Una o dos veces, durante la noche, el profesor pidió agua con voz débil y Vivian se apresuró a dársela. Por lo demás, las largas horas pasaron sin ninguna novedad. Vivian no se sintió muy cansada durante la larga vigilia. Incluso habría querido transmitirle a su padre algo de su energía y de su vitalidad para no ver cómo se iba agotando lenta e inexorablemente. A lo largo de la noche, Alec entró en la habitación varias veces para ver al enfermo. No habló con Vivian, pero apoyó la mano en su hombro y ella se limitó a dirigirle una mirada llena de gratitud. Por la mañana, el superior fue también a visitar al enfermo. Le dio la bendición y dejó a su lado una imagen pequeña, tallada exquisitamente, de la diosa de la salud. A media mañana, Alec insistió en que Vivian se fuera a descansar un
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