Luego de sentirme toda mi vida como una mujer exitosa y empoderada, ¿Podría llegar a sentirme como una fracasada? Aunque nunca antes había vivido ese sentimiento, hoy había descubierto que sí era posible.
Acababa de llegar de un largo viaje y entré en mi habitación a paso apresurado, queriendo tomar una larga ducha, para acostarme a descansar, solo quería cerrar mis ojos y olvidarme de todo.
No había alcanzado a quitarme una prenda, cuando la puerta de mi habitación sonó con un golpeteo. De mala gana, fui a abrir y me encontré con el rostro malhumorado de mi madre.
— ¿En dónde estabas, Eva?. — Siseo con un tono de enojo.
— ¿Qué?. — Me mostré confundida. — Lo sabes, estaba en un viaje de negocios…
— ¿Para dónde?. — Replicó irritada.
— En el trabajo, mamá, ya te lo había dicho, ¿No?. — Contesté con algo de hastío.
— No me mientas, Eva, no seas tan descarada. — Me amenazó, levantando un dedo frente a mi cara, dejándome con la boca abierta, balbuceando.
— ¿Qué…? ¿De qué hablas…?.
— Llamaron de la empresa, desde que te fuiste hace una semana, no has vuelto y dejaste un desastre allá, te necesitan mañana a primera hora, así que prepárate para tomar un vuelo muy temprano… — Murmuró ella, fijando la vista en mí, con sospecha. — Y más te vale que no andes en algún bochinche, Eva… Ya tenemos suficientes habladurías con tu divorcio. — Gruñó mi mamá por lo bajo y se dio la medía vuelta para retirarse.
Bufé frustrada, tirando la puerta con fuerza. ¡Solo quería gritar, estallar, desaparecer! Con treinta y tres años y divorciada, mi mamá todavía quería tratarme como una adolescente. Vivía en su casa, sí, pero solo era algo temporal, mientras que encontrara un lugar acordé con mis estándares, ya que el miserable de mi exmarido, no pudo dejarme el apartamento en el acuerdo de divorcio.
Este no era mi mejor día, últimamente, parecía que la vida estaba empeñada en voltearme todo y eso me tenía frustrada.
Cuando era una niña, solía imaginar, que para este momento de mi vida, tendría todo lo que quería, pero, en cambio, sentía que lo estaba perdiendo todo.
Acababa de llegar de viaje, en eso no le había mentido a mi madre, pero no se trataba de un viaje de trabajo, había ido a visitar al esposo de mi hermana gemela, Ava. Y esa no era una visita precisamente amistosa.
*
Flashback:
Había descubierto, que mi hermana se estaba viendo con mi exmarido, no los llegué a ver en una situación comprometedora, pero como ellos tuvieron una relación sentimental antes de que él se casara conmigo, para mí, era evidente que entre ellos dos estaban renaciendo sentimientos del pasado.
Por eso, sentí que debía poner en su lugar a la descarada de mi hermana y fui a ver a su marido, para contarle todo lo que sucedía. Yo no lo conocía, solo me había enterado de que estaba manejando la sede principal de la empresa familiar y con esa información era suficiente para llegar tocando la puerta de su oficina.
Fue una enorme sorpresa conocer a ese hombre, el esposo de mi hermana, Alex Grand, cuando supe que mi hermana se había casado, asumí que su esposo sería un tipo patético y desagradable, puesto que ella es… Bueno, gorda.
Y con ese aspecto, ¿Qué otro tipo de hombre podría enamorarse de Ava?.
Pero casi me caigo de la impresión, al encontrarme con un hombre increíblemente sensual y atractivo, que me hizo erizar la piel con solamente su mirada, algo que nunca antes me había sucedido.
Y en ese primer encuentro, hubo un momento de confusión.
Como mi hermana había estado tomando unas supuestas vacaciones en la casa de mis padres por unos meses y su esposo no la había visto, aparentemente, al verme entrar, Alex Grand pensó que yo era Ava y que había bajado bastante de peso, obviamente.
No podía desaprovechar esa situación, quiero decir, ¿Cuántas veces te podrías encontrar con un hombre como ese y que te confunda con su esposa? Había viajado por horas para desenmascarar a mi hermana con su esposo, pero ahora, era mucho mejor, porque podría arrebatárselo.
