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La virgen embarazada

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Blurb

Berenice Spencer una chica de 15 años con sueños y aspiraciones, de graduarse para estudiar en la universidad de Yale. Sin embargo, la vida cambiaría sus planes por un error que le costaría su futuro. Ese dicho error la llevaría a conocer al hombre más prepotente , egocentrista y cretino del mundo, Maximilian Relish un Ceo magnate de múltiples empresas, quien por obligación de sus padres se ve en la obligación de buscar un heredero, pero su carácter tan exigente con las mujeres lo hará declinar la opción de casarse para poder tener ese heredero, tomando así la decisión peligrosa que lo llevaría a Berenice y a partir de ese momento ambos aprenderán que hay lazos fuertes capaces de unirlos para cambiar sus pensamientos por completo acerca de la vida y el amor.

En esta historia todo puede pasar, y jamás son parte de una casualidad.

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Cosas de mujeres
Capítulo 1 —Oh, rayos —murmuré viendo mi ropa interior teñida de un rojo vibrante. Mil cosas pasaron por mi cabeza, pero sin duda la peor de todas, era terror de que todos fueran a hablar de mí, acababa de huir al baño de chicas debido a ese incidente, puesto que me encontraba en mi respectiva práctica de voleibol. Para mi mala suerte, el equipo era mixto, por lo tanto, uno de mis compañeros fue quien notó aquella línea de sangre corriendo por mi pierna derecha. Corrí sin pensarlo dos veces, temía que algo se hubiera roto dentro de mí por algún golpe causado al balón de práctica, sin embargo, ahí me encontraba viendo mis bragas totalmente cubiertas por ese líquido, como si freddy krueger y Jason se hubieran unido dentro de mis pantis, obviamente yo tenía conocimiento de lo que ocurría tampoco era estúpida, por el hecho de que eso tuvo que ocurrirme algunos años atrás, pero según mi madre, era normal que una chica de 15 aún no tuviera la regla. No obstante, ese día llegó y me sentía totalmente extraña, seguido de esa punzada en mi vientre que se hacía más fuerte con los segundos transcurridos. 《 Tranquila, Berenice, debes respirar》 Quise calmarme, para no pensar en el dolor, sin embargo, esa punzada se intensificó obligándome a caer sentada en el piso del baño, me abracé acurrucándome en posición fetal, mientras encomendada mi vida, definitivamente iba a morir. —Bere, ¿Estás bien? —dijo la voz de Clara, del otro lado de la puerta —. Escuché que tuviste un pequeño incidente —completó y torcí los ojos. —Qué rápido corren los chismes aquí — espeté y nuevamente esa punzada me apuñaló —Ay, ¡Rayos! Esto duele —me quejé intentando respirar. —Awww, mi amiga ya es una mujer —festejó la idiota de Clara. —Cierra la boca, de saber que esto dolía así de horrible, preferiría ser hombre —confesé al borde de las lágrimas. —Tranquila, solo abre la puerta y te ayudaré, traje algunas cosas que vas a necesitar —aseguró y estiré mi mano quitando el seguro para que pudiera entrar, ella pasó y me observó en el piso como si analizara la situación, sonrió y saco un pequeño bolso cuadrado abriendo el cierre revisando su interior, luego visualice unos paquetitos que pude identificar como tampones y seguido de eso unas toallitas húmedas, me las extendió y las tomé con dificultad, porque el dolor no me dejaba moverme. —¿Qué hago con esto? —interrogué y enarcó una ceja. —Pues ponértelo amiga, no andarás por toda la escuela como si fueras Carrie —justificó dando un punto razonable. Clara podía ser tan directa a veces que llegaba a odiarla, pero no sabría qué hacer sin ella, siendo mi mejor y única amiga la cual conocía todos mis secretos, ambas manteníamos una relación estrecha, casi como hermanas, debido a que nos conocíamos cuando las dos éramos un par de mocosas. Ella siempre estaba ahí para mí cuando la necesitaba y apreciaba esa lealtad de su parte, nosotras manteníamos un lazo especial, que no podía romperse tan fácilmente. Luego de cambiarme de ropa, tomarme una pastilla y estar metida debajo de mis sabanas, empecé a pensar en todas aquellas conversaciones que tuve con Clara, nosotras a menudo hablamos de mi extraña condición porque normalmente las chicas de mi edad ya habían pasado por eso y a pesar de que yo era bastante formada para mi edad, lo cual se debía a mi padre… Bueno, eso decía mi mamá, porque siendo honesta nunca lo conocí, debido a que murió cuando yo aún