Ivana estaba sentada en la mullida cama de su habitación de hotel pensando en si era necesario volver a casa ese mismo día, su trabajo como directora de operaciones la tenía constantemente yendo de un lado a otro y había tenido que viajar a Nevada para la supervisión de la construcción de uno de sus nuevos hoteles en la fabulosa ciudad del pecado, Las Vegas, era la primera vez que visitaba la ciudad y se la paso muy bien a pesar de que fue a trabajar ya que los socios inversionistas fueron muy amables con ella, la llevaron a uno de los casinos a apostar un poco, para su suerte y asombro termino ganando trescientos mil dólares jugando al blackjack, llamo la atención de la seguridad por toda la buena suerte que estaba teniendo y pensaron que estaba haciendo trampa de alguna manera, aunque la verdad es que fue solo pura suerte ya que jamás en la vida había jugado eso, era buena en el póker, pero eran dos tipos de juegos muy diferentes.
Giro su cabeza hacia la izquierda y vio su cabello hecho un nido de pájaro en el espejo frente a la cama antes de dejarse caer de lado en el colchón porque estaba cansada, quince horas de vuelo con una escala en Madrid la habían dejado muerta de cansancio, llego al hotel casi a media noche y en aquellos momentos apenas eran las seis de la mañana, por ende seguía teniendo sueño; de Roma hasta Nápoles eran dos horas de camino por carretera y por suerte la misma empresa le brindaba transporte con un chofer privado, sumado a eso pagaban todos sus vuelos de negocios con estadías en los hoteles, con servicio de primera y barra libre, no es que fuera alcohólica empedernida, pero un trago después de un largo vuelo siempre era bien recibido por su parte y a pesar de lo cansado que podía resultar su trabajo en ocasiones, le gustaba mucho lo que hacía.
– Servicio a cuarto... – escucho la voz de una mucama y se levantó para ir a abrir- Buenos días señorita Alenka ¿Cómo paso la noche? – casi todos los empleados del lugar la conocían, abecés trabajaba más en Roma que en Nápoles.
– Honestamente... no fueron suficientes horas de sueño, estoy agotada. – suspiro y estiro los brazos queriendo quitarse la pereza de encima.
– Tal vez un capuchino y un croissant de huevo, tocino y vegetales sea suficiente para darle energía. – sirvió el desayuno en la pequeña mesa redonda que estaba en una esquina de la habitación.
– Que rico se ve todo. – se le hizo agua la boca al ver las frambuesas tan jugosas que dejo como postre.
– ¿Quiere algún aderezo o postrecito? – sabían muy bien como era Ivana.
– Se me antoja la crema de avellana. – se mordió el labio inferior viendo el carrito que llevaba la mucama.
– Claro que sí, esta vez le traje un bote de Nutella más grande para que pase comiendo todo el día. – se lo paso haciéndola sonreír.
– Gracias Carlota... – la abrazo – Sin duda eres quien más consentida me tienes. – le dio un beso en la sien.
– Ya sabe señorita, la dejo que desayune tranquila. – sonrió con dulzura y se retiró.
Prefirió darse una ducha antes de tomar el desayuno porque necesitaba despabilarse, no pensaba reunirse con nadie aunque no tenía ropa más cómoda que la de las juntas y no tuvo más alternativa que ponerse un pantalón formal de color rosa palo de tiro alto, dejo la blusa blanca por dentro del pantalón y arreglo las mangas cortas de revuelo, se puso su pulsera Pandora con los bonitos dijes de cristales antes de ponerse el reloj, el collar y los aretes; se sentó para poder desayunar aun cuando la comida ya estaba un poco fría y mientras estaba untando una frambuesa en la crema de avellana escucho que su celular comenzó a sonar, lo había dejado pantalla abajo sobre la mesa y al tomarlo para ver quién era, una sonrisa burlona se dibujó en sus labios.
– Dianina. – respondió la llamada dejando el móvil en alta voz.
– Ivana ¿A qué horas vuelves a Nápoles? – pregunto la mujer al otro lado de la línea.
– Se supone que Fabrizio pasara por mí a las nueve y media. – vio el reloj en su muñeca.
