Dejé de observar aquella acera tras la ventana al sentirme cansada, conocidos disfrutaban de aquella fiesta mientras que yo, cuidaba a mis hermanos, era lo mismo de siempre, salir nunca era una opción.
—¿Te ha pasado algo parecido?— preguntó con ilusión Elisa, accedí aún aturdida... No le había prestado atención en lo absoluto. —Siento que fue amor a primera vista, ¿Tú lo crees?— insistió. Al parecer había encontrado el amor. Aún no entendía por qué mi pequeña hermana había aceptado una soda de aquel mocoso llamado Jair, era una tontería.
—Eli, no confíes en cualquiera, eres demasiado joven aun para pensar en algo como eso, tómalo con calma.— advertí siendo dura. Esta sonrió maliciosamente para alzar los hombros sin dejar de juzgarme en sus adentros.
—Cuéntame una historia tuya, ¿como conociste a Malcolm?— preguntó con ternura, negué para cargar a Harry el cual estaba profundamente dormido. A estas alturas ya no me asustaba el hecho de quedarme sola con mis hermanos en aquella casa vieja, nos habíamos acostumbrado.
—Vamos Alys, debe ser algo romántico.— insistió la castaña mientras soltaba un puchero, sonreí para negar de nuevo.
—No Elisa, tienes que dormir.— pedí.
—No has conocido a alguien que te haya quitado el aliento, ¿no?— fruncí el ceño molesta, era tan solo una niña... como podía hablar así.
—Elisa, basta, es noche, debes dormir.— pedí al apagar aquella bombilla vieja que alumbraba el ochenta por ciento de la habitación.
[...]
—Yo sé que tú puedes ayudarme Kian— negué sin mostrar ningún interés. El sujeto no tenía mi atención en lo absoluto, esta se encontraba en el computador, finalizando otro día de trabajo. —Kian— insistió Scott sin intenciones de dejarme en paz, suspiré rendido a tus palabras.
—Scott, padre no te ha subido de puesto porque no tienes la capacidad para uno con alto poder.— murmuré con una sonrisa, la cara del sujeto cambio por completo.
Este accedió con desdén para levantarse de su asiento frente a mí... mis palabras lo había herido de cierto modo, nunca había sido bueno cuando las palabras, no conocía los filtros.
—hablaré con él, si eso quieres.— solté como buen hermano mayor, este giró de inmediato con intenciones de desaparecer, estaba molesto y decepcionado.
—No, no te preocupes, tal vez tengas razón.— accedí sin importancia, la vida seguía. Escuchar el sonido de la puerta siendo cerrada me dejó en frustración, Scott merecía mucho más que esto; ese era el motivo por el cual mi padre no lo había metido al negocio, era demasiado blando para cargar con aquellos eventos.
Cada segundo que pasada nuestro destino se definía; muerte o prisión, si teníamos suerte gloria y poder momentáneos, el camino no tenía nada bueno, no era estable.
En mi caso estaba en un lugar estable, sin más dejé aún lado el computador para tomar el teléfono del escritorio.
—Jimena sube el maletín— pedí serio para después colgar; con un suspiro me preparé para recibir a la morena con aquellas curvas pronunciadas.
[...]
—¿Si quiere le puedo hacer compañía? Soy buena charlando.— preguntó con timidez la morena, pasé mi mirada por cada centímetro de su cuerpo, esta pareció notarlo de inmediato.
—Jimena conoces la respuesta, retírate.— solté de golpe sonando algo molesto.
—con permiso Señor Relish, me retiro.— informó esta para salir más que desilusionada.
En mis veintinueve años había comprobado que las mujeres eran interesadas y ninguna con buenas intenciones... ¿Quién no lo era? Si no podían tener gloria, debías disfrutarla de alguien más, era simple.
—Señor Relish, creo que debería irse a casa, no luce en perfectas condiciones.— oírla de nuevo me dejó en silencio.
—Jimena, retírate.— ordené con una mirada firme, odiaba los juegos que te hacían perder el tiempo, las cosas debían dictarse sin utilizar cualquier tipo de censura.
[...]
—Kian tu madre quiere que vengas a cenar, tiene algo importante que anunciar, hará una cena— habló el hombre con una voz dura, no tenía el suficiente humor para aguantar sus reclamos, más sin embargo los debía soportar, porque dictaba ser mi jefe.
—Iré más tarde.— respondí mirándolo con molestia para después insertar la llave del auto, con una mirada rápida recorrí aquel estacionamiento con pocos autos, la noche había caído y con ella las actividades que la perseguían.
—No quiero que hagas de enojar a tu madre, no debe aguantar más— advirtió el hombre con seriedad, sin dejar de un lado su superioridad, informándome que además de ser mi padre, era mi dueño, debía cumplir con sus peticiones. Con cansancio accedí para subir a mi auto y por fin desaparecer.
Eso no pasaría, no debía llegar a su cena, sin más que hacer en el lugar, arranque el auto lujoso dejando a mi padre solo en aquel estacionamiento, los pensamientos llegaron cuando el motor rugió, el pecado tenía el volante, y yo solo era un pasajero más, el más afectado de todos.
Una noche larga me esperaba... solo eso podía pensar, la moral había dejado mis lares hace tiempo, y su significado vuelto un enigma casi fantasioso, una palabra vieja.