CAPÍTULO DIECISIETE
Seavig guiaba a su flota en la negrura de la noche navegando por el Mar de los Lamentos, y la tensión se volvió espesa en el silencioso barco al acercarse al puerto de Ur. El corazón de Seavig latió más rápido al detectar a la flota Pandesiana, miles de barcos como siluetas negras contra el cielo que parecían llenar el mar. Tenían rodeado el puerto de Ur y, mientras Seavig examinaba la ciudad, le dolió el corazón al ver que la habían inundado. Este era un puerto que recordaba con mucho cariño, y su destrucción era como un cuchillo en su corazón.
Pero la pérdida de Ur no era su preocupación inmediata; en vez de eso, se concentraba en los inmensos números de la flota Pandesiana. Se preguntaba cómo su simple docena de barcos podría enfrentarse contra una flota de miles.
