Siete

2998 Words
Todo puede pasar en cinco años… Y si no uno no se va muy lejos (en cuestión de tiempo), podemos pensar que la vida cambia de un segundo a otro, algo que para muchas personas les puede gustar, mientras que para otras no.  La fría brisa de un lunes por la mañana comenzó a pegarle la cara de una castaña. La susodicha alzó su mano derecha para poder sentir el aire en ella, mientras respiraba profundamente ante el simple pensamiento de lo que iba a pasar en su regreso a la ciudad que tanto miedo y curiosidad le daba.  —    Ya casi vamos a llegar hija — Eros habló por primera vez en todo el viaje — Tu madre está muy feliz por tu regreso — Sonrió de oreja a oreja al recordar la llamada que había tenido con su esposa unos días antes — Bueno… ella está feliz por nuestro regreso.  —    ¿Por qué te vas a regresar a la ciudad si tu vida está en otro lugar? — Artemisa preguntó mientras cambiaba el tema — Es una muy mala decisión Eros — La llamó por su nombre — Necesitas regresar a dónde tienes tu empresa y tú vida.  —    Mi vida está junto a ti y a tu madre — La observó de reojo mientras alzaba su mano derecha y la acercaba a la de su hija para poder entrelazarla por unos segundos — Así que no entiendo muy bien tu pregunta. Tú bien sabes que nuestra empresa puede seguir su camino orgánico sin la necesidad de que yo me encuentre presente.  —    Va a llegar un punto en el que te sientas infeliz — Se encogió de hombros — Tú ya estabas acostumbrado a ir de un lado a otro sin la necesidad de pensar en mi madre — Se detuvo durante unos segundos para después volver a hablar — Aunque quieras mentirte a ti mismo, no lo vas a poder hacer Eros. —     Artemisa — Le contestó mientras cambiaba su semblante un poco más serio — ¿En qué quedamos con tú postura de lo que iba a pasar en tu vida de ahora en adelante? — Le recordó al pacto que  habían quedado — Debes de dejar ir todo lo que sucedió, ya pasaron cinco años de ello, así que te conviene dejarlo atrás.  —    No pienso dejar atrás algo que a mí nunca me pareció — Se señaló a ella misma mientras fruncía el ceño y negaba con su cabeza — Ustedes llegaron de un día a otro a quitarme la vida que yo conocía — Musitó entre dientes al recordarlo — Así que no puedes venir a pedirme que lo olvide.  —    Tú y yo habíamos quedado que ibas a dejarlo pasara por mí y por tu madre — Suspiró cansado — No puedes negarte a que tu vida estuvo muy bien durante todos estos años.  —     Si lo estuvo — Se encogió de hombros — Yo nunca diré lo contrario Eros.  —    ¿Entonces? — Preguntó un tanto incómodo al no saber lo que ella quería — Sigo sin entender el por qué de tu postura ante lo que va a pasar.  —    Porque no puedo olvidar lo que me hicieron mi madre y tú — Lo señaló — Aunque a mi madre la comencé a entender hace dos años, a ti nunca lo hice. Nunca entendí el por qué la persona que más confiaba en mí, decidió confiar en un maldito periódico. Su madre apretó el volante del auto con fuerza para no contestar algo de lo cual se podría arrepentir. Artemisa negó con su cabeza al saber que no iba a obtener nada de regreso de su parte, por lo que se limitó a seguir viendo el paisaje que se encontraba perdiéndose por la cercanía que tenía de la ciudad.  —    Te diré algo hija — Volvió a hablar mientras su mirada seguía manteniéndose en la carretera — Tienes una vida muy brillante en la palma de tu mano. Tienes un título con el que te consiguió tú trabajo soñado — Le recordó — Y todo eso lo hiciste en tus cinco años conmigo — Suspiró — Yo sé que te vas a sentir cómo un pez afuera del agua de ahora en adelante, pero eso no significa que siempre te sentirás así.  —    Me va a costar volver a lo que yo era aquí — Le contestó en un susurro — No importa el título o lo que yo he estado construyendo si eso lo estaba haciendo en otro lugar muy diferente a este.  —    Tú bien sabes que tu trabajo soñado no lo hubieras obtenido en donde estábamos — Artemisa iba a interrumpirlo, pero él negó al mismo tiempo que seguía hablando —  Y no porque no hubieras podido lograrlo, sino que simplemente esa empresa no se encontraba ahí.  —    Pues hubiera encontrado una empresa muy diferente a ella — Frunció el ceño al notar que su padre estaba intento convencerla de algo que no iba a lograr — Así cómo lo dices — Lo señaló — Tengo un título que me puede ayudar a encontrar la empresa que yo quiera y el trabajo que yo quiera, así que por eso es lo de menos.  Su padre negó con su cabeza mientras le daba una vuelta al volante y seguía su camino hacía su antigua casa. En la mente del susodicho se venían escenarios muy malos y muy buenos de lo que podría pasar de ahora en adelante con la vida de su hija, por lo que eso lo hizo reflexionar sobre las ventajas y desventajas de lo que estaban haciendo al regresarla.  —    Listo — Después de unos cuantos minutos siguiendo el trayecto de regreso, sus ojos se encontraron con la entrada de la casa. Artemisa abrió sus ojos de par en par al estar anonadada por lo que estaban viendo. Sus manos comenzaron a cerrarse en puño por el enojo que estaba sintiendo en todo su cuerpo. No podía creer lo que había hecho Hera con la cuestión de su regreso a la ciudad.  La entrada de su casa se encontraba decorada con un gran cartel que decía "Bienvenidos de regreso a su hogar", así como globos pegados alrededor de ello.  —    Ni de broma se atrevió a hacerlo — Musitó furiosa al saber lo que les estaba esperando al otro lado de la entrada — Ella nos prometió que no lo iba a hacer — Recordó la llamada que su padre había estado teniendo con Hera sobre su regreso.  —    La verdad es que ni yo lo sé hija — Frunció el ceño mientras negaba con su cabeza al notar toda la decoración que se encontraba a su alrededor — Tú madre me prometió que no lo iba a hacer.  —     Y así cómo promete cosas podemos ver que no las cumple — Habló con su sangre caliente del enojo — No quiero entrar padre, no pienso ser un trofeo para ella.  —    No puedo hacer nada para zafarte de esto — Musitó un poco incómodo y preocupado con ella — Pero puedes bajar, saludar a los que más puedas y después subir a tu cuarto — Artemisa lo miró buscando algún tipo de trampa en sus palabras — No quiero que te sientas mal, así que créeme que yo detendré a tu madre si ella quiere obligarte a estar abajo.  —    Está bien — Suspiró cansada — Lo único que quiero es llegar a dormir para mañana empezar mi día laboral —Musitó un tanto burlona — Vamos a encarar a mi querida y amada madre — Eros asintió mientras se acercaban mucho más a la entrada de su casa.  Artemisa y su padre se miraron con el ceño fruncido al no ver a nadie esperándolos afuera de la casa, por lo que eso comenzó a generar un tipo de desconfianza.  —    Que raro — Eros comenzó a hablar mientras fruncía el ceño al notar que todo estaba muy tranquilo — No hay nada.  —    No hay caballos o coches en la entrada — Artemisa agregó mientras su mirada comenzaba a buscar algo raro — No entiendo lo que está pasando — Habló sincera — No están ni nuestros ayudantes.  —     Deja me bajo para saber lo que ocurre — Artemisa asintió mientras se quitaba su cinturón de seguridad para acompañarlo — Quédate aquí por  si llega a pasar algo — Su hija frunció el ceño mientras negaba ante su orden — No seas testaruda y hazme caso por primera vez en tu vida.  —     Es que no puedo hacerlo padre — Negó — Me voy a bajar contigo te guste o no — Eros negó con su cabeza — Así que vamos — Lo invitó a comenzar a caminar hacía la puerta de entrada — Vamos a ver lo que verdaderamente está pasando en este lugar.  Los dos dejaron sus maletas en el maletero del coche (así cómo todo lo que habían traído de su anterior hogar), para después salir hacía donde querían.  —     Espera aquí — Señaló el final de las escaleras.  Antes de que Artemisa asintiera ante esa orden, los dos abrieron sus ojos de par en par ante la sorpresa de escuchar un "Bienvenidos" entre gritos y risas. Eros observó a su hija con una mirada de no saber muy bien lo que estaba pasando, mientras volteaban hacía el mar de personas que se encontraban dentro de la casa.  —    ¡Por fin llegaron! — Hera salió de entre la gente con una sonrisa de oreja a oreja — Los habíamos estado esperando desde hace dos horas.  Eros le sonrió a su esposa con cariño al verla así de feliz por su llegada, mientras que Artemisa se encontraba con una mirada de pocos amigos por lo que hizo su madre (sabiendo que ella no quería tener una fiesta de bienvenida).  —    Una disculpa hubo demasiado tráfico — Hizo una mueca mientras negaba con su cabeza ante el cansancio — Pero ya llegamos a la ciudad — Hera asintió un poco más contesta y tranquila.  Mientras Hera y Eros se encontraban sonriéndose y felices por volver a estar juntos, Artemisa se mantenía en el último escalón de las escaleras observando con atención y con sus ojos entrecerrados hacía su madre.  Algo en su madre se sentía completamente diferente, por lo que no podía creer la efusividad con la que los estaba recibiendo (cómo si nada hubiera pasado hace cinco años). Aunque Hera ya no sintiera la necesidad de aclarar lo que pasó, su hija se encontraba incómoda al estar cerca de ella, por lo que para Artemisa en esos momentos no sentía mucho amor hacía ella.  —    Artemisa — Hera se separó de su esposo para poder observar a su hija con una gran sonrisa en su rostro — Bienvenida de regreso a tu casa — Su hija frunció el ceño mientras veía a su madre así de feliz.  —     No debías de hacer esto — Señaló con su mano derecha el intento de fiesta que estaba lanzando por su llegada —  Mi padre y yo te dijimos que no era necesario.  —     Queríamos sorprenderlos — Le contestó de regreso un tanto incómoda — No sabíamos si era en serio o no el no hacerles nada de bienvenida — Artemisa se mordió el labio mientras asentía ante la explicación de su madre.  —    Nosotros te lo dijimos por algo Hera — Mencionó su nombre como si de una amiga se tratase — No lo dijimos de broma o algo así — Eros abrió sus ojos de par en par al notar que la gente a su alrededor comenzó a escuchar sobre lo que estaban hablando su esposa e hija.  —    Hey — Eros se acercó hacía ellas para poder darles la espalda a los invitados — Si quieren podemos hablar sobre lo que está pasando después — Suspiró cansado — No sé si no se han dado cuenta, pero hay gente a nuestro alrededor escuchando su pequeña pelea — Artemisa observó a lo que se refería su padre — Así que yo les recomiendo dejarlo para al rato.  —     Es que no es justo lo que hizo tu esposa — Hera caminó un paso hacía atrás al sentirse atacada y dolida por las palabras que salían de la boca de su hija — Nosotros le avisamos lo que iba a pasar; no porque quisiéramos minimizar su felicidad, sino que simplemente no queríamos este tipo de bienvenidas con gente que ni conocemos.  —    Pero si las conoces Artemisa — Su madre la interrumpió — Lo que pasa es que no te acuerdas de ellas ya que llevas muchos años afuera de la ciudad — Su hija negó con su cabeza.  —    He estado afuera de la ciudad gracias a ti Hera — Alzó su mano derecha para señalar su pecho — Así que si me disculpan los dos — Los observó atentamente — Me iré a mi cuarto y me quedaré ahí hasta que todos se hayan ido — Eros iba a llamar su atención, pero ella negó — Y no te atrevas a decirme nada padre, que tú bien sabes lo que opino sobre este numerito.  Artemisa los miró por última vez antes de subir las escaleras hacía el segundo piso de su casa y dejar a todos los invitados en la planta baja con semblantes de sorpresa.  —    Yo creo que ya es suficiente — Eros observó a sus invitados y aplaudió una sola vez para poder llamar su atención — Si quieren podemos pasar al jardín trasero para comenzar con nuestra fiesta de bienvenida.  Todos los presentes comenzaron a verse los unos a los otros para después asentir y salir de ahí hacía el lugar en dónde iban a celebrar. Su esposa le agradeció con un asentimiento de cabeza y apretón de mano, por lo que supo que esa era la mejor decisión que pudo tomar en esos momentos.  —    Muchas gracias — Hera le sonrió mucho más tranquila y agradecida — Creo que fue una muy mala decisión de mi parte el hacerles esta fiesta de bienvenida.  —     Amor — Eros negó con su cabeza — No fue una mala decisión, es solo que nuestra hija llegó muy cansada por todo el viaje — Hera hizo una mueca al saber que lo que estaba diciendo era una completa mentira — Pero mejor olvidémonos de eso y disfrutemos de la velada — Hera asintió un tanto incómoda.  Los dos se tomaron de las manos y siguieron los pasos que tomaron todos sus invitados. A lo lejos (y sin que casi nadie más se diera cuenta), se encontraban los gemelos Black observando todo el numerito que estaban teniendo los Relish.  —    ¿Cuánto tiempo ha pasado? — Uno de ellos le preguntó a su hermano con una ceja alzada — No puedo creer que haya regresado después de tanto años — Re afirmó su pregunta.  —    Pasaron cinco años desde que se fue de la ciudad — Le contestó el otro mientras observaba fijamente el cuarto de la castaña — Yo pensé que nunca regresaría.  —    Pensaba lo mismo  — Asintió con su cabeza — Esto me sorprendió — Alzó sus dos brazos para poder cruzarlos — Hera nunca nos dijo nada sobre el regreso de Artemisa, así que yo creo que todo esto fue planeado en corto tiempo.  —    Yo opino lo mismo — Asintió mientras sacaba un cigarro de su pantalón para poder prenderlo y relajarse de todo lo que estaba pasando a su alrededor — Deberíamos de subir a saludar a Artemisa.  —    No creo que sea lo mejor Apolo — Lo observó con un semblante serio — Lo mejor sería esperar a que ella nos encuentre a nosotros — El gemelo que conocía mucho más a Artemisa frunció el ceño ante lo que dijo — ¿No te parece?  —     ¿Y cómo piensas que nos la podríamos encontrar si los tres hemos cambiando con el paso de los años? — Ares asintió ante lo que dijo su hermano al estar de acuerdo con él — Lo acabas de ver — Señaló a la entrada de la casa — Artemisa no se ve nada igual a quien era hace cinco años.  —    Y nosotros tampoco — Se encogió de hombros para no darle tanta importancia al asunto — Nuestro padre nos dijo que mañana va a empezar a trabajar en la empresa — Apolo asintió al acordarse de ello — Así que necesitamos hacer algo para que Artemisa no nos vea... aún.  —     ¿Y por qué no quieres que nos vea? — Preguntó un tanto confundido — ¿Qué es lo que piensas hacer Ares? — Su hermano se encogió de hombros.  —    Yo hace tres años te dije lo que sucedió entre Artemisa y yo, así que necesito de tu ayuda para que mi plan siga a la perfección.  Apolo comenzó a repasar sobre lo que había hablado con su hermano hace tres años, por lo que en el momento que lo hizo, apretó sus manos en puños.  —    Tú también sabes muy bien lo que yo siento por ella — Musitó entre dientes — Así que no pienso seguir tus estúpidos juegos de niño chiquito — Ares rodó sus ojos ante la terquedad de su hermano.  —     Esto te va a beneficiar a ti también — Lo señaló — Si Artemisa no sabe quienes somos realmente y nos elige por algo más que el físico, será un plan perfecto para ti.  — ¿Y por qué para mí?  —    Porque entre tú y yo... — Se paró enfrente de él — La diferencia recae en los sentimientos que le tengamos a ella. Yo no estoy enamorado de Isa, pero tú si lo estás, así que eso nos ayudará a saber con quién se va a quedar.  —    Esto no es un juego.  —     Para mí el juego acaba de comenzar…
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