Capítulo 29 La rodeé con mis brazos con un enorme deseo de no soltarla jamás, me aferré a su delicado cuerpo volviendo a la vida, porque en definitiva yo estuve muerto esas horas que ella había desaparecido. —Berenice —volví a susurrar su nombre y con ambas manos sujeté su rostro lleno de lágrimas para contemplar esos ojos grises que me trasladaban a otro universo. —Aquí estoy Max —murmuró volviendo a apoyar su cabeza en mi pecho, besé su coronilla y en ese instante, su madre nos interrumpió. —Oh, mi niña, mi pequeña Berenice, estaba tan preocupada por ti, pensé que no volvería a verte —dijo sollozando para rodearla con sus brazos, la ayudé a poner de pie apartándome un poco y al mirar al lado izquierdo pude notar que Zaire estaba parada al pie de las escaleras sonriendo, caminé has