Mi reloj ya marca las 4:40 AM, y estoy tan nerviosa como esa vez que me toco ir a la primera entrevista de Bryrne Holdings Co. o mejor, como el primer día de trabajo con Aidan Bryrne. Pero mi plan era el siguiente, esperaría a que se hicieran las 4:45 AM y rogaría al Todopoderoso para que el señor Julio me llamase como siempre.
No sé si Aidan considere borrar mi historial de buena trabajadora por cinco años y despedirme por no hacerle caso. He visto a gente ser despedida por él por tonterías, así que no tengo ni idea de si mis sacrificios hayan valido la pena o no. Tampoco quise llamarle, porque al cuervo no se le llamaba nunca, y tampoco al señor Julio para cuestionar que si le habían dado la orden de buscarme.
Quería parecer calmada, no desesperada. Esa había sido mi clave siempre para ganarme mi puesto de trabajo. La calma y una sonrisa imborrable, esos eran mis grandes atributos. Pero estoy muy nerviosa, tanto que ni pude hacer café esta mañana. Solo me preocupe por vestirme como le gustaba al cuervo.
A continuación algo muy curioso del cuervo. De seguro al decir eso de “vestirme para seducir a mi jefe” se pensará que una falda alta ceñida a mi trasero, y una blusa con escote será el outffit perfecto. Pues error. El cuervo odiaba, odiaba los vestidos y faldas ceñidos; fue claro conmigo, no quería que usara ninguna de esas prendas. Sí pantalones y trajes, nada de escotes o ropas ceñidas. Que en su piso no trabajaban mujeres y que no quería que desentonase del mar de pantalones del lugar.
Sí, así es, soy la única mujer trabajando en su piso. Aunque no sea la única mujer trabajando en Bryrne Holdings Co. lo soy bajo las órdenes de ese piso. Lo cual podrá darse para todo tipo de teorías. Eso de yo ser mujer y llevar cinco años trabajando con él no le ha pasado por desapercibido para nadie.
Algunos dicen que está enamorado de mí, otros dicen que yo me acuesto con él, otros más dicen que es un misógino de primera categoría y otros tantos que es gay. Yo he analizado cada una de esas posibilidades a lo largo de los años.
Lo de que está enamorado de mí, imposible, me tolera pero no se me queda mirando a escondidas, ni se preocupa por mí cuando mis dolores menstruales atacan y mi cara no lo oculta. Una vez casi menciono lo de la menstruación y casi me saca a patadas de la oficina. Eso demostraba que era un imbécil inconsiderado, pero eso ya lo sabía.
Lo de que me acostaba con él, tampoco. Que yo tuviese que entrar en su habitación a peinarlo y colocarle la corbata era un secreto entre los tres empleados de la casa y yo. Y si bien estaba aterrada de que se tratase de un pervertido que quería abusar de mí, para nada, realmente le coloco la corbata y lo peino. No hace comentarios sucios, nunca lo he captado viendo a mis senos o mi trasero, nunca me ha tocado. Puede que al inicio note algo de nervios con respecto a mi presencia. En ese entonces me preguntaba por qué me pedía esas cosas tan raras, pero al irlo superando, llegue a la conclusión de que era un inútil que no sabía hacerse un tonto nudo, ni se preocupaba en aprender. Cosas de ricos.
Lo de que odiaba a las mujeres por misoginia, lo creí por otros tantos años. Su comportamiento con las mujeres en reuniones sociales era distante y arisco. Pero al mismo tiempo también lo puede ser así con cualquiera cuando esté de malas. Y me tenía a mí ¿no? No lo sabía, no sabía que tenía en su cabeza. Era una de esas teorías con signo de interrogación.
Y la teoría de que era gay. Era otra de esas teorías con signo de interrogación. Porque tampoco le veía interesado en hombres. Si el cuervo tenía atracción s****l hacia algo diría que era hacia su escritorio de trabajo y su computadora. Pero pudiese que sí fuese gay y no tuviese tiempo de citas, o que si fuese gay y no lo aceptase. Había tantas variantes.
Salgo de mis pensamientos y puedo ver que ya son las 4:50 AM… el señor Julio no vino. Decepcionada me quiero quitar la chaqueta gris que tenía puesta. Mi conjuntos fallido para reconquistar a mi jefe era un pantalón n***o alto, un suéter cuello tortuga n***o, bailarinas negras y la chaqueta que me estoy quitando. Mejor dormía un poco antes de ir a la empresa a llorarles a los de Recursos Humanos.
No obstante, mi celular suena con un aviso de que el señor Julio está afuera. La emoción me invade, y tomo con rapidez mi cartera y maletín. Salgo del edificio y me subo al auto, en donde me recibe este con su taza hacia mí.
—¿Y el café de la mañana Elle? – dice decepcionado.
—Lo siento, no pude hacerlo. Anoche nació mi sobrina e imagina – respondo colocándome el cinturón de seguridad.
—¡Felicidades! – me dice arrancando – ¿cómo le pusieron?
