Capítulo 1

1003 Words
No importó cuánto me resistí, el mar no dejó de arrastrarme hasta lo más profundo de sus entrañas. Cuando no tuve más fuerzas y el poco aire que me quedaba en los pulmones se disipó, entregué mi cuerpo a aquella sensación donde sólo te entregas a la corriente y simplemente ves cómo lo pierdes todo sin ni siquiera poder evitarlo. Nada podía hacer más que sólo ver cómo perdía aquella parte de mí que me devolvió a la vida. Estaba perdiéndome de nuevo entre las tinieblas y entonces me encontré conmigo misma de frente. Contemplé aquel cuerpo carente de expresión y comprendí que había llegado el final de mi camino. Sin embargo, de repente sentí un dolor en mis costillas. Algo se había aferrado a mi cuerpo y no estaba segura de qué estaba sucediendo. De pronto, estaba en movimiento y una luz segadora me devolvió el aliento. Tras toser como una desgraciada, escupí bastante agua que no sabía en qué momento había llegado hasta mis pulmones. Vi unos cabellos dorados que contrastaban con el cielo e inevitablemente, sucumbí ante el cansancio al que ni siquiera pude darle pelea. Cuando desperté y me encontré dentro de una fosa junto a varias mujeres, entendí que estaba en problemas. En un cuarto casi a oscuras, acompañada de llantos que no cesaban. Una niña que hacía rato me estaba inspeccionando vio el momento en que abrí mis ojos y abrazó a quien supuse era su madre. Me levanté al instante y tan pronto lo hice me lamenté de haber reaccionado tan bruscamente. La sangre que tenía acumulada en la cabeza bajó de repente y hasta que comenzó a circular normalmente tuve una recaída que me dejó ciega por unos cuantos segundos. Para cuando volví en sí, comprendí que el cuarto se movía. Emitía movimientos un tanto bruscos y ondulantes. Era tedioso el simple hecho de mantenerme de pie. Quería golpear a alguien. Me sentía terriblemente molesta. — ¿Estás bien? Has estado inconsciente varios días... — preguntó una señora anciana a quien quedé viendo perpleja por su longevidad. — ¿Quiénes son ustedes? — inquirí con la voz ronca. — Somos prisioneras de este barco. — explicó ella. De pronto, se escuchó que abrían una rejilla y se asomó un sujeto cargando una serie de cajas. Tan pronto como bajó de las escaleras, le sorprendí y lo dejé noqueado a un costado. Las mujeres corrieron hacia las cajas casi sin percatarse de lo que había hecho. La anciana contempló mi expresión en silencio y tras intercambiar miradas, asentí dejándole el resto a ella. Subí a la cubierta del barco sólo para arrancar cabezas. Necesitaba desahogarme como fuera. Estaba enfadada con todo mí ser, echaba chispas de la furia contenida. Me encontré con varios sujetos y tras dejarlos inconscientes a un costado de mi camino fui directo al sujeto que se me quedó haciendo frente desde aquel lado del buque, viéndome con recelo desde aquella altura que seguramente le habría dado una falsa sensación de seguridad. Pero haría que se lamentara del momento en que se atrevió a quitar mi c*****r del agua. Lo miré con un desprecio incontenible y en menos de un pestañeo me tuvo frente a él. De la nada, se aparecieron varios de sus compañeros que me impedían acercármele. Luché contra todos ellos y cuando ya no hubo nadie, lo único que pude hacer fue aferrarme a la borda del barco y quedarme estampada contra ella. De lo mareada que estaba, me pasé los restantes cinco días de navegación en ése lugar, nadie se atrevió a acercarse a la forastera que no sabía hacer más que repartir golpizas y vomitar. Ahora entendía por qué Joel odiaba el mar... ahora me daba cuenta de cuánto lo odiaba yo también, al no poder evadir la sensación de mala muerte que me causaba navegarlo, por lo que no hacía más que vomitar. Cuando creí que ya no tenía nada más en mi estómago me volvía a sorprender de que aún pudiera largar tanto líquido a pesar de que hacía días que no comía ni bebía nada. — ¿Cómo está la tripulación? — una voz masculina se acercaba. — En perfecto estado, señor. Ansiosos por el regreso. —le contestó inmediatamente con tono jocoso su segunda voz al mando. — Han pasado meses desde que partimos. — musitó pensativo. — Al menos podemos regresar con la frente en alta. Ha sido un gran botín el de esta ocasión. — le resaltó a su superior. — ¿Cómo están las prisioneras? — siguió informándose el que seguramente sería el capitán de aquel barco. — En excelente estado, señor. Nos hemos ocupado de todo. No debe preocup... — ¿Y ella? — le interrumpió a su segundo oficial a cargo al ver sobre la cubierta a aquellos despojos que seguían una silueta femenina de la que prácticamente no quedaba nada. — La tenemos controlada. Fue de nuestra última cosecha. No se ha movido de allí y tampoco lo hará. Se nota que no le asentó bien la marea. No todos están preparados para el mar. — ¿Está bien que esté ahí? — consultó dudoso de la forma en que habían procedido con ése caso puntual. Era la primera vez que se enfrentaban a una candidata de aquellas características. — Si, no se irá a ningún lado. A penas puede mantenerse de pié. — le informó a su general. — Al menos el mar nos hizo un favor y la detuvo a tiempo. — recordó la vez que por poco se tuvo que enfrentar a ella y que de no ser por su fe en el océano no habría contado el final de ésa historia. Entonces, vieron cómo aquella joven terminó desplomándose en la cubierta, deshidrata y desnutrida, totalmente desvanecida. Por primera vez vieron su rostro y conmovidos por su belleza se preguntaron cómo podía ser que alguien con aquel rostro pudiera ser capaz de dejar noqueados a la mitad de una tripulación en menos de un minuto. 
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