Mentirillas y entrevistas

778 Words
A Matías le extrañó no verla en la intersección de siempre, estuvo intentando recordar (o imaginar) el auto de la chica que aquel viernes lo había seguido hasta su propia oficia para exigirle, más que invitarle, un café y llegó a la conclusión de que no utilizaba el mismo vehículo todos los días. Esa posibilidad lo intranquilizó aún más que la furiosa cantidad de cornetazos quedaba para indicar que podía pasar.  Cuando llegó al parqueo buscó el campo de siempre, pero no estaba allí y alguien había parqueado en su puesto, no había cosa que le molestara más que eso.  Con el humor ya bastante alterado subió al último piso. Recordando por alguna razón, el demandante y arcaico discurso de su abuela que reclamaba a sus nietos sobre “la innegable presencia de la TODA LA FAMILIA en la fiesta de cumpleaños del m*****o más venerable del clan, o sea, ella misma”. En la recepción de su oficina vio a Ligia conversando con la chica. El recuerdo de Gabriela se había actualizado en una mujer completamente distinta. Una blusa y enagua de vestir insinuaban una silueta delicada pero enérgica, junto a un cabello muy bien recogido connotaban una tendencia a los detalles, los tacones altos negros lograban amalgamar la seriedad de un perfil profesional con la sensualidad de su juventud, y una bolsa blanca pulcramente aplanchada que,  por alguna razón, le trajo recuerdos de su hermana. —Buen días jefe, ya tengo su café, también un rollo de canela para acompañarlo. —¿Con manzana?—Asintió. —Eso es chantaje niña—Recibió el café que mucha falta le hacía y se llevó consigo el pastelillo. —En un momento te paso.  Realizó las primeras llamadas del día y pidió a Ligia evitar las interrupciones mientras atendía a la joven. —Buen día, mi nombre es Matías— él y la chica estrecharon manos, pero al mismo tiempo, ella le lanzó su mirada más intrépida, gesto que el joven oficinista supo aceptar y devolver, como dos contrincantes apasionados que se miden mutuamente un instante antes de comenzar una frenética contienda. Pasaron a la oficina.  —Vi tus horarios y no afectan con tus horas laborales, te puedo dar espacios cuando tienes exámenes y trabajos muy grandes ¿Traes tu currículo? —La chica asintió. Matías revisó el currículo con mucho cuidado, y aunque no entendía, tampoco le sorprendió saber que la chica cumplía y sobre pasaba las expectativas: al igual que él, hablaba inglés, alemán, e incluso tenía conocimientos sobre latín, sólo que además ella dominaba tanto el catalán como el italiano. También contaba con convincentes cartas de recomendación de la universidad que la postulaban como mejor promedio en su clase en ortografía. Y para sumar un poco más, había llevado varios cursos de comunicación y relaciones públicas. —¡Impresionante! — Dijo animadamente, enseguida agregó. —But first, I have some questions. —It would be a pleasure. —Estaba probando su inglés. — Ya lo vi... ¿Cuáles preguntas? —¿Tiene hijos? ¿Animales? ¿Pareja? ¿Qué tan buena es manejando estrés? ¿Por qué eligió su último trabajo? —No tengo nada, ni siquiera familia así que no me quitarán tiempo. Muy pocas veces me estreso y cuando pasa no es muy agradable. Mi último trabajo los disfruté porque me gusta estar en contacto con la imaginación de la gente, la mayoría va a un café a pensar, tranquilizarse y sus métodos dentro de ella son fantásticos para el que sabe verlos. ¿Usted?— sabía que no era una conversación informal, pero a Gaby no le importaba. —¿Yo? —Si... ya sabe hijos... Esposa... animales...—Matías no pudo evitar reír. —No he formado una familia. Sin embargo, tengo una hermana de diecisiete años que es muy necia; se comporta como mi esposa y mi hija a la vez, visita siempre que puede pero la quiero. El resto del tiempo lo comparto con mi perro Chess. —¿Entonces, tiene damas de compañía? —Eso es parte de mi vida personal. Soy yo quien hace las preguntas — le extendió el contrato y como pudo, sostuvo la seriedad en su rostro y en su voz. — El puesto es suyo, ahí está mi propuesta de salario y algunas indicaciones. ¿Tiene preguntas que no se basen en mi vida personal? -¿Le gustaría que tuviésemos señas o claves?- a Gabriela le encantaba provocar. —Más adelante — Respondió Matías su nuevo jefe, al que le gustaba ser provocado, entonces Gaby, luego de intercambiar electrificantes miradas con él, firmó el contrato que le cambiaría la vida.            
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