—Caroline – sonrió.
—Lindo nombre, todavía recuerdo cuando mi nieto nació – él ríe. Y yo quiero sacarle información.
—Julio… ¿el señor Bryrne comento algo de mí ayer en la noche? – pregunto con tacto.
—¿De ti? Nada. Como no bajaste con él supuse que tendrías algún lugar a donde ir como la noche anterior – me comenta con normalidad.
Puedo respirar con algo de tranquilidad, pero no mucha, sea lo que sea me dirá lo hará a solas en su habitación.
….
Estas 6:20 AM no son iguales que las 6:20 AM de ayer. Por lo que estar aquí parada a la espera de que se hagan las 6:30 es una tortura. El desayuno de Jacinto me cayó mal, no pude concentrarme en la correspondencia que me dio Ramón. Quiero salir de esto ya. Así que toco la puerta. Nada. Y entro para encontrarme al cuervo como ocurrió en mi sueño erótico con asfixia erótica.
Los pantalones y la camisa, esta vez blanca, abiertos. Me ve con algo de sorpresa pero se recompone con rapidez. Su semblante se torna serio.
—¿Qué haces aquí Fernández?
Adopto mi sonrisa estelar e ingreso, cierro la puerta y me dirijo al armario.
—Lo mismo de todas las mañanas señor – esta vez selecciono una corbata verde esmeralda, salgo a enfrentarle – estar a sus servicios, como siempre lo estaré.
Agrego mi sonrisa automática pero esta tambalea un poco al ver que el cuervo no se había molestado en cerrarse la camisa. Tampoco el pantalón, solo me veía con curiosidad.
—Adelante entonces Fernández ─ me pide en una sonrisa mala.
—Las corbatas se colocan con las prendas cerradas señor.
—¿Qué esperas para brindarme tus servicios para ese propósito entonces?
Nervios. Los nervios me invaden, esto no se siente bien. Puede que le coloque la corbata, lo peine pero cerrarle la camisa y el pantalón se siente demasiado íntimo. Dudo por unos segundos pero necesito el dinero, es solo otra de sus tantas tretas para hacerme renunciar.
Por lo que adapto mi sonrisa de vendedora y voy a realizar la tarea asignada. Clave, no mirarle a los ojos. Tú puedes Elle. Inicio con una distancia prudente de asistente de tienda a abotonar su camisa, sin percatarme de su abdomen y de lo bien que huele. Trato de hacerlo rápido pero si lo hago rápido mis manos mostraran el temblor que escondo. Entonces voy a paso medio.
Al finalizar, me desinflo un poco, pero recuerdo que tiene los pantalones abiertos. Tomo el acoplo de paciencia necesario, y estoy dispuesta a cerrar la pretina pero Aidan retrocede un paso. Cerrando él mismo el pantalón. Puedo respirar.
—Me alegra que haya aprendido a cerrarse los pantalones usted solo señor.
Le sonrió viéndole a los ojos pero eso fue un error, porque me ve con vulnerabilidad, solo por un par de segundos para después adoptar la expresión de malvado tan conocida por mí.
—A mí no me alegra que no sepas respetar los horarios. 6:30 AM ─ me asegura de mala gana.
Ayer me recrimino que entrase 5 minutos después y me invito a entrar antes de la hora. Este hombre… otra sonrisa y procedo seguir con la corbata.
—¿Por qué verde? ─ me cuestiona con curiosidad. Curiosidad, está de buenas.
—Porque el verde es el color de la esperanza señor.
—¿La esperanza que tienes de que no te despida Fernández?
Cierro un poco mis ojos pero me controlo y finalizó el nudo. Él se sienta frente al espejo para que lo peine y yo prosigo a hacerlo.
—Sé que puede encontrar reprochable mi comportamiento de ayer, pero me gustaría que se colocase en mi lugar. Mi hermana estaba dando a luz con su pareja desaparecida y mi otro hermano, en guardia. Sabe que somos huérfanos de madre y padre señor ─ mientras lo peino soy suave y sincera con él. No sé si tenga corazón pero espero llegarle.
—Interpondrás tus razones personales al trabajo cuando desees e ignorarás mis órdenes entonces.
—En mi defensa fue de improviso señor, al igual que el parto de mi hermana. No le he fallado anteriormente ¿o si?
—No lo has hecho ─ me contesta como si le fastidiase mi eficiencia.
—Fue una circunstancia fuera de lo común ─ sigo explicando con él levantándose y yo colocándole la chaqueta ─ además… estaba cansada y mi corazón un tanto débil.
—¿Estás sufriendo de alguna arritmia? ─ es una burla, no es que se preocupe por mí.
—¿Cómo no sufrir de esas afecciones al ver sus hermosos ojos todos los días? ─ le digo en tono risueño viéndole y él me da otra de sus muecas de desagrado sonriente.
—Mujer divertida.
Y se marcha de la habitación, conmigo colocándome una mano en el corazón que late a millón, por los 86866 sustos que me dio en las últimas horas este hombre.