[Ximena Carbajal]
Me levanté temprano, me vestí uno de mis mejores atuendos para la oficina. Un enterizo n***o ajustado con mangas cortas y cuello en V, era bonito, elegante y formal. Suspire mientras maquillaba mi rostro, hoy sería un día muy pesado para mí, no por que tuviera que estar al pendiente del hijo del tío Eugenio si no por que era mi primer día de regreso a la empresa después del fiasco de mi boda cancelada.
Detuve mi brocha para ver mi reflejo en el espejo. Si lo que me esperaba era parte de una especie de Karma, lo aceptaba, estoy consciente que no siempre he sido una buena persona, cuando se trata de trabajo no soy muy gentil ni amable con los empleados de la oficina. Estoy segura que seré la comidilla de ellos por los siguientes días. Suspiro. Tendré que ser fuerte.
Daniela y yo salimos rumbo a la casa de tío Eugenio en mi auto. Eran casi las ocho am.
—¿Cómo será el hijo del tío Eugenio? —pregunto de pronto Daniela, fruncí el ceño.
—¿Por qué la pregunta? —respondo en seco.
Daniela se encoge de hombros.
—El tío Eugenio era un hombre muy apuesto, siempre salía con chicas lindas, eso todos lo sabemos, ¿crees que su hijo hay heredado la sexy que era su padre?
Suelto una risotada, que cosas estaba diciendo Daniela. La conozco y se lo que pasa por su mente. Lo que sucede es que mi hermanita es una ilusa empedernida, ya se ha de estar haciendo ideas sobre este chico León.
—Deberías leer menos romance y más finanzas en lugar de soñar con alguien que ni si quiera conoces Daniela —le interrumpo. Daniela sonríe algo nerviosa porque he dado justo en el blanco de sus pensamientos, mi hermana es un libro abierto, aunque piense que no. Es fácil saber que es lo que piensa —además, ¿qué papá no dijo que este chico tiene 23 años? Es más chico que tu y que yo —digo con la intención de regresarla de su nube imaginaria.
—Puedo ser su sugar momy o… —se pone el dedo índice en los labios mientras la veo atenta —mejor todavía, él podría ser mi sugar daddy teniendo en cuenta que el tío Eugenio era más rico que papá.
Respiro entre exasperada y divertida con las cosas que está diciendo.
—ei… ei… ei… parale a tus ilusiones, nadie se enamorará de nadie, creo que es tierno pensar que puedes conocer a tu príncipe azul de esa manera, pero créeme, en el trabajo nunca lo harás, además, pronto conocerás a alguien que valga la pena Daniela, tu no necesitas estar fantaseando en un hombre desconocido, tu eres muy linda y buena.
—No soy tan bonita como tú —me interrumpe, me quedo en silencio sintiendo un nudo en la garganta.
—Pero de que me ha servido, tu eres buena Dani, no cambies eso y ya basta de estar pensando en cosas que no son…
Estaciono el auto frente a la puerta de entrada de la mansión del tío. Mi hermana me mira, no me muevo.
—¿Qué? —le pregunto.
—No te piensas bajar a saludar.
Ruedo los ojos.
Salgo del auto, “debo ser amable” pienso en mis adentros.
—Aquí lo esperamos —le digo quedándome a un lado del auto, me siento como un chofer esperando a su jefe y eso es algo incómodo.
—¿Cómo sabrá que estamos aquí? —pregunta mi hermana.
—Debe saber, papá le habrá dicho que vinimos por él, déjame marco a la casa para que le avisen —apenas saco mi celular del auto cuando vemos que sale un chico alto, cabello oscuro… abro los ojos como platos al ver que lleva puesta una camiseta pegada al cuerpo donde se marcan todos sus músculos del pecho y de los brazos, aparte lleva vaqueros de mezclilla.
—¡Madre de Dios! —exclama Daniela al verlo —¡Este hombre es un adonis!
Me acerco rápidamente a Daniela para darle un codazo. Miramos como él se acerca a paso lento hacía nosotras, lo observo detenidamente con el rostro serio mientras a mi hermana casi se le cae la baba. No puedo negar que el chico tiene buen ver, lo que me molesta es que…
—Hola, ustedes deben ser las hijas del señor Joaquín, ¿verdad?
Asiento.
—Yo soy Daniela mucho gusto —mi hermana le extiende la mano sacudiéndola con fuerza —ella es Ximena.
Este chico tiene una mirada extraña, me mira directo a los ojos, lo veo igual.