– Voy a cancelar tu viaje de vuelta, necesito que asistas a una junta a la que el señor Marino no va a poder asistir a las diez de la mañana. – dijo Dianina.
La empresa tenía un grupo de trabajo muy específico que iba de la mano con el jefe, consistía en dos mujeres y un hombre, de los cuales Ivana era la más joven y quien más rápido ascendió por su excelente desempeño, Dianina Ferrero era la directora financiera y quien se encargaba de dar los reportes mensuales a todos los socios en Italia, se encargaba de los presupuestos para las nuevas construcciones y las inversiones que la empresa vaya a hacer; Mario Rossi era el director de marketing y estaba a tiempo completo encargándose de todo lo que tuviera que ver con las promociones de los hoteles, anuncios y demás, se encargaba también de recolectar toda la información de las estadías de los clientes, tenía a todo un piso trabajando para él al igual que Dianina; Ivana era quien se encargaba de los viajes y las reuniones ejecutivas con los grandes empresarios, daba la cara en los proyectos a los que Enzo no podía asistir e iba mano a mano con todos ellos, cuidando de que fueran marchando según los planes.
– ¿Dónde está Mario? – pregunto porque no quería asistir a ninguna otra junta.
– Está en su casa acompañando a su esposa que no hace mucho dio a luz a su primer hijo... – dijo Dianina con obviedad – No vas a tener que salir del hotel, los recibirás en la sala de juntas y solo vas a tener que dar un informe general de cómo van las ganancias, sé que tú tienes ese documento y si no, te lo estoy enviando a tu correo en estos momentos. – ese era su trabajo, pero se escuchaba bastante decaída e Ivana pudo imaginar porque no quería asistir a la junta.
– Arregla una noche más en el hotel y mañana a primera hora volveré a Nápoles. – iba a sacar provecho de esa petición.
– Una noche más en el hotel y barra libre en una discoteca con tal de que hagas una excelente presentación. – dijo Dianina.
– Para ofrecerme eso debes estar muy desesperada. – ellas dos se la pasaban compitiendo y se toleraban solo porque debían hacerlo.
– No estoy en condiciones para presentarme ante los ejecutivos de Roma, anoche me fui de fiesta a un evento y se me pasaron las copas, tengo resaca y me veo como un zombie. – tuvo que decir la verdad porque corría el riesgo de que Ivana se negara a ir ya que no era su trabajo.
– Barra libre y una noche más en el hotel... – dijo mientras pensaba – Es una oferta barata en comparación con lo que hiciste tú y que tengo que arreglar yo, estoy segura que el señor Marino te encargó eso de forma personal a ti. – no se iba a dejar comprar tan fácil.
– No sería la primera vez que intercambiemos el trabajo. – gruño haciendo a Ivana reír.
– Tu eres la universitaria que estudio economía y yo solo estudie relaciones públicas, se supone que tu estas sobre mí, arréglatelas como puedas. – Dianina en una ocasión vio de menos su carrera.
– ¿Cuál es tu precio? – pregunto derrotada sabiendo que Ivana era una bandida y que si no cedía a sus peticiones le iba a salir más caro.
– Una noche más en el hotel, restaurante para hoy, desayuno a la habitación para mañana y la barra libre, pero no en una discoteca, quiero ir al bar Bongo. – era su bar favorito en Roma.
– ¿No quieres una cita con el presidente también? – dijo Dianina en forma de reproche – Te enviare la tarjeta de barra libre a tu correo para que la imprimas y puedas entrar al bar, cambiare tu reserva también y agregare tus peticiones del restaurante con el desayuno a la habitación. – suspiro derrotada.
– Siempre es un placer hacer negocios contigo y la cita con el presidente la tuve el mes pasado. – Ivana se rio y colgó la llamada antes de escucharla reclamar.
