Apenas amanecía y la alarma del reloj de la mesita de noche de Eithan lo despertó con un gran estruendo, torció sus ojos medio dormido, estiro su mano y de un solo golpe la apagó.
“Uff, estoy hecho mierda” Murmuró, se sentía cansado, la falta de sueño en sus condiciones era algo fatal, después de unos tres minutos de darle vueltas a la cama, se levantó y se fue directo al baño, tomo una ducha de agua fría, el agua apenas recorría su fornido pecho, atravesando la cicatriz que le recordaba aquel trasplante de corazón.
Sí, ¡Era afortunado de estar vivo! Pero muchas veces deseaba que ese donante no hubiera aparecido jamás.
Con la toalla envuelta en su cintura, su cabello despeinado, y más sexy que el mismísimo Dios griego, tomó su telefono, por una extraña razón al ver la lista de sus contactos se encontró con el número de Carolina, y sin más preámbulo, decidido le envió un mensaje.
“No olvide que es mi nueva asistente, llegue temprano por favor” ¡Enviado!
Tiró su telefono sobre su cama, y se secó, pasó su toalla por su cuerpo, mientras lo hacía, imaginó que eran las manos de ella las que recorrían sus muslos y no pudo evitar que la piel se le erizará, aunque la noche anterior había descargado todos sus deseos sobre Layla, estaba ardiendo por tener un orgasmo real, de esos que hacen sentir como los huesos se congelan, mientras la pelvis se descompone. Apenas emitió un leve gemido, pues la sangre estaba concentrándose entre su entrepierna.
“¡No! ¡Ahora no lo haré!” Se dijo a si mismo, cuando vio cómo su cuerpo no se resistió al deseo de pensar en Carolina, estaba tan listo para la acción, que tuvo que volver al baño por agua fría, si tocaba un poco más su m*****o, esa mañana sucumbiría ante el cansancio.
Sin embargo, el agua fría no logró apaciguar sus deseos, pues en su cabeza estaba creando la loca obsesión de estar junto a ella, como si toda la vida le hubiera pertenecido.
Se arregló con su mejor traje, peino su cabello y se perfumó todo el cuerpo, bajó hasta su sala de estar y no vio a nadie.
Solamente la empleada de servicio estaba arreglando el desorden de la noche anterior.
—No deberías hacer eso Greis
La mujer dio un sobresalto y se giró para verlo
—¡Señor! Me asusto, si no lo hago yo ¿Quién más lo hará?
—Pues los que asistieron a la fiesta anoche, ¡Que puto desorden!
Greis lo miró sonriente
—Señor, de los que estuvieron anoche, ya no hay nadie, ninguno, todos se fueron, incluyendo su novia, la señorita Layla se fue anoche con su hermano Samuel, y sus padres ya se fueron para el aeropuerto, le dejaron el mensaje que después se comunican con usted, no quisieron despertarlo.
Eithan sintió como un escalofrío recorría su cuerpo, ¿Su novia con Samuel? ¡Que extraño!
—Gracias Greis —Se acercó a la cocina y tomó una manzana, se la acabó en dos mordiscos y se fue para la oficina, así era su vida, una completa rutina sin reparo.
Mientras tanto, Carolina, no podía creer lo que sus ojos estaban viendo, el mensaje con el que se levantó esa mañana la tenía confundida, esa noche tampoco concilio el sueño, pues la imagen de Alejandro y de su hijo no nacido, estuvo en su cabeza.
—Hija, buenos días, te traje café—Gloria se asomó a su habitación sacándola de sus pensamientos.
—Mamá, te tengo una buena noticia
La mujer la miró y le sonrió —¿Ah sí? Dime que ya estás feliz, eso sí que me arreglaría el día
—Ya quisiera mamá, pero quiero decirte que he conseguido un nuevo empleo como asistente de un CEO en una farmacéutica
Gloria dejó la taza sobre la mesilla de noche y a dos manos se tapó la boca por la sorpresa.
—¿De verdad mi amor? Dime que no me estás diciendo mentiras
Carolina bajó su cabeza avergonzada por la forma en la que obtuvo el trabajo, y negó
—No son mentiras mamá, pero si me va muy bien, no quiero que trabajes más en esa cafetería, te esfuerzas mucho y el p**o no es suficiente.
