Pasó el tiempo y nuevamente todo parecía ser normal, Carlo ya tenía 4 años y estaba comenzando a decir algunas palabras. Emilia, quien al principio no quería acercarse mucho, comenzó a pasar más tiempo con él, siendo vigilados por Mariella quien no confiaba para nada en aquella mujer que solo había hecho de su vida más pesada. Sin duda, Emilia había desarrollado mucho cariño hacia Carlo, este le recordaba a cuando su hijo era pequeño, y también le daba el amor que su hijo no le daba, de hecho, era la única persona que le daba amor, pues toda su familia había fallecido menos Alonzo.
En cuanto a Mariella, aunque no sufría de ninguna necesidad, aun le faltaba algo, ser feliz. Lo único que la hacía aguantar todos los abusos de su marido era su hijo. Ella no podía dejar que le pasara nada, no podía permitirse morir y dejar a Carlo entre las garras de Alonzo, por lo que solo siguió aguantando.
La mañana del 4 de marzo del 1950, como cualquier día normal, Mariella salió a desayunar al ver que Alonzo estaba yéndose al trabajo. El día era brillante y soleado así que decidió ir a comer fuera, pero se dio cuenta de que su esposo aún no se había marchado. Al parecer se había quedado a hablar con otro hombre, y como no tenía nada que perder, decidió escuchar a escondidas lo que aquellos hombres conversaban.
-Señor, el jardinero ha renunciado. Dijo que ya no podía ser parte de más abusos en contra de la señora- dijo el hombre
- Esto es increíble, a él no le tiene que importar lo que pase o no pase con mi esposa, ya que es mía. ¡Mejor consigue un nuevo jardinero, algunas plantas silvestres han comenzado a crecer en el patio y necesito que sean cortadas ya! – respondió Alonzo antes de marcharse para ir a su trabajo.
Tras escuchar esto Mariella no supo que pensar, le apenaba que los empleados tuvieran que ver todo el escándalo que hacía su marido, también le apenaba aquel jardinero, ya que este había intentado ayudarla en varias ocasiones, pero solo conseguía problemas con Alonzo. -Supongo que no está en mi destino ser feliz y hacer que todos también estén felices- pensó Mariella, quien no pudo terminar de desayunar gracias a todos los sentimientos que tuvo en el momento.
Después de aquel suceso reflexivo, decidió entrar a la casa solo para encontrar a Emilia con Carlo, pero decidió no interponerse, pues al acercarse un poco pudo notar las lágrimas de Emilia caer al abrazar a su hijo y por más que la odiara, ella sentía que la mujer tenía derecho de estar, aunque sea un momento a solas con Carlo, ya que había demostrado realmente quererlo y no estaba siendo tan problemática como en el pasado.
Después de retirarse, pidió a una de las empleadas que cuidara al niño. Luego de lo que pasó en la mañana sintió que necesitaba un espacio para estar a solas así que se dirigió a la laguna que se encontraba en la propiedad, y allí pasaría horas leyendo y pensando hasta que dieron las 6:00 - ¡Dios mío! ¿Cómo no pude darme cuenta de que es tan tarde? – se dijo a sí misma con notable preocupación. Luego, recogió todas sus cosas y salió presurosa de vuelta a casa, sabía que se había tardado demasiado y no quería que su esposo la encontrase fuera tan tarde.
Como la laguna quedaba un poco alejada de su hogar, Mariella tuvo que quitarse sus delicadas zapatillas y comenzar a correr, pues la última vez que había llegado tarde a casa, Alonzo le golpeó, y obviamente, Mariella no quería que esto volviera a suceder.
Fue tanta la prisa de Mariella, que de un momento a otro se había chocado con una persona y ambos cayeron al piso. Un tanto confundida de lo que había pasado, la joven sube la cabeza y se encuentra con un hombre que nunca había visto.
- ¡Disculpe! Tengo prisa y no me fijé en el camino- dijo Mariella, aun confundida por lo que acababa de pasar.
- No se preocupe, soy el nuevo jardinero de esta casa y aun no me ubico muy bien, por lo que no puse atención y bueno… Llegamos hasta aquí- Respondió el hombre, que al parecer era el reemplazo del jardinero.
- Esta es mi casa, ¿Cuál es su nombre? – le preguntó Mariella
- Adriano, Adriano De Santis para servirle señorita – respondió
-Bueno Adriano, me da un gusto conocerte. Espero que nuestro próximo encuentro no sea gracias a un choque, por cierto, me llamo Mariella- le dijo antes de ponerse de pie y seguir corriendo.
Fue muy extraño, Mariella nunca pensó encontrarse con alguien como así siendo jardinero y mucho menos chocarse con él en su primer encuentro. Sin dudas despertaba su curiosidad, pues Adriano en realidad lucía bien; tenía alrededor de 27 años, un cuerpo musculoso y no se veía mal. Sin dudas había causado algo en Mariella, quien hace mucho no veía personas jóvenes como ella y mucho menos, así como Adriano.
Luego de pensar en lo sucedido, solo regresó a casa e hizo como si nada hubiese sucedido. Alonzo no había llegado, así que todo estaba bien. Luego de darse un baño salió con Carlo a esperar a su esposo en una mesa exterior al frente de la casa.
Mientras tanto, Emilia se quedó dentro pensando. Al parecer había visto el choque y se le hizo extraño, pero no diría nada… Aun.