estaba en la panza de mi progenitora. Mamá siempre hablaba de mi gran parecido a él, como el cabello castaño con ondas sutiles y lo agraciada que yo era al tener ojos grises y piel blanca como una porcelana. No podía negarlo, mi apariencia tenía flechados a unos cuantos, además de que mi cuerpo, a pesar de no haber llegado a la pubertad, el hecho de practicar un deporte tan completo como el voleibol y ser la capitana de ese equipo, me mantenía en forma resaltando aquellos atributos que heredé de mi padre y madre como mis piernas largas y esbeltas, una cintura de avispa, trasero redondo firme y senos formados uniéndose todo eso me hacían ver mayor para mi edad. Todos y cada uno de esos pensamientos se mezclaron, recordándome que ya no era una niña, como dijo mi madre, esa etapa había pasado y la actual era una nueva, y es que llegar a la pubertad se trataba de una responsabilidad, donde debía cuidar más aún mi cuerpo. Yo conocía ese bicho que picaba a todas las chicas y chicos de mi edad, porque fui espectadora con mi amiga Clara, ella vio la regla tres años antes que yo y cuando cumplió 14 se puso insoportable con los chicos, estuve a punto de arrancarle las orejas cuando me di cuenta de que ya tenía novio. Luego terminó con él y se metió con otro chico, temí que eso mismo me pasara y yo fuera una loca la cual se besuqueaba con todos los muchachos de la escuela. El dolor en mi vientre me hizo recapacitar prometiéndome a mí misma, que no llegaría a eso y tampoco iban a dejarme dominar por las hormonas por muy locas que se pusieran. La puerta de mi habitación rechinó y levanté la mirada notando que se trataba de Diamond, mi hermanito menor de 5 años. Después de que papá muriera y al cumplir los 7 años de edad, mamá conoció a Emiliano, quien parecía ser un buen sujeto, y aunque no lo veía como un papá, nos la llevábamos bien. Luego de casarse, mi madre quedó embarazada cuando yo cumplí los 10 años, desde ese momento ese pequeño se convirtió en mi más grande amor, tanto él como yo nos amábamos profundamente, ese niño era el más dulce de todos y yo siendo su hermana mayor, desarrollé ese instinto protector hacia él. —Bede —exclamó feliz de verme en casa, se lanzó a la cama para querer jugar, sin embargo, no estaba de ánimos ni siquiera para moverme, ese estúpido dolor de vientre me mantenía inmóvil porque cualquier movimiento en falso generaba una punzada que me retorcía por dentro. —Di, pequeñuelo —pronuncié dándole un abrazo, más él insistía en querer jugar y lanzarse sobre mí, pero al tocar por accidente mi vientre solté un quejido de dolor. ¡Ay! —gemí y él se asustó. —manita te dastime —se disculpó y negué aguantando aquel dolor, volví a respirar hondo intentando curvar una sonrisa. —No, no, solo estoy un poco enferma, ¿qué te parece si mejor hablamos aquí —señalé la cama haciéndole espacio, él arrugó las cejas y de forma seria preguntó. —¿Dónde te duele? —dijo con su voz infantil curiosa, que me generaba extrema ternura. —Aquí señalé mi vientre y amplió los ojos, se levantó de la cama y salió de la habitación sin decir nada, esperé intrigada porque ese niño demostraba tanta madurez a su edad, que me dejaba fascinada. Luego de varios minutos, lo vi regresar con un cuenco pequeño y se volvió a subir en la cama, al observarlo mejor, noté que dentro se hallaba una toalla húmeda. Hizo una seña indicando acostarme, le hice caso y tomó entre sus manitas pequeñas la toalla para colocarla en mi vientre, la dejó ahí y el calor provocó una sensación agradable, la cual me ayudó con el dolor, me empezó a acariciar la cabeza y cantarme una canción la cual parecía haberse aprendido en la escuela, sin darme cuenta aquellos mimos me hicieron sentir mejor, por lo tanto, el sueño ganó la batalla y no supe nada más hasta la mañana siguiente. No fui a clases y por fortuna, debido a que era fin de semana, sin mencionar el horrible humor que tenía, todo me molestaba al punto de volverse fastidioso. El simple hecho de escuchar la voz de otro ser humano, me irritaba, mamá se dio cuenta por lo cual dio aviso a Emiliano de no pensar en dirigirme la palabra y en cuanto a Diamond, él podía hacer lo que quisiera conmigo y jamás me molestaría. —Bere, cariño, cité para que el martes vayas con la ginecóloga, supongo que para esa fecha ya se te habrá ido —explicó mientras preparaba el desayuno, yo me limité a asentir porque mi mal humor seguía. Así pase el dichoso fin de semana, ni siquiera quise hablar con Clara, en cambio, me encerré en la habitación hasta que aquel monstruo desapareciera y Berenice volviera a la normalidad. Llegó el día de ir a la ginecóloga, y para mi mala suerte un día antes las maestras de mi hermanito menor dieron aviso de que ella debía asistir a una reunión importante, lo cual me dejó en la única alternativa de ir con Emiliano, no me pareció agradable la idea, sin embargo, ya mamá había hecho la cita la cual se pagaba con anticipación para evitar cancelación de último momento. 