¿Por qué le haría algo así a mi propia hermana? Primeramente, ella se estaba metiendo con mi exesposo y en segundo lugar, yo estaba segura de que ella no se merecía a un hombre como ese, pero yo sí me lo merecía, Alex Grand estaba a mi nivel.
Me metí en mi papel y me hice pasar por mi hermana, con cada minuto que pasaba, me sentía más segura de mi decisión, Alex era todo un caballero, atento, amable, romántico, inclusive me organizó una cena romántica de bienvenida, ¿Cómo pudo ser mi hermana tan estúpida como para dejarlo solo por tanto tiempo?.
Todo era perfecto, mientras mi hermana estaba en la casa de mis padres, yo enamoraría a Alex y cuando él estuviera completamente prendado de mí, le diría la verdad, mi verdadera identidad, pero ya sería demasiado tarde, él estaría tan enloquecido por mí, que mi engaño, no le importaría.
Para la noche, luego de una increíblemente romántica cena, Alex me acompañó hasta nuestra habitación, debía acostumbrarme, esa sería mi nueva habitación de aquí en adelante y al entrar, solo quería lanzarme sobre él para iniciar con mi plan seductor, sin embargo, Alex solo me dejó expectante, mientras se dirigía al baño.
Lo esperé ansiosa, le mostraría lo que era una verdadera mujer, le haría cosas que jamás se había imaginado, lo complacería hasta dejarlo desorbitado y le succionaría todos sus jugos hasta dejarlo seco, haría todo lo que estuviera a mi alcance para que no se saciara de mí.
Bien dice el dicho que una verdadera dama, lo es desde la puerta de la recámara hacia afuera, en el interior de la habitación matrimonial, es otra cosa.
La puerta del baño se abrió y mis ojos se abrieron de par en par con la misma rapidez, no por ver a Alex en ropa interior, que por cierto, si estaba buenísimo, sino por qué en su mano, traía un látigo, ¿Un látigo? ¿Qué carajos pensaba hacer con eso?.
— ¿Estás lista para jugar, cariño?. — Preguntó él, mientras movía el látigo en sus manos, caminando lentamente hacia mí.
— Eh… Yo… Cla… Claro… Pero… — Balbucee nerviosa, sintiendo como mi cuerpo quería retroceder, aunque no podía moverme si no quería crear sospechas.
«¡¿Dios mío?! ¡¿Qué pretende este hombre?! ¡¿Quiere golpearme con eso?! ¡¿Le hace eso a mi hermana?! ¡¿O ella se lo hace a él?!», mi cerebro trabajaba a mil por segundo, intentando encontrar una salida a esta situación, pero por más que lo pensé, no supe qué hacer.
— ¿Y bien? ¿No te provoca jugar?. — Insistió Alex, cada vez más cerca, seguramente notando que no había ningún movimiento de mi parte.
— Yo… — Tragué saliva, respire profundo. «Puedo hacerlo» me dije a mí misma, pero cuando él estuvo más cerca, mi pensamiento cambió, «¿Puedo hacerlo? ¡No! ¡No puedo!». — ¡¿Estás loco?!. — Vocifere apartándome.
— Muy bien, ahora que sé hasta donde eres capaz de llegar, quiero saber, ¿Quién carajos eses?. — Me miró sonriendo con malicia.
— ¿Eh?. — Respondí perpleja.
— Sé que no eres mi esposa, ¿Quién eres y que es lo que quieres? ¿Qué pretendes? ¿Qué es lo que buscas?. — Comenzó a preguntar con autoridad, dejándome paralizada.
— Yo… Yo soy la hermana gemela de Ava… — Solté caminando hacia un lado de la habitación, alejándome de él y temiendo su reacción. — Mi nombre es Eva Golf.
— Muy bien, Eva. — Él me miró ceñudo. — Ahora me dirás, ¿Qué carajos querías lograr haciéndote pasar por mi esposa?.
— Yo…
— Te recomiendo que no me mientas, ya te distes cuenta de que no es fácil engañarme… — Intervino él, en forma amenazante.
— Bien. — Resople, sintiéndome entre la espada y la pared. — Vine porque quería exponer a mi hermana… — Afirmé intentando tomar convicción, no iba a permitir que él me intimidara más, ese no era mi estilo.
— ¿Qué?. — Él arrugó el entrecejo, confundido.
