CAPÍTULO CINCO
La única calle estrecha y llena de baches de Rickman City, silenciosa, lúgubre y dormida, serpenteaba delante de él. Cole estiró la espalda y se inclinó hacia adelante para pasar la mano por el cuello de su caballo. Calculó la hora en poco más de las seis, tomando sus cálculos del sol naciente que se asomaba lentamente sobre la cima de las montañas distantes al este. Esperaba que la ciudad comenzara a despertar en breve, que los ciudadanos emergieran y comenzaran con sus rutinas diarias. También dudaba que las cifras fueran tan grandes. Todo el pueblo tenía un vacío que le hablaba de abandono mezclado con mucha tristeza.
Fue a espolear a su caballo cuando una figura le llamó la atención. Un hombre, de edad indiscernible, de pie en el porche de lo que podría haber sido su c
