CAPÍTULO VI Cuando se dirigía hacia la catedral, en medio de las desbordantes manifestaciones de entusiasmo de la multitud, que la vitoreaban a ambos lados de la ruta, Xenia sentía no sólo que estaba viviendo un sueño, sino que debía hacer algo para detenerlo. A cada momento, antes de salir del Palacio hacia la iglesia, esperaba ver aparecer a Johanna. Tres veces envió a una doncella a preguntar abajo si no había llegado a buscarla “una dama de Inglaterra”. La respuesta, en cada ocasión, había sido negativa, de modo que no pudo hacer otra cosa que permitir que Margit la vistiera con el hermoso traje de novia, bordado de brillantes, que venía en el equipaje de Johanna. Comprendió que Johanna debía haberlo comprado en París, con la intención de llevarlo a Prusen, donde, según había come