Carolina salió de la oficina de Eithan, a pesar de que pasó de un instante a otro del infierno al cielo, su sonrisa no se la borraba nadie, apenas sus dientes iluminaban el lugar, ni siquiera le importaba estar vestida de esa manera, o que esa mañana había omitido darse una ducha, solamente pensaba en que se llegara la hora del almuerzo para poder compartir con el enigmático Eithan. Él, clavó sus ojos en la pantalla de su laptop, había muchos pendientes, cada vez que Carolina se alejaba, su actitud era diferente, no dejaba de pensar de una forma calculadora. Sin embargo, su mañana fue interrumpida por alguien que no esperaba y que también sembró una duda la noche anterior. La puerta se abrió de improviso sacándolo de su concentración —¡Mi amor! —Layla llegó dando brinquitos y con una