Con cierto nerviosismo Melissa Anderson miró a los hombres que entraron y salieron del estudio para instalar un teléfono.
– No creo que necesitemos esa cosa.
Elena resopló, en un par de años su suegra sería una de las personas que más comúnmente usaría esa, ¡cosa!, para presumirles a todas sus amistades lo hermosa, brillante y maravillosa que era su nieta – es necesario, es una herramienta de negocios, ayudará a la familia.
Melissa siguió mirando con recelo la caja cuadrada, el disco con números y el auricular que se pegaba al oído e incluía una boquilla que se acomodaba cerca de la boca.
Elena sintió la necesidad de hacer una llamada solo para ver la expresión de su suegra al escuchar la voz de otra persona que no estaba en la habitación tan cerca de su oído, pero resistió el impulso.