—Mucho gusto Ximena, yo soy León Hernández —me extiende la mano, lo saludo de manera muy breve por que cuando toco su mano, literal, siento un toque eléctrico en mis dedos. Los dos separamos nuestras manos de manera violenta. El me sonríe —perdón —dice.
—¿Piensas ir así vestido a la oficina? —pregunto de pronto, él parece que ha tomado mi pregunta como si fuera algo ofensivo, tal vez es muy sensible ya que frunce el ceño.
—¿Tiene algo de malo? Es una fábrica, ¿no?
Siento que mi sangre poco a poco hierve, soy una persona muy estricta para el trabajo, el es el dueño debería ir vestido de manera impecable con un traje, respiro tratando de tranquilizarme.
—No tiene nada de malo si vas a una reunión social, pero vas a tu trabajo donde eres el dueño, hoy será tu presentación ante los empleados en la oficina ahí es donde trabajamos nosotros, no en la fábrica.
León parece encogerse de hombros.
—Es que no tengo otra ropa que ponerme —dice de pronto, recuerdo que papá dijo que era un chico humilde, ahora entiendo por qué nos pidió que fuéramos amables con él.
—¿A que hora es la presentación Daniela? —volteo a ver a mi hermana que sigue hipnotizada viendo a León.
—ehhh... ehh… a las once am —contesta.
—Vamos a hacer esto, yo te llevo a la oficina mientras que tu preparas todo para la presentación de León y yo lo llevaré a comprar algo de ropa para que este presentable —digo dando la solución más acertada.
Daniela me clava la mirada.
—Y por que no intercambiamos papeles, tú ve a la oficina y yo voy con León a comprar ropa —dice Daniela poniéndose fastidiosa.
—Por que este es mi auto Daniela —le respondo ya algo enfadada. Mi hermana es muy terca. Se nota que este chico le ha gustado.
—Hubiéramos venido en el mío —dice derrotada.
—¡Suerte para la próxima! —espeto triunfante guiñándole un ojo. Siento la mirada extraña de León sobre mí, pero la ignoro —vamos, que tenemos poco tiempo.
Durante el camino mi hermana trata de hacerle platica, él responde todo lo que ella pregunta, como dijo papá se ve buen chico. Dejo a Daniela frente a la entrada del edificio de CarSo y baja a regañadientes. Le pido a León que se pase al asiento delantero y él lo hace. No es que me entusiasme demasiado llevarlo de compras por que imagino que quien tendrá que pagar seré yo, pero lo que quería evitar era la entrada a la oficina. Pensé que estaba preparada para recibir todas esas miradas, pero al parecer soy algo cobarde.
—Todo esto es algo nuevo para mí —dice él de pronto, lo miro de reojo, creo que trata de hacer algo de platica.
—Supongo que fue toda una sorpresa enterarte que de la noche a la mañana eres el dueño de una empresa ¿no?
El asiente.
—Hasta ahora no he visto nada de ese dinero —dice él con seriedad.
—Tranquilo, supongo que en estos días irá a buscarte el abogado de tu padre para entregarte todo lo que te heredo, creo que es un proceso algo largo.
León se queda serio. Me burlo internamente, no se ve como si fuera un cazafortunas o simplemente sabe disimular muy bien.
—Quiero el dinero de la herencia por que mi abuela necesita una operación o perderá la vista —entonces no es un cazafortunas, asiento.
—Espero te entreguen pronto el dinero para que tu abuela pueda operarse, mi padre me ha pedido que este al pendiente de ti, te enseñaré todo lo que pueda de la empresa.
—Yo no tengo estudios Ximena —aprieto el volante con mis manos, “se paciente” me digo internamente.
—Lo sé —le envío una falsa sonrisa —quien dijo que se necesitan estudios para manejar una empresa, lo que se necesita es inteligencia, tengo una licenciatura en economía y una maestría en finanzas y, ¿sabes qué? —él me mira perplejo —nada de lo que hago en la oficina me lo enseñaron en la escuela, claro te ayuda mucho saber, pero, de ahora en adelante te pondré a leer muchísimas revistas y artículos sobre finanzas —el semáforo se pone en rojo y yo pongo mi dedo índice en una de sus sienes —llenaremos esta cabecita de muchos números. Serás mi mejor discípulo.
—Gracias, te lo agradezco —dice para luego voltear a ver a través del cristal. León no me desagrada, no habla mucho, mientras haga lo que le pida todo estará bien, no quiero complicarme mucho la vida con él. Lo miró de reojo de nuevo, tengo que admitir que si es sexy, si es guapo, y si me lo imaginaría de muchas maneras en la cama. Ahora entiendo por que Daniela se puso de esa manera cuando lo conoció, sonrío para mí.