《 Rayos, como si la vida no fuera suficientemente mala conmigo》 Me lamenté. Pasamos todo el camino que él condujo en silencio, yo no podría tener un tema de conversación con él, pocas veces cruzábamos palabras desde que cumplí los 13 años y el simple hecho de estar en el mismo lugar se tornaba incómodo, yo no tenía la confianza suficiente a pesar de conocerlo durante varios años. No obstante, hice lo posible para no parecer grosera y justo antes de llegar por fin dije unas palabras. —Eh, Emiliano, si quieres puedes firmar como mi representante, pero no es obligatorio quedarte a esperar, puedo llamarte para que pases por mí —le propuse, a lo cual no se negó, dándome a comprender que también le incomodaba la situación de acompañarme especialmente a ese sitio. Me dejó en la sala de espera y acordamos que yo lo llamaría, cuando dijeron mi apellido, levanté la mano y ambos nos acercamos al recibidor para que él pudiera firmar como representante adulto. La enfermera arrugó el entrecejo, pero no hizo preguntas, murmuró algo ininteligible y luego me indicó esperar. Emiliano me dejó en ese sitio y se fue indicando estar al pendiente de mi llamada. Lo contemplé marchándose y permanecí sentada viendo mi celular, minutos después escuché mi apellido avisando que ya era mi turno. Cuando me acerqué a la puerta y entré, pude notar a la mujer sentada con una bata blanca, mascarilla y guantes azules. Contemplé la estancia con desconfianza y miedo al mismo tiempo. Una camilla justo al lado donde se encontraba la mujer de bata, quien al verme indicó el baño ordenando cambiarme de ropa y ponerme una bata. Obedecí temerosa y deseando haber ido con mi madre, estar en ese lugar no me daba confianza y no tenía idea por qué rayos, sentía una sensación tan rara, como si algo malo fuera a pasar. Sacudí la cabeza olvidando aquellas ideas y decidí respirar tomando valentía, me puse la bata la cual estaba abierta por la parte de atrás dejando al aire mi trasero. 《 Vaya, jamás pensé que otra mujer me vería desnuda》 Reflexioné, pero no quedaba de otra. Recosté mi cuerpo en aquella camilla fría escuchando cada orden que indicaba la mujer con cubrebocas y guantes de látex. —Relájate y coloca tus piernas aquí —dijo señalando los estribos a los lados de mis pies. Miré eso pensando que eso ya se había vuelto muy personal, esa mujer literalmente iban a ver hasta lo más íntimo de mí. Entonces, recordé lo dicho por Clara, quien había comentado su primera visita al ginecólogo, ella mencionó algo de tener las piernas abiertas, y de haber sabido que yo estaría en esa situación, hubiera considerado bastante tiempo el hecho de tener esa cita. Cerré los ojos esperando y puse la mente en blanco, a fin de cuentas pronto acabaría. Y así fue, ella avisó haber culminado con su trabajo y pude volver a ponerme la ropa, anotó algo en una carpeta sobre un escritorio a su lado, pero no me dijo nada más, entonces mi curiosidad hizo preguntar. —¿Cuándo me darán los resultados? —fue lo primero que se me ocurrió decir, y ella enarcó una ceja, al parecer se notaba confundida, no obstante solo se limitó a contestar profesionalmente. —Solo, limítate a venir el mes siguiente, todo está bien contigo, estás completamente sana y únicamente queda esperar —señaló, y a pesar de no entender, agradecí saliendo del lugar, avancé hasta la puerta y recorrí el pasillo en dirección a la salida, sin embargo, al distraerme terminé tropezando con un sujeto, miré con asombro al hombre de fino traje, barba bien cincelada y porte de actor hollywoodense, empero aquel sujeto me vio con desprecio poniendo mala cara. —Fíjate por donde pasas —soltó, pero no pude reprocharle absolutamente nada, debido a que en menos de dos segundos ya estaba a una distancia razonable, parecía llevar prisa y me culpó a mí el muy cretino. 《Idiota》 Pensé tomando mi celular para llamar a Emiliano, y que pudiera recogerme en la clínica.

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