—Hija, pero tengo que hacerlo—Gloria se sintió apenada por hablarle a su hija —Porque si tú no trabajas, a mi me toca cubrir todo.
A Carolina se le atoró un nudo en la garganta y abrazó a su madre.
—Perdóname mamita, no hay mujer más imbécil en este mundo que yo, cuando regresé a casa después de la muerte de Alejandro, lo único que te he traído son problemas, perdóname.
—Hija, yo te amo por sobre cualquier cosa y te entiendo, más bien, tómate el café y alístate, ¿A que horas entras al trabajo?
La pregunta provocó en Carolina una abrupta reacción, entraba a las 9 de la mañana y eran las 8:30.
—¡Mamá! Por Dios, en media hora —Carolina dio un salto de la cama y fue hasta su armario a buscar ropa
—¡Hija debes ducharte!
—No alcanzo mamá, en la ducha me tardo de diez a quince minutos, igual nadie va a olerme si huelo bien o no, ¿Tienes para que me prestes para tomar un taxi?
Gloria suspiró resignada y sacó unos billetes de su bolsillo, Carolina se los recibió y le dio un beso en la mejilla.
—¡Gracias, mamá! Te los pagaré —Carolina siguió corriendo, a duras penas alcanzó a peinar su cabello y cepillar sus dientes, en el taxi, apenas se aplicó una pizca suave de maquillaje, no le interesaba impresionar a nadie.
Al llegar a Farmacéuticas Sullivan, la felicidad se apoderó de ella ¿Qué importaba cómo había conseguido el trabajo? Allí estaba frente a la fuente de su nuevo bienestar. Por fortuna para ella, todos sus datos ya estaban registrados en la recepción, una mujer la guio hasta su pequeña oficina, y aunque no era para lo que ella había estudiado, se sintió encantada.
El pequeño refugio solamente tenía un escritorio de madera, una laptop moderna y un telefono, claro, detrás de ella una montaña de documentos listos para comenzar a ser gestionados.
Carolina encendió el computador, una asistente virtual le dio la bienvenida, y comenzó a guiarla en sus funciones.
“Que moderno” Pensó.
Estaba tan concentrada en lo que tenía que hacer, que olvidó algo muy importante, su jefe ni siquiera sabía que ya había llegado.
Eithan, por su parte estaba sentado en su lujoso sillón, con su teléfono en la mano y con los pelos de punta, pensando que aquella mujer por la que él había arriesgado todo, no llegó a ocupar su puesto, en seguida se puso de mal humor.
Levantó la bocina de su telefono y condenó a Iris, la mujer de recursos humanos.
—¡Buenos días, señor Sullivan!
—¿Qué tienen de buenos? Necesito una asistente
—Señor, ya hay alguien ocupando ese lugar
Eithan simplemente suspiró con las esperanzas perdidas por que fuera Carolina.
—Entonces si ya hay alguien ocupando su lugar, dígale que envíe el primer informe del día, tiene un retraso de cinco minutos la entrega, ¿Entendió?
—Claro señor, y le he dicho cientos de veces que por favor no me grite, ¡No tiene que gritar! —desesperada, Iris colgó el telefono y le avisó a Carolina, aunque ella no sabía lo rígido que era su jefe por fortuna ya había acabado el primer informe como la asistente virtual la iba guiando.
Atendiendo la orden de Iris, abrió su correo y le envió a su jefe lo solicitado.
Eithan, frunció el ceño al darse cuenta de que llegaba su pedido.
Mail to: asistentegerencia@mail.com
Sin pensarlo más y tratando de ocupar su mente dispersa, empezó a leerlo, estaba perfecto, solo fue al final, que pasó lo que se temía, ¡Un error de redacción! Levantó la bocina enojado de nuevo y llamó a Iris.
—¡Iris! Dígale a la asistente que tiene dos minutos para llegar a mi oficina, si no llega en ese tiempo queda despedida en su primer día no me importa pagar la indemnización necesaria.
—Señor ¿Pasó algo?
