Samantha Brooke:
–Bueno, esto es lo mejor que puedo lograr
Me hable a mi misma al espejo con un suspiro viendo mi apariencia, quisiera decir que soy hermosa, pero no me siento así.
Mi cabello es n***o como lo tienen muchas chicas, mis ojos color marrón demasiado comunes y ni siquiera se notan porque uso anteojos desde los 15 años, tampoco tengo un cuerpo espectacular y llamativo, soy delgada a veces siento que demasiado y no me atrevo a colocarme una ropa que muestre demasiada piel o muy ajustada, ese no es mi estilo y jamás lo hubiera hecho hasta que…
Observé el vestido n***o colgado en mi armario, aún lo tengo.
–Samy, ya es tarde y aún no has desayunado –grito mi madre de pronto.
Así es, soy una mujer de 25 años que vive con sus padres, soy un fracaso total.
Bajé hacia el comedor donde papá está sentado leyendo su periódico mientras mamá está atenta a su teléfono ajustando su horario para sus próximas presentaciones.
Mi madre es una reconocida cantante, su cabello rubio hasta los hombros le va muy bien con su piel bronceada, ella es muy hermosa y tambien se siente así; mi padre es su representante, me parezco más a él, incluso hasta el en caracter; ellos tienen muchos años de trabajar juntos y siempre salen en las giras juntos desde que era niña y me dejaban con Nani la niñera que con el tiempo ya no necesite, pero sigue aquí; no me atrevo a irme de casa, solo pensar que debo vivir sola sin su compañía es demasiado para mí, estoy bien en casa.
–Cariño, no sabes cuánto te extrañe este tiempo ¿Conociste a algún chico? –curioseo mi madre
–Mamá fue un viaje de negocios y estuve ocupada –respondí
–El amor puede venir de cualquier parte ¿No es así? –vio a mi padre y él asintió despacio –solo tienes que darte una oportunidad.
–Gracias mamá –me levanté antes de que siguiera diciéndome esas cosas –Ya me voy, feliz día.
Me despedí de mis padres antes de que mi madre continuará con la charla de buscar un buen hombre y mi padre súper incómodo solamente afirmando o negando lo que mamá dice, siempre era lo mismo con ellos.
Me subí al auto y conduje hasta la oficina.
–¡Samy! –escuché a la chica castaña de ojos azules llamarme.
–Hola Sara –la saludé
–Hola Sara nada –se acercó a darme un abrazo –me tienes que contar que pasó en el viaje –me susurró al oído.
–Fue un viaje de trabajo –repetí
Cuántas veces en el día tendría que decirlo, el señor Sebastián Wiles y yo habíamos viajado un par de meses por unos negocios de la empresa.
–Eso lo sé –movió su mano –pero el señor Wiles te llevó y se quedaron en el mismo hotel ¿No es así?
–En el mismo hotel, no la misma habitación, Sara –le aclaré
–Samy, me vas a decir que no pasó nada de nada –curioseo.
Me hubiera gustado decirle que ese fue el mejor viaje de mi vida y que Sebastián Wiles me había declarado sus sentimientos con una cena romántica algo así como en las películas, incluso que ahora ya éramos una pareja; pero las cosas no siempre salen como yo quiero ¿Por qué? Porque soy una cobarde que no se atreve a decirle que estoy enamorada de él.
–Fue solo trabajo, Sara –conteste –no pasó nada y no creo que pase ¿De acuerdo?
–A mi solo me parece extraño que siempre te lleve a todos lados con él –levantó las manos.
–Tendrá algo que ver con qué soy su asistente –rodé los ojos.
–Así lo ves tú, pero para mí que hay otros motivos –pico mi estómago.
–Mejor deja de ver motivos y ve a trabajar –le señalé el pasillo cuando estaba llegando a la oficina.
Comencé con mis actividades diarias de la oficina, tenía mucho trabajo debido a que nos habíamos ausentado este tiempo y había que ordenar todo, había recibido una llamada del hotel SurEste sobre una fuga de agua y debía solucionarse de inmediato porque cada día que pasaba cerrado era una perdida bastante grande para la empresa.
