CAPÍTULO OCHO Tras hacerse con un café, Mackenzie regresó a Living World. Sabía que era una iglesia grande, así que concretar alguna persona que pudiera tener información entre el personal y la congregación podría llevarle años. Se imaginó que, si la noticia se había hecho pública y habían comenzado las rondas de llamadas de teléfono, cabían muchas posibilidades de que los más cercanos a Woodall estuvieran en la iglesia—quizá ocupados con la preparación de servicios en su memoria o simplemente pasando por la iglesia para estar más cerca de Dios durante su luto. Una vez más, su intuición le dio la razón. Cuando llegó a la escena, ya habían retirado a Woodall del portón de entrada. Y a pesar de que todavía seguían allí unos cuantos miembros de la policía local y del Bureau, también había u