—¿Me pasas una llave inglesa? —pidió Morgan cuando sintió la presencia de alguien a su lado, sin siquiera alzar su cabeza para contemplar de quién se trataba.
Alzando su mano, esperó, pero cuando no recibió nada, alzó la mirada con sus cejas fruncidas y se encontró con unos ojos verde jade que no le observaban exactamente muy feliz.
—Lo siento —se disculpó automáticamente, sabiendo que al omega le irritaba que le hicieran preguntas sobre herramientas cuando apenas y si sabía cuál era un destornillador.
—Si me hubieras pedido un destornillador te lo habría pasado de lo más feliz —resopló y observó la mesa de metal pequeña que estaba llena de herramientas—. ¿Cuál se supone que es la llave inglesa? —preguntó.
—Esta —anunció el alfa, tomando el objeto de metal con dos puntas separadas que se abrían y cerraban al hacer girar una especie de engranaje en el centro entre ambos—. ¿Has venido a buscar a Jagger? Porque no se encuentra en este momento —indicó.
—Lo sé, salió con Huesos a dejar a un par de omegas a sus respectivos hogares seguros —suspiró.
—¿Entonces? ¿Necesitas ayuda con algo? —preguntó, volviendo a concentrarse en el motor de la motocicleta que estaba arreglando.
—Dos cosas realmente —anunció Spencer, cruzando sus brazos—. Primero, ¿fuiste a esa cita que te conseguí con Ty? —indagó.
—Nop —respondió Morgan tranquilamente—. Y les dije que ya dejaran de organizar esas salidas y encuentros, no tengo tiempo ahora para lidiar con eso, y sinceramente ya me ha aburrido —expresó.
—Solo lo estábamos haciendo por tu bien —argumentó el omega—. No queremos que te vuelvas a alejar.
—No va a pasar —aseguró Morgan, observándole—. A diferencia de ese momento, esta vez mi cabeza está ocupada lidiando con un pequeño monstruo come galletas como para pensar en cosas tontas —prometió—. Y si somos sinceros, ¿si me distancio de ustedes, quién me ayudará cuidando a mi cachorro? —preguntó con una pequeña sonrisa.
—Bueno, eso es cierto —asintió Spencer, relajándose un poco con ello—. Entonces, a lo segundo que venía —anunció—. Te conseguí una especie de entrevista para que puedas inscribir al pequeño Darío en la guardería que va mi Luke —informó muy feliz de ello.
—¿Qué hiciste qué? —preguntó, dejando lo que estaba haciendo para brindarle toda su atención al omega.
—Te conseguí un cupo en la guardería —reiteró el omega felizmente.
—¿Por qué hiciste eso? —cuestionó expulsando un suspiro—. Quedamos en que lo pensaría, y apenas han pasado un par de días de ello.
—El tiempo suficiente como para considerarlo y aceptarlo por el bien de tu cachorro —asintió Spencer—. Será por el bien de ambos —aseguró.
—Pero si estamos bien así —aseguró Morgan, quejoso.
—No, no lo están, ya te dijimos que luces horrible —le recordó su amigo—. Ya tienes unas feas ojeras en tu rostro, y, seamos sinceros, eres un desastre junto a tu cachorro.
—No estamos tan mal —refunfuñó el alfa.
—Apenas duermes, comes poco y siempre estás corriendo de un lado a otro, y lo mismo es para tu hijo —argumentó Spencer—. Inscribir a Darío en esa guardería será lo mejor para él y para ti —prometió.
—Pero realmente estamos bien, solo es cosa de encontrar un verdadero ritmo que calce para nosotros —expresó Morgan.
—Morgan, ni siquiera puedes trabajar tranquilo —argumentó el omega.
—Eso es mentira —rechazó, pero tan pronto como escuchó un pequeño quejido, dejó lo que estaba haciendo y corrió hacia la esquina de la habitación, donde su hijo se balanceaba sobre la barra de seguridad de plástico que había colocado alrededor de la alfombra de goma para mantenerlo en el interior.
Apenas y si alcanzó a cogerlo en sus brazos antes de que el cachorro perdiera el equilibrio y cayera, lastimándose en el proceso.
Tan pronto como Darío estuvo entre sus brazos, su pequeño labio inferior tembló, y entonces un persistente puchero apareció, trayendo consigo unos sollozos antes de que se transformara en un implacable llanto.
—Ya, ya campeón, papá está aquí contigo —expresó, intentando calmar el llanto en lo que agitaba suavemente sus brazos—. Eso debió de haberte dado miedo, ¿cierto? Pero está bien, papá Morgan está contigo —aseguró.
Pero a pesar de que su llanto disminuyó, los sollozos persistieron lo suficiente como para que incluso Spencer se acercara.
—¿Qué le hiciste? —cuestionó el omega.
—No le hice nada —exclamó Morgan—. Ha estado así desde que se despertó esta mañana —informó.
—Algo le está molestando —indicó Spencer—. ¿Cómo está su pañal?
