Capítulo 2: La infértil

1988 Words
Regresar a la casa de su familia después de sentirse usada por aquel Alfa era otra deshonra de la cual Selena no pensaba hablar con nadie, especialmente sabiendo que su media hermana, Saraí Monteverde, le volvería a recriminar cómo había sido repudiada por ser infértil, una mujer inservible para el Beta de su manada. La historia tras todo eso se remontaba a cuando tenía 19 años, días después de haber sido notificada por el Beta de la manada, un hombre cinco años mayor que ella, que ella era “su mate”. Ella no había considerado tener una conexión especial con ese hombre, pero aún así había aceptado, ya que muchas veces las mujeres no lograban percibir tan fácilmente la conexión, o eso era lo que su madrastra le había explicado. Después de que la unión hubiera sido aprobada por los ancianos, ella se había casado, siendo sólo una joven de 19 años y ahí había sido cuando su vida se había tornado un infierno. Su ex esposo no era realmente un mal hombre, pero lamentablemente la presionaba muchísimo para tener herederos. Y luego de haber pasado dos años casada con ese hombre, y sin haber conseguido la gestación, él la había rechazado delante de toda la manada, aprovechándose de su superioridad. Su media hermana menor había sido la primera en criticarla y luego habían considerado que lo mejor sería que no estuviera “por un tiempo” en la manada, por lo que con tan solo 21 años le tocó irse a vivir sola, siendo aislada de toda su familia y conocidos, perdiéndolo todo lo que tenía en tan sólo un instante, sólo por no poder darle un hijo al Beta. Caminó bajando una ladera y pudo divisar el punto en donde empezaba el territorio de su manada, por lo que cambió a su forma de loba para llegar más rápido, y olfateó los alrededores para asegurarse de que no había nadie, y así poder entrar en su antigua casa a ponerse ropa para ir al cementerio, ya que su padre sería enterrado ese día. Mientras tomaba un baño, recordó cómo en el velorio Saraí le había empezado a recalcar que ella era una de las principales culpables de la muerte de su padre, ya que había destruido sus ilusiones de ser abuelo, además de que se había alejado de la manada por ser una deshonra que había hecho perder el tiempo al beta. Y claro que eso era lo que la había llevado a salir corriendo hacia el bosque, para no seguir viendo cómo su escandalizada hermana le decía esas cosas hirientes. Vio sus brazos con algunas marcas de las mordidas de los otros lobos y eso la llevó a recordar la plácida noche anterior. Los besos y caricias y las diestras manos que la habían tocado, haciéndola sentir una mujer validada pese a tantos años de soledad. “Pero ese Alfa tampoco aceptará a una mujer que no puede tener hijos” —pensó, resignándose y saliendo de la ducha. Se vistió rápidamente y se dirigió al cementerio del pueblo donde vivía su manada. Era un lugar distante, considerado parte de una reserva natural en la que vivían algunas tribus, y localizado a unos cuantos kilómetros de la gran ciudad, que era donde ella vivía. Escuchó al sacerdote despedir a su padre, y algunas personas de la manada hablaron sobre cómo se sentían después de la muerte de tan destacado m*****o de su comunidad, entre ellos, dieron declaraciones el Alfa, el Beta, su hermana y su madrastra. Y claro que el comentario más insoportable fue el proveniente de su exmarido, Vinicius Fernandes, quien expresó: —Carlos Monteverde fue un destacado m*****o de nuestra manada, yo tuve el placer de conocerlo de cerca, pues estuve casado con su hija mayor, Selena, pero lamentablemente tuvimos que separarnos porque ella nunca fue suficiente, aún así tuve la oportunidad de mantener una relación cordial y considero que esta es una terrible pérdida para todos. Selena lo miró con completo odio y repudio tras esas palabras, pero trató de mantener su postura más altiva. Pensó en tomar la palabra, pero finalmente eligió mantenerse en silencio, aunque eso quizás fue un grave error, porque, tras retirarse casi todas las personas, Saraí le dio una despedida totalmente despreciable una vez que estuvo segura que nadie importante la podría escuchar: —¡Tú eres la causante de todos los males de la familia Monteverde! ¡Por tu culpa papá murió! ¡Espero que no vuelvas a pisar nunca más nuestro territorio o me encargaré yo misma de utilizar a mi loba para arrastrarte! ¡Y te juro que mi loba estará gustosa, porque hueles a gato! Se sintió muy mal al oír esas palabras, provenientes de alguien que había sido tan importante para ella anteriormente. Su pequeña hermana, cinco años menor, pero que solía atacarla despiadadamente con sus palabras cada vez que se veían, recalcándole cómo había deshonrado a la familia al ser repudiada. … La vuelta a casa transcurrió normalmente, fue un trayecto de cuatro horas, pero finalmente cuando estacionó su auto en el edificio donde vivía pudo sentir paz. Subió en el ascensor hasta su departamento, pequeño y acogedor, y puso algo de música mientras se sentaba a beber un té para relajarse. Vio el departamento, con los pequeños lujos que conseguía darse, y se alegró de que, al menos, podía entregarse a su trabajo como doctora y ganar dinero por ello, teniendo una compensación para las cosas que había tenido que vivir por no ser capaz de darle un hijo a Vinicius. Después de unos minutos sentada en la sala, notó la mirada de varios ojos que se habían parado frente a ella. Sus ocho gatos la miraban fijamente, como reclamándole por no haberles dado comida, pese a que había llegado hacía unos minutos. Les sonrió alegremente y se levantó para servirles la comida. —¡Yum! No sé cómo es posible