Sentado en la mesa en su cocina, Kendall desayunaba tranquilamente, con su mirada vagando desde la Tv encendida en su sala de estar y su teléfono descansando sobre la superficie dura.
Sabía que era estúpido esperar que este vibrara con un mensaje o que sonara anunciando una llamada, hacía meses que esa persona no se había puesto en contacto con él y eso no iba a cambiar por el simple hecho de haberse mudado de ciudad.
Por una parte, era mejor así, porque sinceramente no sabría que responder o decir en caso de que Kenneth le hablara.
No sabía que tan mal podría reaccionar o si simplemente su corazón ya le habría perdonado lo que le había hecho.
Pero considerando el nudo que se colocaba en la boca de su estómago cada vez que pensaba en ello, dudaba que lo hubiera superado ya, a pesar del tiempo que había transcurrido.
Soltando un suspiro, el omega llevó un rubio mechón platinado detrás de su oreja y pensó en la posibilidad de cortárselo, ya que sin que se diera cuenta, este había crecido lo suficiente para llegar a su cuello, solo a unos centímetros de sus hombros.
Tomando otro mechón, Kendall lo observó de forma pensativa y luego negó.
Lo mejor para él sería mantenerlo de esa forma, después de todo, una vez que se lo cortara no podría hacerle crecer rápidamente otra vez.
Tomando su taza, el omega bebió otro sorbo de su café con leche y su mirada vagó nuevamente hacia su teléfono.
Cuando nada cambio en este, lo tomó en su mano libre y lo desbloqueó. Sin encontrar ninguna notificación nueva, se fijó en la hora y se animó al ver que ya tenía que comenzar a moverse para ir a su trabajo.
Tomando el resto de su tostada, Kendall la terminó de comer y se levantó con una ligera mueca en sus labios cuando su pierna derecha protestó en respuesta.
Esperando unos segundos a que la puntada de dolor desapareciera, el omega llevó los trastes sucios al lavavajillas y aprovechó de limpiar todo.
Con un suave cojear producto de su pierna derecha, Kendall se dirigió a su habitación y tomó un cambio de ropa.
Tomando asiento en la cama con cuidado, su mirada inmediatamente recayó en las dos cicatrices que cubrían su pierna derecha, una un poco más arriba de su rodilla y otra cerca de su cadera, abarcando la mitad de su muslo.
Ninguna de las dos era precisamente bonita, y resaltaban en su suave piel cremosa con ese tono rosado irritado.
Era una de las pocas cosas que le recordaban el feo accidente que había tenido, y del cual sobrevivió de puro milagro, según los doctores.
Pero ese milagro había tenido su costo, y fue dejarle con una pierna débil y un tanto defectuosa, por la cual constantemente tenía que estar tomando medicamentos para el dolor.
—Al menos estás vivo, Kendall —se recordó a sí mismo, acariciando con cuidado las marcas en su piel.
Aunque a veces, seriamente se preguntaba que lograba con haber sobrevivido, considerando lo que había pasado luego de ello.
—No, no pienses en ello y llenes tu cabeza con pensamientos deprimentes —se ordenó a sí mismo, dándose unos suaves golpes en sus mejillas.
Decidido a no pensar más en ello, el omega cubrió sus marcas colocándose unos cómodos pantalones y aprovechó de estar sentado para colocarse sus zapatos.
Levantándose, Kendall se dirigió hacia su sala de estar y observó la Tv encendida, contemplando el pronóstico del tiempo para ese día, su mirada inmediatamente viajó hacia la ventana cuando anunciaron que habría lluvia.
Observando un cielo lleno de nubes grises, sus labios se torcieron y su mano instintivamente acarició su pierna derecha, sabiendo que sería un día difícil.
Caminando hacia su cocina, cruzó la pared que estaba hecha de vidrio y que cubría la mitad del lugar, solo para establecer una división entre ambos lugares y cogió el control de la mesa, apagando la TV desde esa distancia.
Tomando su teléfono, lo guardó en el bolsillo de su pantalón y fue hacia el mueble donde guardaba su medicamento.
Sacando una cápsula, tomó un vaso de zumo y se lo bebió.
Con eso listo, se dirigió hacia la entrada y contempló por un momento el bastón que el hospital le había regalado tras su alta.
—No me duele tanto como para usarlo hoy —decidió y cogió su mochila junto a su chaqueta delgada antes de salir.
Cerrando la puerta con llave, el omega observó la escalera que esperaba ante él y asintió decidido antes de comenzar a bajarla, sintiendo solo una pequeña punzada de dolor con cada peldaño que bajaba.
Era lo único que podría decir que no le gustaba de su departamento.
Siendo una casa grande, Atenea, la dueña de la casa y su arrendataria, había decidido transformar el segundo piso como un departamento propio, con dos habitaciones, un baño y la sala de estar y cocina.
Y como había eliminado el acceso por el interior de la casa, construyó unas escaleras por fuera, de esa forma el inquilino tendría su privacidad.