—Normal, limpio —respondió el alfa luego de revisarlo.
—¿Le diste su leche? Pero leche blanca, nada de chocolate, fresa o vainilla —indicó observándole con reproche.
—Se la di esta mañana, pero no tenía mucho ánimo de beber —respondió.
—Dame —pidió estirando sus brazos y el alfa inmediatamente le complació.
Tan pronto como Spencer lo tuvo entre sus brazos, soltó un resoplido molesto y sus cejas se fruncieron.
—¿Qué sucede? —preguntó, observándole preocupado.
—Es obvio que el pañal está sucio, creo que es un milagro que no haya reventado ante lo lleno que se encuentra de orina —resopló—. ¿Cuántas veces debo de decirte que el que no veas nada café no significa que está limpio? —refunfuñó y Morgan observó culpable a su hijo.
—Lo olvidé —pronunció con una mueca—. Como se puso a jugar tranquilamente con sus juguetes aproveché de trabajar.
En respuesta, el omega negó agitando su oscuro cabello rizado.
—¿Dónde está su bolso? —cuestionó.
—¿Qué bolso? —preguntó.
—Obviamente en el cual se encuentran los cambios de ropa y pañales de tu hijo —indicó el omega.
—Oooh, ese bolso —pronunció Morgan, alzando sus cejas con sorpresa—. Yo... Eh... No te enojes, pero creo que lo olvidé —confesó tras revisar a su alrededor sin éxito alguno.
—Te dije que siempre debías de llevarlo contigo a cada lado que salieras con tu hijo, precisamente para evitar escenas como esta —reprochó Spencer.
—Fue una mañana ocupada, Darío no estaba de buen humor y despertamos algo tarde otra vez, por lo que simplemente corrí y lo olvidé —se excusó.
—¿Y así no quieres pensar en llevar a tu hijo a una guardería? —preguntó con un suspiro.
—Ya dije que sería cruel que...
—Sí, lo sé, piensas que el cachorro podría creer que lo estás dejando como su tonta madre, pero solo será al principio, hasta que entienda que cierta hora del día lo irás a buscar —indicó—. Solo ve, será un bien para el niño, de esta forman estará bien cuidado y alimentado durante toda la mañana y tú podrás trabajar correctamente.
Torciendo sus labios, Morgan observó a su cachorro que seguía sollozando y asintió.
—Me haré un tiempo e iré —anunció luego de pensarlo.
—Perfecto, podrías ir conmigo cuando vaya a buscar al pequeño Luke, así me aseguro de que después no te arrepientes y no pierdes la cita que te conseguí —expresó metiendo la mano a su bolsillo—. Aquí —dijo, entregándole una hoja doblada.
—¿Qué es esto? —preguntó recibiéndola.
—Es un panfleto con la información de la guardería —respondió—. Léelo antes de ir, me llevaré a este pequeño y lo entretendré para que trabajes tranquilo y no lo uses como excusa —anunció alejándose, subiendo la escalera interna que lo llevaría hasta su casa.
Desdoblando el papel, Morgan contempló el dibujo infantil del trencito con un sol en la parte de arriba, y más abajo estaban todos los servicios que proporcionaba el lugar.
—Aceptan inclusos a bebés —murmuró con sorpresa.
Dando vuelta el papel, contempló el mapa sobre cómo llegar al lugar y en la parte inferior, los nombres de todos los cuidadores.
"Si tienen un panfleto tan bien elaborado no puede ser tan malo" Pensó el alfa, volviendo a doblarlo para guardarlo en el bolsillo de su jeans oscuro.
Retomando sus herramientas, se acercó a la motocicleta en la que había estado trabajando y retomó su trabajo, avanzando mucho más rápido ahora que no tenía que mantener un constante ojo en su hijo.
Para cuando Spencer volvió a bajar con su hijo, Morgan se encontraba trabajando con su compañero en un automóvil tras reparar la motocicleta.
—¡Es hora de irnos! —anunció el omega.
—Solo dame cinco minutos más —pidió Morgan, sin verle.
—No llegaré cinco minutos tarde en ir a buscar a mi hijo solo porque no quieres dejar ese auto —expresó el omega.
—De acuerdo, entonces ve primero y luego te alcanzo —indicó.
Soltando un resoplido molesto, Spencer bajó al pequeño Darío, quien seguía algo somnoliento tras haber despertado de una siesta que le hizo tomar el omega.
—Ahí está papá, Darío —le sonrió Spencer, señalando donde estaba el alfa.
Sonriendo tan dulce e infantil, el cachorro inmediatamente corrió con pasos ligeramente tambaleantes hacia Morgan, aferrándose a su pierna tan pronto estuvo con él.
—Pah —exclamó el pequeño.
Alejando su mirada, el alfa inmediatamente observó a su hijo y luego al omega que les esperaba.
—Eres cruel —indicó Morgan, dejando lo que estaba haciendo.