— Así es, ese era mi plan original, contarte lo que mi hermana hace en París, a tus espaldas…
— Habla, pues… ¿Qué es lo que quieres decir?. — Gruñó con algo de rabia.
— Descubrí que mi hermana se ha estado viendo con mi exmarido, Ethan, quien es, nada más y nada menos que su exnovio. — Él se quedó con la boca abierta por un instante.
— Si eso es cierto, ¿Por qué intentabas hacerte pasar por ella y seducirme?. — Preguntó dando un paso hacia adelante, con los puños cerrados a los costados, haciéndome retroceder automáticamente.
Sí, efectivamente, no quería verme intimidada por ese hombre, pero no era fácil actuar decidida frente a él.
— Pues, verás… Lo cierto es que no esperaba que el marido de mi hermana, fuera tan… — Intenté buscar una palabra adecuada, pero él parecía ansioso.
— ¿Tan…?. — Insistió.
— ¿Atractivo? Sí, bueno, tan sexi… Ya lo dije, eres sexi… Así que se me ocurrió…
Él levantó su mano frente a mi rostro, como una señal para callarme, lo cual me pareció muy grosero, aunque cerré mi boca en automático.
— No digas más, ya entendí. — Gruñó y se dio la media vuelta.
El muy idiota me dejó allí, confundida, sin saber que hacer o decir, mientras lo vi caminar por toda la habitación, vistiéndose, arreglar una pequeña maleta y hacer varias llamadas.
Una hora después, estuvo listo y tomó su bolso para salir.
— ¡Hey! ¿A dónde vas?. — Pregunté levantándome de un extraño e incómodo sofá que tenían en la habitación. Él se detuvo en la puerta.
— ¿A dónde crees? Voy por mi esposa. — Respondió Alex, elevando una ceja.
— ¿Vas a buscarla después de lo que te conté?. — Pregunté atónita.
— Mira, te voy a aclarar algo… A mí, tus cuentos, no me valen de nada y mucho menos cuando tuviste el descaro de querer engañarme. ¡Yo amo a mi esposa! Y al menos que ella me diga que quiere a otro y no quiere nada más conmigo, no la dejaré ir… — Explicó Alex muy serio.
Sus palabras provocaron un escalofrío por todo mi cuerpo, la decisión en sus ojos, su actitud tan masculina, su determinación, provocó una punzada de dolor en mi pecho, entonces me di cuenta de que, Alex Grand, realmente amaba a mi hermana y era evidente, que no le importaba su físico.
Los celos y la envidia me carcomieron desde lo más profundo de mi interior. Por un instante, por un breve instante, sentí el anhelo y el deseo de que alguien me amara así, un amor de verdad, con sinceridad, alguien que mi quisiera tal como soy.
Pero no, volví a enterrar ese deseo en lo más profundo de mi ser, porque después de la traumática experiencia de mi divorcio, había decidido no arriesgarme más, ¿De qué servía el amor, si no era para causar sufrimiento? Y yo no quería pasar por eso otra vez.
Al notarme ensimismada en mis pensamientos, Alex se dio la media vuelta para irse, el sonido de la puerta al cerrarse me hizo reaccionar y salir rápidamente tras él.
— ¡Espera!. — Lo llamé mientras él bajaba las escaleras, muy apurado, me apresuré en alcanzarlo. — ¿Me vas a dejar aquí? ¿Así nada más?. — Pregunté confundida.
— ¿Qué quieres que haga? Yo no te invité a mi casa. — Respondió Alex, arrugando el entrecejo, mirándome con ansiedad, se notaba que ya quería irse.
— Oye, pero… ¿Qué se supone que haga?. — Lo jalé por la chaqueta cuando ya abría la puerta.
— Puedes quedarte, no te correré de mi casa, pero solo porque eres la hermana de mi esposa… Te puedes ir por la mañana, tú verás como vuelves a París, no quiero que Ava se entere de que viajamos juntos, no sé qué clase de relación tengan ustedes, pero no me puedo arriesgar a qué ella piense algo que no es o que tú inventes otra estupidez. — Luego de decir eso, se soltó de mi agarre y se fue.
Suspiré pesadamente, Ava era una mujer muy afortunada, siempre lo fue. Mi pecho me dolió, había tanto de ella que yo envidiaba, solo que nunca lo dije, a nadie.