Capítulo 2

519 Words
HARDY 4 años atrás... La sangre cubre su rostro, como un fino velo de muerte que atrapa hasta su último suspiro. Sus rizos alborotados están salpicados del líquido carmesí y sus ojos llorosos no hacen más que suplicar por un poco de ayuda. Me duele el corazón aún más que las heridas que se reparten por mi cuerpo. No puedo perderlas, no puedo perder lo único bonito que tengo en la vida. Porque si mueren ellas, moriré yo. —Cariño. —Su voz suplicante, adolorida y apenada intenta hacerme reaccionar—. Necesito que me hagas caso. Asiento desorientado. Un sonido muy agudo sigue retumbando en mi cabeza, pero logro apagarlo lo suficiente para escucharla. —Sálvala a ella. Abro mucho los ojos, incrédulo. Me niego a tener que elegir entre ambas, no podría perdonármelo jamás. Tengo que salvarlas a las dos, tenemos que salir de aquí. —Te quiero. —No te despidas, por favor. —Las lágrimas amenazan mi calma y la culpa no hace más que aumentar—. No puedo perderte, mamá. No puedo. Una sonrisa cargada de emoción se dibuja en sus labios y los sentimientos comienzan a bañar sus mejillas. —Hardy, necesito que seas fuerte. Saca a tu hermana y busca ayuda. Niego frenético. No puedo creer que esto esté pasando. —No, mamá. Voy a salvarlas a las dos. Algo me grita que la bese, que le diga lo mucho que la quiero y me despida. Sin embargo, me niego a hacerlo. Sé que puedo sacarlas de aquí, tengo que hacerlo. El olor a gasolina se vuelve cada vez más intenso. Así que, me pongo manos a la obra. —¡Valentina! ¿Me oyes? No hay respuesta. La desesperación ha comenzado a tomar las riendas de la situación. Sin pensarlo demasiado, desabrocho el cinturón y mi cuerpo cae en peso muerto. El golpe contra el asfalto logra que algunos fragmentos de los cristales rotos se incrusten en mi piel, en las heridas ya abiertas. Me arrastro como puedo hasta la parte trasera. Tras comprobar que sigue respirando, nos saco del infernal coche que ha comenzado a arder. Haciendo caso omiso al dolor que experimento, cargo con ella hasta ponerla a salvo. Su pequeño cuerpo herido no responde cuando trato de hacerla reaccionar, pero su respiración, aunque débil, me tranquiliza en cierta medida. La dejo sobre el césped y corro hacia el vehículo accidentado, donde mi madre se muere poco a poco. El fuego sigue extendiéndose. Sus ojos me miran llorosos mientras sus labios esbozan una sonrisa que no logro comprender. La gasolina abraza la chispa de fuego que cae sobre ella y las llamas se comen el coche en cuestión de segundos. El oxígeno se escapa de mis pulmones y el corazón deja de latir. Acelero mi marcha, mis pies se mueven casi por instinto, a pesar de saber que no llegaré a tiempo. Tengo que llegar hasta ella, necesito sacarla de ahí. No puedo perderla, no estoy preparado. —Les quiero. —Leo en sus labios, antes de que la onda expansiva de la explosión me golpee con fuerza.
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