En sí, era un muy buen lugar para vivir, perfecto para un omega que estaba solo, por lo que tenía suerte de haberse encontrado con Atenea en el hospital y que hubieran congeniado lo suficiente como para que la alfa le ofreciera vivir en la parte de arriba tras perder a su antiguo inquilino.
—Buenos días, Kendall —saludo la alfa parada frente a su puerta—. ¿Ya vas a trabajar?
—Buenos días, Atenea. Sí, ya voy en camino —respondió.
—¿Y tu paraguas? —preguntó.
—No tengo uno, pero por eso agarre mi chaqueta —explicó alzándola.
La mujer mayor negó agitando suavemente su corto cabello blanco.
—Esa prenda no te servirá de nada —reprochó—. Espera un momento —ordenó antes de desaparecer en el interior de su casa.
Volviendo escasos minutos después, le entregó al omega un paraguas.
—Estoy bien, realmente no lo necesito, el trabajo no queda tan lejos —le recordó Kendall, sin recibir el paraguas.
—Tonterías —bufó tomando su mano para depositar el paraguas en esta—. Puede que el trayecto sea corto, pero tú sin poder correr te mojaras completo y agarraras un resfriado —expresó—. No seas un terco tonto y úsalo.
Soltando un suspiro, el omega asintió.
—Está bien, gracias —aceptó—. ¿Necesitas que traiga algo cuando vuelva? —preguntó.
—Nah, ayer me trajiste lo que necesitaba y tengo otro paraguas en caso de que me llegara a faltar algo —expresó—. Ahora ve antes de que se te haga tarde y me culpes por ello —ordenó empujándolo suavemente hacia el portón.
Riendo suave, Kendall abrió la puerta y agitó su mano hacia su casera antes de cerrarla finalmente.
Dándose vuelta, tan pronto como sintió unas pequeñas gotas en su rostro, abrió el paraguas y siguió con su camino, intentando controlar el suave cojear de su pierna derecha para que no fuera tan notorio.
Bajando un par de cuadras, una sonrisa surcó en el rostro del omega al contemplar la guardería en la que trabajaba.
Trencito del sol era un trabajo que había conseguido gracias a la ayuda de Atenea, quien al ser amiga de la directora que manejaba el lugar, le dio una oportunidad para trabajar ahí.
Ya llevaba dos meses trabajando en aquel lugar y podría decir que le gustaba mucho más a su antiguo trabajo, ya que a diferencia del otro, no había tantas reglas estúpidas y no tenía que soportar el maltrato de los padres, quienes al tener dinero creían que tanto ellos como sus hijos podían hacer lo que quisieran.
Trencito del sol era un lugar diferente, más pequeño, pero bien equipado, que no hacía diferencia entre los padres y niños, y lo mejor de todo, es que el trato hacia los empleados era bueno.
Observando las puertas abiertas del portón en la entrada, indicando que la guardería ya se encontraba atendiendo y recibiendo a los niños, Kendall se apresuró un poco.
Cruzando el portón abierto, recorrió el pasillo techado por el pequeño jardín delantero hasta llegar a la entrada de la guardería.
Empujando una puerta de vidrio, se detuvo en la entrada y cerró su paraguas antes de internarse, ingresando a la habitación donde los empleados guardaban sus pertenencias.
Colocándose una camiseta color celeste pastel con un trencito en el frente y su nombre bordado en la nube que soltaba, Kendall se dirigió a la entrada y saludó a su compañera.
—¿Ya ha llegado algún niño? —preguntó observando a Anahí.
—Unos pocos, pero están con Percy allá atrás —respondió—. Pronto comenzarán a llegar los demás —anunció.
Y tan pronto como lo dijo, los padres con sus niños comenzaron a amontonarse en la entrada.
Formando una fila de siete con los pequeños, Kendall los llevó a la sala y los dejó con Percy, quien los entretendría en lo que buscaba a los demás.
—Solo falta que llegue un par —anunció la beta cuando volvió, ya con los niños formados y con sus manitos tomadas—. Iré a dejarlos a la sala y me quedaré con Percy para ayudarle, ¿recuerdas lo que debes de hacer? —preguntó observándole.
—Esperar diez minutos más, si no recibo alguna llamada debo de llamar y preguntar, dependiendo de la respuesta cierro la puerta y voy con ustedes —anunció feliz.
—Ya lo tienes —le sonrió su compañera, alejándose con el alegre grupito infantil.
Acercándose al mesón, Kendall revisó la lista de los treinta niños que cuidaban y observó cómo solo faltaba la asistencia de dos de ellos, mientras que los otros parecían tres ya haber avisado que no irían.
Escuchando la puerta, el omega dejó la lista y contempló a un padre llegar apresuradamente con su pequeño.
—Siento la demora, la lluvia nos atrapó en el camino, y entonces mi pareja me llamó y nos hizo esperar en un paradero para que al final nos viniera a dejar en auto —explicó el padre, a quien reconoció inmediatamente con aquellos ojos verde jade.
