Los labios de Michele besaron la piel del cuello de Kath, se sentía tan suave y dulce como un algodón de azúcar. Michele presionó sus dedos en la cintura de ella hasta que estos se tornaron blancos por la fuerza de su agarre y su respiración se sintió caliente sobre su piel tibia. Michele era un hombre malvado e imponente y parecía no tener problema con ello. —Tu sabor es dulce —siseó en su oído, acercándola un tramo más a su cuerpo, presionando la tela delgada de su vestido. Michele quería quitarlo y tomarla sobre su escritorio, jamás había tenido a nadie ahí por cuestiones de ética que mantenía como mafioso, pero a Kath, la deseaba en cada rincón de la maldita oficina y saber que pronto sería suya por completo lo hacía desearla más. —Quiero probar más de ti antes de la boda —dijo sin