Camila vio a uno de sus jefes salir de la oficina en el mismo estado que llegó, pero esta vez al pasar a su lado él se agachó para susurrarle algo al oído. — No te diviertas tanto con mi sufrimiento — Como respuesta ella se rió y se encogió de hombros. Camila nunca notaba las miradas de profunda envidia que le enviaban varias de sus compañeras de trabajo, nunca se creía receptora de nada que tuviese que ver con que otras personas desearan estar en su lugar, después de todo, ¿quién rayos querría ser como ella? Ni bien el morocho salió de la oficina un mensaje llegó a la computadora de la chica. “Por favor puedes venir a mi oficina” ese era Marcos. Se puso de pie y miró a sus compañeros, era raro que Marcos la llamara si no tenían una reunión pactada. — Marcos me llamó, ¿nos hemos olvid