Capitulo III “Guerra parte II”

1651 Words
Al atardecer los guerreros comenzaron a prepararse para su partida, muchos de los hombres que se encontraban allí no habían peleado nunca en sus vidas, sus piernas estaban temblando y sin embargo hacían esto para que sus hijos y esposas pudiesen dormir con total seguridad de que nada habría de pasarles mientras lo hicieran. Veía la triste escena desde la ventana, no pude evitarlo más, tengo un instinto por hacer siempre lo que no debería hacer, pero era fiel a mis ideales, era fiel a mí misma. Bajé los escalones rápidamente, en un punto incluso estuve a punto de caer de bruces al piso, sin embargo no me detuve hasta estar de frente a mi padre. -Tienes que detener esto – supliqué una vez estuve allí. -No hay manera – replicó él con su mirada altiva. -¿Vais a permitir que tu orgullo sea el causante de la muerte de tu pueblo? – mi pregunta se encontraba un poco tapada por mi respiración agitada y temerosa. -No es digno de una princesa perder la compostura – sus palabras me dejaron perpleja ¿Qué quería decir con eso? No tenía absolutamente nada que ver con el tema. No dije más nada, solo me quedé allí de pie hasta el momento en que montaron sus caballos y partieron del lugar “Esos caballos van trotando al infierno” dije en voz baja y firme. No tenía otra opción que rezar y confiar en que papá tenía razón. Entré al castillo, intenté leer un libro, sin embargo no podía, tocar el piano me resultó desesperante, solo caminaba de un lado a otro como si no hubiese un mañana y en caso de que lo hubiese yo iría a una carrera. -Estás demasiado nerviosa – comentó Bastián mientras entraba a la sala -¿No debería estarlo? – pregunté de una manera un tanto irónica, aunque una parte de mí deseaba que Bastián respondiera y que además tuviera razón en lo dijera. -¿Crees que tu preocupación les dé fuerza en la batalla o disminuya el número de muertes? – sus palabras fueron crudas, sus ojos miraron fijamente a los míos, como si los estuviese retando a un duelo. -No, no lo creo – respondí con total sinceridad. -Entonces mantén la calma y prepárate para las malas noticias – Bastián había madurado mucho con los años, me resultaba sorprendente. -Uno nunca se prepara para las malas noticias, es simplemente imposible. Existen cosas tan inevitables, tan seguras, tan dolorosas. Las pensamos todo el tiempo sabiendo que sucederá y “nos preparamos para ello” pero de igual manera nos destrozan las entrañas cuando sucede – parecía que mis palabras le habían llegado a algún, pues, agachó la mirada y luego me miró con cierto temor. -¡Están atacando el reino! – gritó uno de los caballeros desde la entrada. -Me cago en mis jodidas palabras y que un cabrío corte mi lengua – manifesté enseguida. Fuimos hasta la ventana solo para ver el desastre que era el pueblo en estos momentos, no habían quedado muchos guerreros, los pocos estaban siendo sometidos bajo las duras manos del enemigo. Por donde miraba las personas estaban siendo sacadas de sus casas, sin respetar a mujeres o niños, obligados a pedir piedad, mi límite fue ver como un hombre, sin resentimiento alguno, sin ni siquiera tambalear un poco cortó la cabeza de uno de los habitantes de nuestro reino. Bastián comenzó a temblar, mi cuerpo estaba igual, pero el momento era ahora o nunca, corrí hasta la puerta, tomé una de las espadas que papá tenía a los lados de esta y tuve que amenazar a quienes cuidaban el castillo que me iba a suicidar con la misma espada si no permitían mi salida. -No puedes salir – gritó mamá desde las escaleras. -No puedo quedarme aquí dentro – Repliqué instantáneamente. -Vas a morir si cruzas esa puerta – contestó firmemente. -Si has marcado mi destino en este instante permitidme tu bendición, voy a morir defendiendo mi reino – manifesté con la voz un poco temblorosa, pero sin tambalear en mi decisión. -Que Dios te bendiga, hija – dejó salir en un susurro. Las puertas se abrieron y corrí hacia la batalla, siempre lo supe, usar vestidos tan grandes me impedían luchar de manera correcta, un hombre me atacó directamente, al primer espadazo bloqueé inmediatamente, el segundo fue mucho más predecible y luego del tercero devolví el ataque enterrando la espada en su abdomen “Son tan pobres que ni siquiera algunos traen armadura” pensé con cierta compasión. Así vinieron uno tras otro, siendo vencidos cada uno de ellos, haciendo que mi respiración se acelerara, que mis brazos dolieran, que mis piernas a duras penas soportaran mi peso. -¿No podéis contra una niña? – exclamó uno de ellos mientras reía. – yo voy a enseñarte a bailar. -No existe paso que no conozca, pero tampoco temo a dejar en ridículo a otro