La misma tarde de ese domingo, Alessandro se despertó con el sonido del despertador, los rayos de sol golpeaban con fuerza en sus ventanas, y tras una noche extenuante en el puerto de Nueva York, su cuerpo aún se sentía agotado. Se incorporó lentamente, estirando sus músculos adoloridos, las revisiones interminables de cargamentos, la tensión palpable en el aire de cada uno de los hombres encargados de las revisiones mientras que él supervisaba que todo estuviera en orden, y la constante vigilancia para evitar cualquier intento de sabotaje, eran agotadores. Se dirigió al baño luego de pestañear un par de veces, donde el agua fría de la ducha lo ayudó a despejar su mente y a sacudirse la somnolencia. Mientras se colocaba un pantalón n***o y y una camisa de magas largas arremangadas hasta