—¿Por qué? Si me iba de todas formas habrías tenido que cuidar de tu hijo —le recordó con una ligera sonrisa.
Negando, Morgan tomó un trapo con el cual se limpió las manos antes de tomar a su cachorro.
—Sigue tú, solo queda revisar la batería en caso de que no quiera encender —indicó a su compañero, quien alzó su pulgar en su dirección.
—¿Almorzaste? —cuestionó Spencer unan vez estuvo con él.
—Eh, ¿ya es esa hora? —preguntó y el omega suspiro.
—Sabía que esto pasaría cuando no subiste inmediatamente —se quejó, deteniéndose al contemplar la ligera lluvia que caía—. Te guardé algo, pero tendrás que comerlo a la vuelta junto a Darío, quien tampoco quiso comer por más intentos que hice —explicó.
—Está bien, gracias —pronunció observando la lluvia, alejando a su hijo cuando este estiró su bracito queriendo tocar el agua—. ¿Llamamos a un taxi?
—No, tengo dos paraguas arriba —anunció.
—O simplemente nos subimos a ese auto —indicó, señalando el que se detenía frente a ellos.
—Debí de suponer que Jagger llamaría a alguien para que me llevara por nuestro hijo —resopló Spencer, pero tenía una gran sonrisa en su rostro.
Colocándole el gorro de su chaleco a su hijo, Morgan salió rápidamente junto al omega y se sentó en la parte trasera.
—Se supone que debes de colocar a Darío en esa silla para niños —indicó Buk tan pronto como puso al auto en movimiento.
Observándola, Morgan hizo el intento de colocar a su hijo en esta, rindiéndose tan pronto como su cachorro se quejó.
—Se queda conmigo —anunció volviendo a sentarlo en su regazo.
—Si sabes que pronto deberás de conseguirte un auto por el bien de tu cachorro y entonces tendrá que usar de esas sillas, ¿cierto? —preguntó Spencer.
—Sí, pero hasta que eso ocurra seguiremos así —expresó Morgan, observando a su hijo golpear la ventana como si intentara alcanzar las gotas de agua que se acumulaban en esta.
No muchos segundos después, Buk estaba disminuyendo la velocidad hasta detenerse frente a un edificio pequeño de dos pisos.
—No puedo estacionarme aquí —anunció—. Buscaré estacionamiento más abajo para esperarles.
Agradeciendo, Morgan se bajó con su hijo en brazos y rápidamente se dirigió a la entrada techada del lugar.
—¿Con quién se supone que debo de hablar? —preguntó el alfa observando a su amigo.
—Pronto lo averiguaremos —respondió Spencer, cruzando el corto pasillo hasta llegar a una puerta de vidrio.
Entrando en la guardería, Morgan observó la decoración de la entrada similar a un bosque con tonos pasteles.
Tan pronto como su hijo se percató de que había muchas más personas ahí que estaban buscando a sus cachorros, se escondió en su cuello.
Cubriendo a su cachorro con su aroma, Morgan alzó la cabeza de golpe cuando escuchó un sonido extraño, algo como burbujas bajo el agua estallando.
Y a pesar de que el lugar se encontraba lleno con los padres y su parloteo, el alfa pudo escucharlo a la perfección.
—¿Escuchas eso? —preguntó a su amigo.
—Sí, son los niños cantando la canción de despedida, siempre lo hacen —respondió con una sonrisa—. Ah, mira, ese es el chico con el que hablé esta mañana, tal vez él sabe con quién debes de hablar ahora —expresó señalando con su cabeza.
Observando en aquella dirección, Morgan contempló a un omega con una hermosura que le quitó el aliento.
Su altura era probablemente similar a la de Ty, por lo que su frente apenas tocaría sus labios. Su cabello era de un hermoso rubio, pero en vez de tonos cálidos como poseía Ansel, el de él era de un tono más platinado, lo que le daba un hermoso brillo en ese largo que casi rozaba sus hombros.
Sus cejas estaban bien perfiladas, sus ojos eran de un hermoso tono azul profundo, su nariz perfecta y respingona, sus labios de cupido tenía una dulce curvatura marcada y su pálida piel tenía un aspecto suave.
Y sus facciones, eran casi femeninas, pero con una indudable anatomía masculina pequeña y delgada que hizo vibrar el cuerpo de Morgan.
Era un deleite total, una hermosura tan dulce como un muffins.
Y cuando sus ojos se encontraron, algo en el alfa tiró dentro de él.
—¿Morgan Abbott? —pregunto con un tono suave y melodioso.
—Sí, es él —anuncio Spencer a su lado, recordándole su presencia.
Y j***r, esa pequeña sonrisa en los labios del omega fue preciosa.
—Por favor, le mostraré los alrededores y explicaré lo que hacemos —informó.
—C-claro —respondió Morgan y aclaró su garganta.
Ignorando la mirada curiosa de Spencer, Morgan siguió felizmente al hermoso omega por el pasillo.