Capítulo 8 No iba a tolerar tanta indisciplina y falta de respeto, si esa mocosa seguía con sus berrinches, terminaría en una habitación como una verdadera prisionera. La llevé a casa, sin importar lo que dijera su madre, a fin de cuentas ella firmó ese contrato y yo podía hacer lo que se me antojara siempre y cuando no la perjudicara a ella, por lo tanto, me pareció prudente llevarla a mi hogar, quizás ahí podría reflexionar mejor en todas las cosas y comenzar a comportarse como una adulta. Dejo de golpear el cristal, que obviamente nunca podría romper, entonces pude observar por el espejo retrovisor como se quedaba admirando los edificios cuando pasábamos, su rostro denotaba curiosidad y a la vez asombro, no pude evitar esbozar una sonrisa de labios cerrados y de pronto me encontraba