CAPÍTULO TRES
El calor lo golpeó como un martillo de los dioses, pesado e implacable. Empapado en sudor, Cole hizo todo lo posible por mantener la velocidad, pero cuanto más continuaba el viaje, más difícil se volvía. Decidió no desviarse hacia su casa. Maddie estaría allí, pero no esperaría que él apareciera hasta el final del día, sabiendo muy bien que la ayuda de Cole al joven Sheriff siempre tomaba más tiempo de lo previsto. Encontraba tedioso caminar por la vieja casa grande de su padre y, desde el allanamiento y todos los horrores que siguieron, prefirió estar en la ciudad y pasar sus días, tratando de no pensar demasiado en Maddie y las comodidades de la maravillosa casa que ella había creado para ambos. Pero era un hombre con problemas, como comentaba a menudo la propia Maddie. Un