instructor – Repliqué fingiendo valentía. -Permite que sea yo quien luche esta batalla – intervino un hombre joven con vestimentas más decentes y una sonrisa ladeada. -No creo que sea una digna oponente de usted, mi príncipe – contestó el primero. -Eso voy a decidirlo yo – replicó él menor. Se vino contra mí logrando empujarme con bastante fuerza, no esperé mucho para devolver el golpe, el sonido de los metales chocando parecían hacer eco en todo el pueblo, mis oídos ya no conocían mi idioma, solo el lenguaje de ese estruendoso ruido. Varios hombres se posicionaron alrededor para presenciar la batalla, esto me daba una ventaja, pues, eso significa que en este momento hay menos enemigos luchando, pero por otro lado significaba que mi muerte era segura y estaba casi escrita en roca, estaba agotada, el sudor bajaba por mi frente y eso más el final del día hicieron que el tinte y la manteca comenzaran a despedirse de mi cabello, me dejaban una terrible sensación en el cuerpo, un olor nauseabundo y se hacía más difícil continuar. -Usted no debe estar aquí – gritó un chico acercándose hacia nosotros con un sable entre sus manos - ¡Princesa, huya! -¿Princesa? – exclamaron todos los presentes, incluyendo a mi contrincante. Aproveché el momento de confusión y golpeé la pierna de mi oponente haciendo que este cayera al piso y colocando el filo de la espada en sus garganta. -Has que se detengan – ordené. -¡Cesen la batalla! – gritaron los demás. -Ni un solo ataque más – ordené a mi pueblo. -No lo mates – suplicó uno de sus hombres. -¿Quién ha dicho algo de matarlo? Vamos a tomar el té – contesté con fuerza y cansancio. Todos me miraron con cierta confusión, sin embargo mi oponente aceptó, se levantó de donde estaba, ordenó que se detuvieran y esperaran sus órdenes, luego entró al castillo junto a mí. Una vez adentro lo hicieron pasar hasta el salón de invitados mientras yo me daba un rápido baño para verme un poco más presentable, me coloqué un vestido rápidamente y salí a su encuentro. Él estaba allí, sentado como un animal que ha sido domado, lo detalle un instante, su cabello rubio oscuro, su tez blanca, sus ojos de color verde, era un poco más alto que yo, también más ancho, era evidente que fue más entrenado para la batalla que cualquiera de mis hermanos, pues, tenía mucha más musculatura. -Disculpe la demora, no deseaba tener un reunión con usted luciendo como un verdadero desastre – me dirigí hacia él haciendo una reverencia. -No se preocupe, yo tampoco estoy en las mejores condiciones, así que comprendo perfectamente – contestó sin moverse ni un poco. -Habéis venido a matar a mi pueblo – Exclamé sin más. -Y solo tú has matado a varios de mis hombres – replicó con un tono que me resultó bastante curioso, como si yo en serio tuviese que sentirme culpable por ello. -El ataque de ustedes ha sido premeditado, lo mío ha sido solo una respuesta. -Digamos que tiene usted la razón. -Hay que detener esta guerra ¿Qué deseas de nosotros? – mis palabras hicieron que su semblante se endureciera aún más, quizás estaba siendo un poco dura con él. -Deseo vuestra mano en matrimonio – confesó. Mi rostro se desencajó totalmente, había entendido sus palabras, pero sinceramente nunca había pensado en ser una esposa, no estaba entre mis planes. Sabía que algún día iba a hacerlo, pero pasé toda mi infancia practicando mis habilidades para ser una mujer instruida, digna del trono, a diferencia de otras niñas no estaba planeando mi boda ni jugando a la cocina. -Lamento informar que eso no lo obtendréis – mi réplica pareció no gustarle, pues, se levantó del sillón y me miró fijamente por un momento. -No hay nada más que desee de este reino – contestó de manera fría, en realidad no expresaba mucho, ni con sus palabras, ni con su rostro, ni con nada. No parecía tener miedo, tampoco parecía estar molesto o siquiera ofendido. Era completamente opaco. -Lamento mucho oír eso – respondí con cierta tristeza – pero no estoy dispuesta a contraer matrimonio. -Fue un gusto conocerla, creo que ya es hora de retirarme – hizo una reverencia y se dirigió hacia la puerta. No podía pensar en otra cosa que no fuese en el instante en que ese joven cruzara la puerta, entonces daría la orden de continuar con la batalla, destruiría todo a su paso, yo no quería casarme, pero me debía a mi pueblo más que a nada en este mundo, siempre supe que nací para servir a él, aunque la mayoría creyese que era al revés. -Si voy a casarme con usted – dije lo suficientemente fuerte como para que este me escuchara y se detuviese en seco. Quizás algún día iba a arrepentirme o quizás no.  
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