Ella nunca había tenido que delegar nada porque estaba dedicada al trabajo completamente, desde hace un año y medio que no tenía amigas con las que salir porque se hartó de estar rodeada de mujeres pretenciosas que siempre se estaban mordiendo unas a otras y que intentaban pasar por encima de todos con tal de conseguir sus caprichos, mucho menos tenia pareja que requiriera parte de su tiempo porque tenía malos gustos a la hora de escoger con quien formar una relación seria, terminaba escogiendo al tipo con masculinidad frágil que no soportaba que una mujer tuviera un sueldo como el que ella tenía o terminaba enredándose con las mujeres que solo la querían por su dinero, Ivana era abiertamente bisexual, no tenía ni siquiera una mascota porque con tantos viajes quienes terminarían cuidándola serían sus padres y ya tenían suficiente con dos husky escandalosos. Termino de desayunar y se puso los zapatos antes de bajar a recepción para pedir que le imprimieran unas cuantas cosas para la junta, quería ahorrarse el tener que presentar en la pantalla y entre más clara fuera menos preguntas le iban a hacer, eso daba como resultado terminar más rápido la junta.
– Tardara unos veinte minutos en que todas las paginas se impriman. – comento el recepcionista.
– Esperare en el vestíbulo y quisiera que me las arregles en carpetas separadas por favor. – Ivana sonrió dulcemente.
– Claro, yo te las arreglo. – le guiño un ojo muy sonriente.
Le gustaba mucho la forma en que el hotel estaba construido, ese toque de antigüedad con las columnas blancas al estilo romano mezcladas con la modernidad de los elevadores, las luces empotradas, los candelabros de cristal y las estatuas que en su mayoría eran de los antiguos dioses, la que más gracia le daba era la de Júpiter o como mundialmente era conocido, Zeus. Toda la historia que giraba alrededor de ese dios promiscuo le hacía recordar al hermano menor de su mejor amigo en la infancia y es que en la adolescencia se fijaba en todo lo que se movía, se quedó de pie viendo la estatua mientras pensaba en que habrá sido de la vida de esos dos; desde que se separaron no había podido contactar con ellos de nuevo y siempre que los recordaba le causaba un poco de nostalgia porque llegaron a ser todo para ella en su tiempo, la señora Giuseppe siempre había querido tener una hija, pero en cambio había tenido un terremoto y su réplica, dos niños que parecían tener un imán para los problemas y con los que se llevó muy bien desde que los conoció.
Ivana se dio la vuelta para ir a sentarse y al hacerlo no se dio cuenta de que un hombre iba pasando, termino chocando contra él y fue como hacerlo contra una pared ya que ella retrocedió un par de pasos mientras que el hombre solo se quedó de pie en el mismo puesto sorprendido por el accidente; era un hombre alto, fortachón, iris azules, labios medianamente gruesos, con una barba bien cuidada y tupida, de cabello rubio que le caía hasta los hombros y lo llevaba atado en una media coleta, parecía un motociclista bastante atractivo con un traje diseñador.
– ¿Estas bien? – pregunto el hombre algo divertido de verla que casi se caía.
– Si... de verdad lo siento, no me fije que venía usted, espero no haberlo lastimado. – comento esperando que no se molestara.
– Creo que te hice más daño yo a ti... – el hombre se quedó viéndola fijamente a los ojos – ¿Cómo te llamas? – pregunto.
– Lo siento, tengo prohibido decir mi nombre. – Ivana alzo una ceja viéndolo con atención.
– Si no tuviera trabajo que atender te invitaría una copa, de verdad que me gustaría saber cuál es tu nombre. – comento el hombre con una sonrisa coqueta.
– Si no tuviera trabajo que atender aceptaría su invitación y quizás le dijera mi nombre. – Ivana se unió al coqueteo porque era un hombre bastante atractivo.
– Chica segura de sí misma... – llevo la mano derecha a su pecho – ¿Qué harás mañana por la noche? – sonrió ampliamente incapaz de apartar sus ojos de los de ella.
– Para mañana por la noche ya no estaré en Roma, estoy de visita por trabajo en la ciudad y mañana pienso regresar a mi hogar. – se encogió de hombros.
– Es una pena preciosa, me hubiese encantado tu compañía mañana por la noche. – le tomo la mano – ¿Me das tu numero? – le dio un beso en el dorso.
– Tal vez nos encontramos en algún otro momento y hace poco cambie de número, no me lo sé de memoria. – sonrió quitando la mano antes de retomar su camino.
– Claro que si mi amor, yo mismo me encargare de que nos encontremos nuevamente. – el hombre se dio la vuelta para verla caminar.
