El licor se acabó y Lexie se quedó con muchas historias que no pudo compartir por falta de tiempo, y a la mañana siguiente una mucama se abrió paso muy lentamente para recoger todas las botellas, limpiar la mesa y traer té, todo con las cortinas cerradas y el mayor silencio posible por las cinco mujeres cuyas cabezas estaban a punto de explotar.
– ¡Nunca más! – dijo Keira.
– Dices eso todo el tiempo – le comentó Josephine y se levantó primero para buscar agua y lavarse la cara.
Elena se levantó y la siguió, necesitaban descansar de la fiesta que tuvieron la noche anterior y pasado el mediodía todavía estaban recostadas.
– Hace una década podía estar despierta toda la noche y seguir la fiesta la noche siguiente – se lamentó Lexie y suspiró – ¿a dónde se fue mi juventud?
– Al mismo luga