que el olor de la comida para gatos sea tan maravilloso, despierta el apetito de mi loba —bromeó para sí misma después de haber destapado la lata de comida para gatos, era increíble que le gustara tanto ese olor, siendo que se suponía que era una loba, pero bueno, la verdad que amaba a los gatos, eran los únicos que aliviaban su soledad. … Selena corrió hacia el baño a vomitar todo lo que acababa de comer tras oler la comida de sus gatos cuando intentó servirles semanas después. Era la primera vez que algo así pasaba, siempre había disfrutado del olor de esa comida, pero su cuerpo en ese momento lo había percibido como algo tan asqueroso que empezó a preocuparse. “Será mejor que vaya al doctor” —pensó cuando terminó de limpiarse la boca y lavarse los dientes—. “Iugh, esta crema de dientes sabe horrible” —pensó y luego volvió a vomitar. Tras haber vomitado unas tres veces, salió de su casa excusándose en el trabajo por no poder ir ese día, necesitaba con urgencia que la viera algún médico, ya que sospechaba que había contraído alguna infección gástrica. Había pedido consulta con su doctora de confianza y hasta había pedido a su mejor amiga acompañarla en caso de que tuvieran que dejarla ingresada con algún tratamiento. —Tranquila, que seguro no es nada. Si no fueses estéril, pensaría que estás embarazada. ¡Si siempre dices que la comida para gatos huele delicioso! —exclamó con tranquilidad su mejor amiga, Angela Black. —Igualmente, aunque fuese remotamente posible, yo tengo mucho tiempo sin… —empezó a decir, pero se detuvo al recordar que en realidad no tenía mucho tiempo sin relacionarse íntimamente con alguien y se tapó la boca. Casi había olvidado su encuentro con aquel alfa de manos habilidosas pero actitud cruel que también la había despreciado por su esterilidad. Su amiga de inmediato la miró maliciosamente. —¿Te acostaste con alguien y no me contaste? —preguntó su amiga haciendo puchero. —Es que… es una historia complicada. Su amiga no era una loba y no podía explicarle el problema de haber entrado en el territorio de otra manada, por lo que no encontró la mejor forma de decirle bien lo que le había pasado. —¡Selena Monteverde! —llamó la enfermera, invitándola a pasar. Selena se levantó y arrastró a Angela hacia el consultorio, sin darle mucha importancia al asunto y alegrándose de poder ganar tiempo para inventarse una historia. En la entrada del consultorio decía: Dra. Emma McFearson, Médico Familiar. Lo que no muchos sabían era que, detrás de la fachada de medicina familiar, estaba una loba que también se encargaba de atender a todos los lobos de la ciudad, siendo que era una ciudad que estaba cerca de los territorios de varias manadas rurales. —¡Muy buenos días, Selena! ¿Qué te trae por aquí? —cuestionó la doctora McFearson, manteniendo una postura acogedora y a la vez cautelosa, al ver la presencia de Angela y saber que ella era solo una humana normal. —Hoy en la mañana, cuando abrí la lata de comida para gatos para alimentar a mis pequeños, el olor lo consideré insoportable y tuve que correr al baño a vomitar, también ha pasado que no percibo igual los sabores y terminé vomitando tres veces. Recientemente no he comido nada extraño, pero sí bebí un jugo de frutas de dudosa procedencia que sirvieron en el trabajo ayer —explicó rápidamente. La doctora asintió y la miró fijamente. —¿Cuándo fue tu última menstruación? —quiso saber. —Eh… bueno, ya sabes que soy algo irregular, pero creo que ya tiene un buen tiempo de haber ocurrido. Dame un momento. Selena tomó su celular para ver en la aplicación de control de ciclo menstrual, encontrándose que su última menstruación había sido 10 semanas atrás, le mostró esa información a su doctora. —Pero es imposible que esté embarazada, yo soy infértil, ya lo sabes —le dijo con total seguridad, sintiendo la necesidad de aclarar eso. —Vamos a examinarte primero y luego te harás esta prueba de orina —dijo dándole un test de farmacia. Selena suspiró, pero aceptó porque sabía que no habría otra forma de convencer a su doctora de que su teoría estaba errada. Ella era infértil, una mujer inservible, ya estaba resignada a eso. —Vaya, tu abdomen está abultado, esto no coincide con la edad gestacional que deberías tener si tu última menstruación fue hace 10 semanas—comentó la dra. McFearson mientras palpaba en su bajo vientre. Al sentir su mano tocar su vientre, Selena de pronto sintió un fuerte malestar que hizo que repentinamente su loba gruñera, pero la doctora la ignoró. Ella no entendió mucho su comportamiento en ese momento, pero tampoco hubo mucho tiempo para razonarlo, porque su doctora la hizo pasar al baño. —Lo hago sólo para que dejes de suponer cosas que no son reales —expresó desanimada Selena, quien estaba cansada de siempre ver pruebas de embarazo negativas, ya había vivido y sufrido por eso previamente. Entró al baño del consultorio y tomó el palito para llenarlo de orina, como ya bien conocía. Se sentó a esperar el resultado, sabiendo que sólo se marcaría una rayita. “Lo suponía” —dijo al ver el mismo resultado de siempre, la solitaria rayita que le recordaba una de las más grandes tragedias de su vida, algo que hizo que se alejara de su manada, de su familia, y que fuera repudiada y humillada por las personas que alguna vez amó. Sin embargo, pronto comenzó a ver algo que nunca antes había visto en sus pruebas de embarazo anteriores… la segunda rayita empezó a colorearse de rojo… Y ella no pudo evitar dar un grito en ese momento, sintiendo que estaba a punto de desmayarse. No podía ser posible… ¡¿Estaba embarazada?!
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