—¡Haga lo que le pido! —Iris le botó el telefono y maldijo para sus adentros de no ser por el excelente salario, hacía mucho tiempo había abandonado la farmacéutica.
Carolina seguía en su capacitación cuando entró la llamada de Iris, sin más levantó el telefono y al otro lado la voz de la angustiada mujer la saco de contexto.
—Carolina tienes dos minutos para ir a la oficina del CEO
—¿Cómo? Dos minutos —¡Que exageración pensó! —Ya voy
No preguntó nada más, se organizó y sabiendo todavía que Eithan era su jefe, solamente arregló un poco su cabello, puso un poco de brillo en sus labios y se fue hacia su oficina, tardó ocho minutos, el hombre estaba iracundo, detrás de su silla, con el corazón desbordando.
Tenía tanto enojo que prefirió girar su silla hacia la ventana para evitar que su asistente le viera la cara.
—Buenos días, señor, ¿Me mandó a llamar? —Soltó Carolina, Eithan estaba tan desconcertado que no reconoció su voz a la primera.
—¡Ocho minutos! ¿En serio? Cuando solamente ordene dos, dándole 30 segundos de más para que llegara a mi oficina.
—Pe…
—Pero nada, esta despedida. —Eithan seguía sin girarse
—Pero señor Sullivan ¿Qué le pasa? Llevo dos horas trabajando en su empresa y ya me despidió, era preferible que jamás me hubiera contratado—Carolina se giró para irse indignada, apretó sus puños, mientras sentía como la sangre hervía por sus mejillas.
Cuando Eithan reconoció su voz, quiso desfallecer, se giró rápidamente y la llamó de nuevo.
—¡Carolina, espera!
Ella estaba a punto de cruzar el umbral de la puerta, una lágrima estaba rodando ya por su mejilla, cuando se volteó hacia él de nuevo, la estaba viendo de arriba abajo, reconociéndole otra vez.
—Perdóname, no sabía que eras tú mi asistente
Carolina hizo un mohín y dejo escapar una lagrima
—¡¿Cómo que no sabía?! Si usted mismo me mando a llamar esta mañana.
El rostro de Eithan se suavizó y empezó a acercarse lentamente.
—Pensé que no habías ocupado el puesto
—¡Claro que sí! Dígame ¿Por qué llamó tan enojado? ¿Qué pasa?
Eithan sintió algo de vergüenza por la estupidez que tenía para decir.
—Es que hizo falta un signo de puntuación en la conclusión del informe, más exactamente una coma.
—¿Qué? Una simple coma está provocando todo esto —Carolina se cruzó de brazos y sintió cómo le dolía la cabeza producto del estrés.
—Sí, es algo insignificante, discúlpame, ayer fue mi cumpleaños y no tuve un buen día —Eithan le soltó avergonzando.
—¿Ayer era su cumpleaños?
—Sí
—¿Por qué no me dijo?
—¿Tendría que decírtelo?
—Lamento tanto que no haya tenido un buen cumpleaños, voy a revisar el informe, claro, si no estoy despedida.
Carolina lo miró nostálgica, en el fondo, Eithan era un pan de dulce que hasta ella se quisiera comer, pero el hombre estaba tan lejos de sus posibilidades, que lo único que podía hacer era mirarlo desde lejos mientras soportaba sus pataletas.
—No, no está despedida ¿Cómo está su rodilla?
—Mucho mejor señor, pero bueno, tengo que regresar al trabajo, mi jefe es algo gruñón —Ella sonrió, Eithan poco sonreía, pero ella le hizo esbozar una mínima sonrisa con la comisura de sus labios.
—¡Ve a trabajar! No olvides la hora del almuerzo
—No señor, no lo haré
Eithan la miró, y enseguida le preguntó
—¿Almorzamos juntos? Bueno si no ha traído su almuerzo, o si no tiene más opciones.
—No, no tengo ni para el almuerzo señor
—Yo invito
Ella sonrió avergonzada, pero pasar hambre no era negocio, así que simplemente asintió con su cabeza y retorno a su oficina, apenas salió y cerró la puerta a sus espaldas, volvió su alma al cuerpo, ese hombre por poco la deja sin trabajo.