Ivana no volteo y se quedó en uno de los sillones dándole la espalda al hombre, era coqueta, pero no le gustaba demostrar demasiado interés en las personas porque la mayoría se aprovechaban de eso, llevaba su celular en el bolsillo del pantalón, pero había algo en el hombre con el que choco que le despertó cierta intriga ya que su rostro se le hacía un poco conocido aunque no tenía ni idea de donde lo había visto; mientras estaba revisando su celular vio un mosquito pasar por la pantalla haciendo que levantara la vista pues quería seguirle el rastro solo para entretenerse un poco, pero desenfoco su vista del bicho volador porque vio a un hombre de traje azul salir de una de las áreas comunes del hotel.
Le llamo la atención porque entraba en el estándar físico masculino que a ella le gustaba; delgado, muy alto, rostro de facciones masculinas, pero a la vez finas, los labios delgados y muy bien afeitado, el cabello rubio en corte estético que le favorecía mucho. Cuando lo vio acercarse bajo la vista disimulando que se había quedado por unos largos segundos observándolo y el hombre paso sin siquiera prestarle atención porque estaba concentrado en otras cosas, no se pudo aguantar las ganas de voltear discretamente y lo vio hablando con el hombre con quien ella choco minutos antes, al verlos casi a la par noto ligeros parecidos, quizás eran hermanos o primos, el timbre de su celular la sacó de su momento acosador.
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– Alenka. – respondió sin ver de quien era la llamada y con una voz seria.
– Me gustaría hablar con mi hija señorita. – comento una voz femenina al otro lado.
– Hola mamá, perdona que respondiera así, no vi quien me estaba llamando y solo conteste. – volvió al voltear y los hombres seguían ahí hablando entre ellos.
– ¿Sigues en el hotel? – pregunto Mónica con una voz risueña.
– Si aquí estoy, me surgió un imprevisto y no voy a poder llegar hoy como había planeado. – se dio la vuelta y vio a un hombre mayor sentarse frente a ella.
– Se suponía que después de tu viaje a Las Vegas volverías directo a casa. – Ivana vio al hombre quitarse el sombrero y sonreírle con cortesía, a lo que ella hizo lo mismo.
– Si lo sé, pero tengo que hacer un trabajo extra y no puedo rechazarlo. – desvió la vista hacia un lado viendo a una rubia muy linda pasar y correspondió la sonrisa que la mujer le dio.
– ¿No has pensado en tomar vacaciones? – pregunto la mujer haciéndola reír.
– No las necesito estando en la cima y a punto de ganar el control de una parte sustanciosa. – se refería a ser parte de la junta como inversionista en un futuro hotel que se construiría en Bari.
– Deberías tomarte unas vacaciones, salir a divertirte un poco, sabes que no todo es trabajo en esta vida y tú te has metido seis años de corrido en esa empresa. – su madre le estaba reclamando porque trabajaba mucho.
– Seguiré haciendo estragos y tendré a todos los señores de traje en la palma de mi mano, cuando eso pase entonces pensare en vacaciones. – le gustaba ser egocéntrica con su madre porque sabía que la llenaba de orgullo.
– Como que ya va siendo hora de que te busques un novio y pongas los pies en la tierra, que dejes los viajes constantes ¿Hace cuánto no traes a alguien a casa? – esas palabras le borraron la sonrisa de los labios a Ivana.
– Esas cosas no sirven para nada... – vio su reloj y después volteo hacia recepción- Son juguetes que se usan una vez y luego se desechan. – se puso en pie.
– Eso dices ahora y cuando te limpié los mocos por tu novio decías que la vida era injusta contigo por quitarte al amor de tu vida. – Mónica sabia de los juegos de su hija y siempre buscaba la forma en que se bajara de la nube en la que se montaba cada vez que hablaban.
– Tenia quince años y era mi primer novio... – rodo los ojos y los fijo en los del hombre – Te llamo luego que tengo una junta que atender. – necesitaba recoger los papeles.
– Quiero un yerno. – se quejó la mujer.
- Y yo quiero cinco millones de euros en mi cuenta bancaria, no se puede tener todo en esta vida... te amo mami. – colgó antes que le reprochara de nuevo.
