CAPÍTULO DOCE Roose, de rodillas estudiando el suelo, levantó la cabeza para recorrer el horizonte. Desde su izquierda llegó Oso Pardo, uno de los pocos exploradores Shoshone que quedaban en esta parte del territorio, montado en su poni pinto sin silla, con una Winchester acunada en sus brazos. Se bajó del caballo y se acercó para unirse a Roose. Consideró la tierra raspada y se arrodilló junto al explorador del ejército, examinando la tierra con los dedos. “Dos días”, dijo. “Quizás. Podría tardar un poco más. De cualquier manera, los estamos alcanzando lentamente”. “¿Y cuando los alcancemos?” Roose se puso de pie y estiró la espalda. “Afortunadamente, esa no es mi decisión”, dijo sin aliento. “¿Puedes ver algo más?” Oso Pardo pasó la palma de su mano por el suelo. “Aquí hay ponis, ad