Alba se separó de los brazos de Santiago, con el rostro carmín, avergonzada. —Discúlpame qué pena contigo. Él la observó de manera muy tierna. —No tienes porqué sentir vergüenza de demostrar tus emociones, me alegra haber sido yo el que estaba en este momento contigo. Alba inclinó su rostro y mordió sus labios, luego irguió su barbilla y con una tímida mirada se dirigió a él. —Gracias Santiago. —Ladeó una sonrisa. —¿Te sucedió algo? ¿Fue por la forma tan grosera que me comporté contigo? Alba elevó ambas cejas, y lo miró a los ojos. —No claro que no —expresó con naturalidad—. Hay días que extraño a mi familia, que me hace falta el abrazo de mi madre. —Suspiró profundo con el corazón temblando en su pecho. —Estoy seguro que no me parezco a tu mamá, sin embargo, espero que de a