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Al estar a un metro de los hombres otro salió de la nada y por poco choca con ella, por suerte esta vez Ivana iba más alerta y logro esquivarlo, sus ojos se conectaron con los aguamarina del segundo hombre que capto su atención haciendo que por segundos todo se borrara, todo se olvidara, Ivana bajo la mirada para seguir su andar sin decirle nada al hombre que casi choca con ella pues se dio cuenta de que todo fue intencional y no tenía ganas de escuchar chorradas, llego a la recepción y entonces el recepcionista le entrego todos los papeles que dejo imprimiendo, ya con eso iba a ser pan comido realizar la junta.
– Oye ¿Quiénes son los que están cerca de la entrada? – pregunto viendo discretamente de reojo.
– No sé, un huésped pidió usar uno de los salones de forma exclusiva, supongo que deben ser invitados del señor. – explico el hombre viéndolos también.
– Señorita Alenka, un hombre vino a preguntar por usted. – dijo la recepcionista que no estaba muy lejos de ellos.
– ¿Por qué? – alzo una ceja – ¿Quién metió la pata ahora? – pensaba que era por algún problema ocurrido en el hotel.
– No dijo los motivos, solo que quería saber quién era usted y la política es mantener la privacidad de los huéspedes. – la mujer sonrió.
– Si vuelven a preguntar por mí, diles que soy el fantasma del hotel y que si siguen insistiendo les iré a jalar las patas. – Ivana le guiño un ojo y se alejó riendo.
No le gustaba mucho que las personas quisieran saber quién era ella dentro del hotel y entre más bajo fuera su perfil mejor la pasaba, ya le había ocurrido en una ocasión que una mujer medio loca fue a quejarse con ella cuando se enteró que era una directora de la compañía hotelera diciendo que era la máxima autoridad en el lugar y que porque ella lo exigía debía despedir a todos los empleados que eran unos tontos que no servían para nada, después de unos diez minutos escuchándola gritar en la puerta de su habitación y sin que la mujer la dejara hablar decidió salir de ella usando la vieja confiable de no saber hablar inglés, porque el incidente ocurrió en Los Ángeles y la mujer le estaba hablando en inglés, eso fue para que la doña explotara y dejara salir su lado xenofóbico; el pobre gerente ya no sabía ni dónde meterse por lo avergonzado que estaba y entonces Ivana tuvo que llamar a la policía para que la sacaran del hotel, la mujer hizo vandalismo, Ivana se encargó de que le pusieran cargos por eso y por racista ya que la insulto bastante feo.
– Buenos días caballeros ¿Cómo les trata la preciosa Roma? – saludo con una sonrisa entrando a la sala de juntas.
– Señorita Alenka... – dijo uno de los hombres levantándose de la silla y los demás lo hicieron también – Creí que sería la señorita Ferrero quien nos atendería hoy. – el hombre tomo asiento después de saludarla.
– Si, yo no estaba programada para reunirme con ustedes, pero lastimosamente Dianina estaba indispuesta y les pido disculpas por eso, espero que no sea un inconveniente para ustedes. – ladeo la cabeza manteniendo su sonrisa dulce.
– No tiene que disculparse, siempre es grato tenerla con nosotros. – dijo otro hombre.
– Quien se ofendería teniendo su presencia señorita Alenka. – agrego otro.
En estos tiempos tan modernos era más común ver a mujeres con altos rangos en empresas reconocidas, pero eso no la libraba de toparse con ciertos seudo caballeros que la habían visto de menos cuando estaba comenzando, el último hombre que le había hablado fue uno de los tantos y ahora era quien más la respetaba como persona, como mujer y como trabajadora. Les entrego una carpeta a cada uno con lo que había impreso que era un informe completo de las ganancias e inversiones que se habían hecho en ese último año y le gustaba que todo quedara bastante claro por ende se tomó el tiempo de ser específica, respondió todas las preguntas que los hombres hicieron y fue directa con todo.
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Ivana iba con la vista fija en la ventanilla del auto mientras pensaba en que se quedaría encerrada en auto porque no quería compartir tiempo con los hijos de la señora con la que su madre trabajaba, le daba mucho miedo que ellos fueran tan malos como los niños de su escuela, sintió el auto detenerse y se movió para ver las grandes puertas de reja abrirse que dejaron entrar al vehículo, encogió las piernas en el asiento para abrazarlas.
