Frankie Anderson volvió a casa tarde, como era una costumbre de las últimas semanas, Megan lo esperó en la sala y notó el estado de su ropa, el lodo en sus botas y el aroma que despedía – pediré que te preparen el baño y un bocadillo para que no te vayas a la cama hambriento. – No tengo hambre – le respondió y se quitó el saco. – Apestas a vino barato, ¿hubo algún problema? – soltó Megan bastante nerviosa. – No, todo está bien. Ella no lo creyó y se mordió el labio – ¿es sobre tu amigo?, el joven que conocí en la boda y que te ha estado evitando. Frankie resopló – es uno de mis mejores amigos, es natural que me preocupe. Megan se preguntó qué tan natural era esa preocupación, o cuán importante era esa amistad porque, desde que Francis salió de sus vidas, su esposo pasaba menos tiempo