Sin más, los dos salieron y se fueron hacia el cementerio, Carolina, apenas atravesó el umbral de la puerta del lugar, sintió como un escalofrío recorrió todo su ser y de inmediato sus manos le comenzaron a sudar. Llegaron a la tumba de Alejandro, estaba abandonada, hacia mucho tiempo que nadie le llevaba flores, allí también yacía el cuerpo de su pequeño hijo no nacido, y eso le estremecía el corazón. Carolina no pudo evitar los deseos de llorar, pues el dolor que tenía represado en su pecho por la pérdida de sus amores, era inmenso, era un gran vacío que con nada en el mundo podía llenarlo, y allí estaba frente a lo que fue su eterna felicidad, deseando estar con ellos tarde o temprano, para seguir amándose. Alejandro sintió tanta nostalgia al verla allí, con sus ojitos encharcados