belleza del vestido de novia y la elegancia del novio. Escucho como muchos aquí están emocionados por esta unión, y en cambio yo me estoy arrepintiendo a cada minuto de mi mala decisión de haberme ido a Nueva York. Quizas si me hubiese quedado en esta ciudad la hubiese conocido antes que Fernando, quizás hoy seria yo con quien ella se estuviese casando.
No hay nada que hacer ahora. El destino, la suerte, o lo que sea que dictamine nuestras vidas han hecho que ella y yo nos conociéramos; también está causando que esa mujer este por convertirse en una mujer prohibida para mí.
No comprendo cómo es que me duele tanto ver su cara de felicidad al encontrarse con Fernando en el altar. Todo esto está muy mal, yo no soy absolutamente nadie en su vida para sentirme como me siento ahora. Yo que decía que era una tontería, yo que estaba decepcionado del amor... el Martin frio, calculador, y distante con las mujeres; ha caído rendido a primera vista de una mujer que esta por casarse, y como si fuese poco... es la hija de mi socio.
Es tanto lo que me he perdido en mis pensamientos, que al regresar a esta realidad escucho el "si acepto" que ambos dicen para unir su vida para siempre. Duele... Duele mucho y más aún cuando es el quien la está besando.
No me queda más que aceptar que he llegado tarde. Debo ser coherente y admitir que todo esto es un delirio. No me pude haber enamorado a primera vista, eso solo pasa en las películas románticas; esas que tantas veces he criticado. Lo único que puedo hacer ahora es pretender que nunca la he conocido y seguir con mi vida.
Esta noche ella estará entre sus brazos. Ya es su esposa, y probablemente pronto se convierta en la madre de sus hijos. Todo esto debo dejarlo atrás como uno de esos delirios que pueden ocurrir en la vida de uno de vez en cuando. No sé si ir a la fiesta sea una buena idea ahora, pero tampoco puedo quedar mal con David. Debo olvidarme de todo esto y simplemente seguir adelante.
Los veo caminar por el pasillo rumbo a la salida tomados de la mano, y ahí nuevamente mi imaginación me juega una mala pasada ¡Suficiente! Me grito a mí mismo y sacudo mi cabeza para salir de este recinto como todo el resto de los invitados y así ir hacia la fiesta que para mí tendrá más espíritu de funeral que de fiesta.
Por fin encuentro a la mujer que puede volverme loco, y la pierdo el mismo día que la conocí.
Vaya suerte la mía...