CAPÍTULO VIII-2

1116 Words

La hizo entrar en el templo, más allá de las dos horribles imágenes que guardaban la entrada y que, según los tibetanos, ahuyentaban a los malos espíritus, impidiendo que distrajesen a los monjes de sus meditaciones. El interior era callado, tranquilo y sólo las parpadeantes lámparas de manteca permitían ver el rostro dulce y meditativo del Buda metido en un nicho de oro incrustado con piedras preciosas, pero Alec llevó a Vivian ante otra imagen. —Representa al «Buda que ha de venir»— le explicó—, el próximo maestro que nacerá entre los hombres. Todo buen budista ora pidiendo su pronta llegada, para que traiga la paz a todos. Vivian levantó la vista hacia la estatua que se erguía frente a ellos y lanzó una exclamación de sorpresa. En lugar de estar sentado con las piernas cruzadas al es

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