– Ivana. – su madre la llamo.
– Me voy a quedar en el auto hasta que salgas de trabajar. – comento cruzándose de brazos.
– No te puedo dejar en el auto, no te portes mal y baja. – cerró la puerta del piloto y dio la vuelta para abrir la puerta del lado en el que iba la pequeña.
– No quiero bajar. – se pasó al otro lado del asiento para que su madre no la sacara por la fuerza.
– Ivana por favor baja, no me hagas castigarte por ser una niña terca. – Mónica se cruzó de brazos también.
– ¡No voy a bajar! – alzo un poco la voz haciendo un puchero.
Mónica comenzó a intentar sobornarla o negociar con la pequeña para que bajara, pero Ivana era un tanto caprichosa y no quería bajar, entre las palabras que ambas se estaban dedicando llamaron la atención de Nanava, la mujer para la que Mónica trabajaba.
– ¿Pasa algo Mónica? –- una voz suave llamo la atención de ambas.
– Tuve que traer a mi hija porque no había clases como le comente y la niñera tenía una cita médica, pero es una berrinchuda y no quiere bajar. – comento viendo a su hija.
Ivana no podía ver el rostro de la mujer porque era bastante alta, pero mientras las mujeres hablaban su atención fue captada por un par de ojos aguamarina que la estaban observando con curiosidad tras la mujer elegante, era un niño que la veía con extrañeza y curiosidad.
– Ve adentro y yo me encargo de sacarla... – dijo la mujer y se acercó a la puerta para verla- Hola... ¡Dios que preciosos ojos tienes! – se quedó con la boca abierta al ver los ojos bicolores.
– ¿Son sus ojos de verdad? – pregunto el niño que iba con ella haciéndose espacio para verla mejor.
– Si mi amor, son sus ojos de verdad... Ven conmigo Ivana. – extendió sus brazos.
– No quiero bajar. – encogió las piernas y vio con recelo al niño.
– Él es mi hijo Antoni, es un buen niño y puedes ir a jugar con él a los columpios o a los otros juegos. – trataba de sobornarla de alguna forma.
– Tenemos columpios y un resbaladero, podemos ir a jugar y después podemos comer chocolates ¿Te gustan los Ferrero Rocher? – Antoni saco de su bolsillo un chocolate y se lo extendió.
– Los niños son muy malos, siempre me jalan el cabello y me tiran las cosas al piso, también me empujan. – Ivana se estaba volviendo muy desconfiada.
– Pero yo soy bueno, solo quiero que vayamos a jugar porque estoy solito... te prometo que no te voy a lastimar y te dejare ganar en los juegos. – Antoni extendió los brazos.
Ivana lo vio con el mismo recelo del principio, pero con seis años seguía pensando que las personas que decían ser buenas lo eran y además comenzaba a hacer mucho calor dentro del auto, eso fue un incentivo extra para hacerla salir, tomo su pequeña mochila de pingüinos y gateo hacia la puerta, tomo el chocolate y Antoni la cargo para que no tuviera que saltar porque era bastante pequeña.
– ¿Cuántos años tienes bonita? – la mujer la vio ponerse la mochila en la espalda.
– Tengo seis años señora. – le mostro con los deditos.
– Me llamo Nanava preciosa. – le tomo la mano y la llevo adentro de la casa.
– Mamá dice que es de mala educación llamar a las señoras grandes por su nombre. – levanto la cabeza para verla.
– Puedes llamarme tía si quieres. – sonrió con dulzura.
– Vamos a jugar a los columpios. – Antoni le tomo la otra mano y se la llevó al patio donde estaban todos los juegos.
Mónica se sorprendió de verlos pasar corriendo hacia el patio trasero, Ivana entro en confianza bastante rápido con Antoni y el niño la estuvo meciendo por un largo rato hasta que la vio aburrirse, después de los columpios fueron a jugar con los carros en el pasto y al paso del tiempo Ivana conoció al hermano menor, Jace, que tenía ocho años, no estaba en casa porque había tenido colegio y ese día Ivana se divirtió como nunca pensó divertirse en compañía de dos niños.