Capítulo 10

686 Words
— La cuestión es así, o nos ayudas o mueres. No tienes opción. — dijo la mujer poniendo los tantos sobre la mesa. — Tus servicios y tu lealtad a cambio del regreso a tus tierras. — negoció el precio final. El Almirante era una persona seria, pero aún así dudaba de su palabra. Si tan sólo pisara tierra firme, entonces podría darme a la fuga y regresar sin necesidad de tanta tramoya. — Si lo dicen por ese idiota, puedo solucionarlo ahora mismo. Si dependen de él para defenderse, será divertido ver su cara de espanto para cuando acabe con él y venga a por ustedes. — los amenacé. La ira no era fácil de manejar, menos cuando te intimidan sabiendo que tienes el poder de hacerles retractarse de sus palabras, una por una. Volví la vista hacia el francotirador, quien se mostraba dispuesto a seguir con la entrega de flechas sin discriminación alguna. Bastó que el Almirante leyera mi rostro para saber que iba en serio, por lo que debió interceder antes de que el asunto se le fuera de las manos una vez más. — ¡Espera! — me sujetó del brazo. — ¡¿Cómo se atreve?! — pensamos ambas, Samanta ardía de los celos en silencio mientras yo lo fulminaba con la mirada, amonestando su comportamiento. — No te enfrentes a él, ya no lo hagan. Los necesitamos a ambos. — dijo tan pronto como soltó mi brazo al darse cuenta de su atrevimiento. Comenzó a hacerle señales a su socio para que detuviese el ataque y entonces lo entendí. — No trabajaré con ése estúpido. Trabajo sola. Seguiré tus directivas pero no esperes que sea tu perrito faldero. No estoy para eso. — expuse mis condiciones, si no sabían quién era, entonces significaba que los servicios que buscaban eran los de una asesina y no los de la Embajadora que en verdad era. Si revelaba mi identidad frente a ellos, entonces podría jugarme más en contra que a favor. — No tenemos opción, dependemos de ustedes como ustedes de nosotros. — dijo el almirante con el sabor amargo en la boca que le provocaba saber que ésa era toda la verdad. — Veo que ya estás mejor. — le celebró Samanta al llegar. — Gracias por venir, Ciro. — lo saludó cordialmente el Almirante. Para mi gusto, estaba siendo demasiado amable con ésa cosa. — Si, Kai. Cómo sea. ¿Quién es ésta? — inquirió el muy maleducado, rebajándome con la mirada. No perdería ni siquiera ése ridículo e infantil desafío y le devolví una mirada igual de drástica. Un nuevo duelo se desataba en un plano psicológico y silencioso. Nuevamente el Almirante, a quien el cerdo repulsivo llamó “Kai”, se interponía en nuestro intercambio de antipatía mutua. — Ciro, la señorita se unirá a nuestro viaje. Será mejor que aprendan a llevarse bien. — No hace falta. — dijimos a la par, rabiando por dentro por la terrible coincidencia en nuestras palabras, mientras volvíamos la vista hacia lados opuestos como si el orgullo pudiese más con nosotros. Éramos dos asesinos solitarios atados a un destino que ni siquiera nos pertenecía. Y ahora, debíamos lidiar con las ocurrencias de nuestros secuestradores. Ésos malditos la pagarían. Y en secreto juré que Ciro también caería. Nunca en la historia se vio a dos guerreros luchando a la par, porque sólo podía quedar uno al caer la noche. En aquel mundo debía existir únicamente un solo guerrero de pie. ~~~***~~~***~~~***~~~***~~~***~~~***~~~***~~~***~~~***~~~***~~~***~~~***~~~ — ¿Cómo te llamas? — preguntó Samanta con cara de pocos amigos — Kyra. Luego de presentarme con aquel nombre, el vagabundo me aniquiló con la mirada, sabiendo de antemano mi artimaña. Mientras que Samanta y Kai ni se percataron de mi osadía y permanecieron ajenos a ése intercambio de insultos no verbales que se fraccionaban en el aire a través de un pensamiento a otro. Después de todo, de nada les servía saber mi verdadero nombre. Como siempre. nota de la autora: ☺ ¡Psssh! *Kira o Kyra es la forma femenina del nombre masculino Ciro* ☺
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