—Está bien, la lista aún no se ha cerrado, señor Holt —aseguró ayudándole a quitarle la chaqueta impermeable al pequeño Luke.
—Eso es un alivio —suspiró entrándole la mochila—. ¿Puedes llamarme por mi nombre? Me incomoda un poco que uses mi apellido, no estoy tan apegado a él —explicó.
—Claro, Spencer —le sonrió Kendall.
—¿Puedo hacerte unas preguntas? —pidió el otro omega antes de que se alejara.
—¿Es sobre el pequeño Luke? —preguntó, observando al cachorro de cabello n***o y ojos grises que sostenía entre sus brazos.
—Oh, no, mi hijo está bien —aseguró rápidamente—. Solo quería saber desde qué edad y hasta cuando es que aceptan a los niños.
—Bueno, según tengo entendido, realmente no hay un rango de edad, solo que el horario difiere para cuidar de ellos —explicó—. Por ejemplo, mis compañeras y yo estamos toda la mañana, pero en la tarde vienen otros a reemplazarnos.
—¿Y tienen cupos para aceptar a un niño más en este mismo horario? —preguntó esperanzado.
—En realidad, creo que ya estamos completos —respondió—. Pero podrías hablar con la directora y explicarle la situación —comentó al ver que el rostro del omega decaía drásticamente.
—Por supuesto, me gustaría hacer eso —asintió.
—Por esa puerta, sigue el pasillo hasta que te encuentres con una escalera y sube, es la primera puerta que encontraras —indicó.
—Por supuesto, gracias —expresó y se acercó a su hijo besando su frente—. Sé un buen niño hoy, Luke, no discutas con otros amiguitos, no los muerdas y recuerda que debes de compartir —indicó y besó esa pequeña nariz antes de alejarse siguiendo las instrucciones de Kendall.
Quedando a solas, Kendall observó la hora y verificó que ya había transcurrido el tiempo estimado antes de ingresar a la sala donde cuidaban a los pequeños.
—Muy bien, pequeño sol, recuerda lo que dijo tu papi —indicó Kendall antes de dejar al cachorro en el suelo, logrando que este riera e inmediatamente se dirigiera a una de las mesas con juguetes.
Guardando la mochila de Luke en su lugar, Kendall contempló a su compañero cuando este se le acercó.
—Te vi en la entrada, ¿de qué estabas hablando tanto con el padre de Luke? —preguntó curioso Percy.
—Me estaba preguntando si había algún cupo para otro niño, lo mandé con la directora —respondió, girando para contemplar a los pequeños jugando.
—¿Será que alguno de sus amigos necesita que cuiden a su cachorro? —preguntó mordiendo su labio inferior—. Espero que sea alguien del motor club, de ser así.
—¿Motor club? —preguntó Kendall.
—¿No viste la chaqueta que usa? —preguntó con sorpresa.
—¿Te refieres a esa de cuero con una calavera en llamas usando una corona?
—Sí, ese es el emblema de su motor club, pero lo más importante son las palabras bordadas, dice que pertenece a un m*****o del club —explicó con emoción—. He visto un par de veces a su alfa, es intimidante y muy grande, no me sorprendería si termina siendo el líder del motor club —contó.
No muy interesado, Kendall asintió y concentró su atención en un par de niños que observaban fijamente uno de los juguetes.
—Sinceramente, no sé cómo es que lo hizo para traer la atención de ese motor club y lograr que un alfa de ahí le diera su marca, es el único motor club en la zona que es decente y tiene alfas calientes con sus tatuajes, cuerpos musculosos y su ropa de cuero —comentó—. Me gustaría que me diera algún consejo para conseguir a mi propio hombre motoquero —suspiró.
—No sabía que había un motor club por esta zona —expresó desinteresado.
—Cierto, verdad que te mudaste hace poco en la zona —recordó el otro omega—. ¿Te gustaría que lo visitáramos juntos? —invitó sonriente.
—Gracias por la oferta, pero realmente no estoy interesado en ir a ese tipo de lugares —indicó y se alejó de su compañero para ir con los cachorros tan pronto como los observó afirmar el mismo juguete y lanzarse miradas irritadas.
Abordando la situación antes de que pudiera explotar y transformarse en algo feo, Kendall sonrió cuando logró que ambos compartieran el juguete.
—¿Kendall?
Girando, el omega contempló a la directora de la guardería.
—¿Puedes darme unos minutos? —pidió y el omega asintió y siguió a la alfa en silencio hasta la entrada de la guardería.
—¿Sucede algo? —preguntó.
—Quería pedirte un favor —anunció Selma—. En la tarde vendrá un hombre, Morgan Abbott, a inscribir a su hijo, pero me estaré retirando temprano y los demás no pueden recibirlo, me gustaría que le dieras el recorrido y le explicaras más o menos el sistema —explicó—. ¿Puedes hacerlo?
—Claro, no tengo problema —aceptó Kendall, a pesar de que su deseo fue negarse, ya que sabía que su pierna derecha no le daría un día fácil.
¿Tal vez debería de hablar con uno de sus compañeros y cambiar?