Ni bien las puertas del ascensor se cerraron la tomó en sus brazos, apoyó la espalda de la castaña contra la pared metálica y la comenzó a besar con pasión. Necesitaba sentirla cerca de él, había imaginado ese momento tantas veces que no podía despegar sus labios de los de Camila. Ella se apretaba al tonificado cuerpo de aquel espectacular hombre que tantas mujeres deseaban, a ese que a ella le sonaba inalcanzable, tan lejos de su realidad que hasta era gracioso sospechar que esos labios estuvieran sobre los suyos, comiéndola sin piedad. Trataba de procesar en su mente la información de que él la había elegido, pero sabía que eran muchas las que habían pasado por sus brazos y también luchaba contra el pensamiento de que él solo se estaba dejando llevar, de que ella se había entregado dem