Entré a la oficina del señor Wiles inspeccionando que todo estuviera en orden antes de que él apareciera, eso había pensado hasta que al abrir la puerta di un salto involuntario del susto al encontrarlo detrás de su escritorio.
–Señor Wiles –titubeé
–Hola Sam, lamento si te asusté –sus ojos grises me vieron, lo que me hizo sentir nerviosa. Tenía esa mirada intensa que sentías que podía leerte los pensamientos.
–No… yo pensé que no había nadie –baje la mirada y continúe caminando hacia su escritorio –hubiera venido antes de haber sabido…
–Está bien, Sam –me detuvo y observé que pasó sus dedos por sus ojos, parecía cansado como si no hubiera dormido –Solo quería revisar unas cosas antes de empezar el día.
–Si, señor Wiles –lo pensé un momento –¿Quiere que le traiga un café?
Sus ojos me vieron nuevamente y me sonrió a boca cerrada.
–No te preocupes, yo iré más tarde –suspiro.
Asentí y salí de ahí antes de que mi pobre corazón ya no resistiera más.
Había estado trabajando para el señor Wiles durante 3 años y no podía acostumbrarme a su mirada o la forma en que me sonreía.
Además tenía que bajar a la cafetería para traerle café porque él no saldría de esa oficina con todo ese trabajo y nunca me pedía ese tipo de cosas aunque siempre le ofreciera; desde que comencé a trabajar con él fue muy específico al decirme que estaba para asistirlo en papelería y tareas de la empresa y no para otra cosa.
–Hola Samy –me sonrió Tom
–Hola Tom –le saludé y seguí observando los panecillos que tenian algo encima–¿Este tiene almendra?
–No señorita –respondió la chica que me atendió
–Me puede dar dos para llevar, por favor –le ordené
Ella tomó la orden y se alejó.
–¿Te hace daño la almendra? –preguntó Tom
–No son para mí –respondí –bueno, es que el señor Wiles vino temprano.
–¡El jefe está aquí! –me interrumpió Tom que por suerte no notó mi nerviosismo –¿A qué horas entró que nadie lo vio? –se rascó la cabeza –mejor voy a avisar al departamento de informática
Se dió la vuelta y se fue, Tom era el ingeniero en informática, era muy amable y lindo con todos aunque algunos siempre querían aprovecharse de él.
La chica regresó con mi pedido y subí al ascensor de regreso a la oficina.
Al entrar a la oficina del señor Wiles seguía revisando una fila de papeles.
–Yo… le traje esto –murmuré dejando el café y los panecillos en un pequeño espacio de su escritorio.
–No tenías que hacerlo –soltó una pequeña risa.
–Es que fui por algo para mí y pues ya estaba allí –mentí
Extendió su mano para tomar el café y le dió un sorbo sin dejar de sonreír.
–Sigues sin practicar –colocó el café nuevamente en el escritorio –las mentiras no son lo tuyo.
–Lo lamento –bajé la mirada y me detuve cuando iba a salir al escucharlo.
–Gracias, Sam.
–Si, señor Wiles.
Me dirigí a mi escritorio nuevamente para continuar con mis obligaciones, iba a ser un día muy estresante para todos, sin mencionar que cuando el jefe no estaba en la oficina los compañeros de trabajo eran un desastre y después de un tiempo ausente seguro teníamos una carga de trabajo pendiente, iba a ser una larga semana.
Solo espero que el señor Wiles se sienta mejor, porque al entrar está mañana a su oficina lucía bastante mal y aunque siempre intenta darme una sonrisa, no podía ocultarlo, yo podía ser una pésima mentirosa, pero él era un pésimo actor, aunque no se lo mencionará porque es mi jefe. ¿Tendrá algún problema? ¿Le habrá sucedido algo? O ¿Será por lo que pasó en el viaje?
Nota del autor: Mis soñadoras continuamos con nuestra linea temporal de romance, si eres nueva puedes continuar leyendo que iremos explicando poco a poco lo que pasara, pero si tienes dudas de quienes son estos hermosos personajes puedes ir a leer *La chica del restautante * en donde está la primera aparición de nuestra dulce y tierna Samantha y su jefe Sebastián, no se olviden agregarla a su biblioteca y seguirme en mi perfil para actualizaciones, besos.