DAMARIS
La brillante luz del sol me despierta de mi profundo sueño de anoche. De repente, todo me golpea en la cabeza al volver el recuerdo de anoche.
no puedo creer que acabo de hacer eso con alguien que apenas conozco.
Pero fue increíble.
¿Qué hora es? Me giro y miro un reloj cercano. Las siete y media. Me encuentro sola en la cama.
La puerta del cuarto de baño se abre y le veo con todo su esplendor de pie mientras sale de la ducha con el pelo mojado.
—Buenos días, cariño—, me dice mientras me sonríe. Una sonrisa decente para ser exactos.
—Sí, buenos días—, le contesto, todavía un poco avergonzada.
—¿A qué hora vamos a recoger a Aarón?
—En tres horas.
Eso significa que tengo que prepararme lo antes posible, aún no hemos comido.
Mientras sigo planeando cómo voy a hacer para hoy, le oigo aclararse la garganta.
Entonces se acerca a mí.
—Pero antes de eso, me merezco un beso, ¿no? — Presiona sus labios contra los míos. Lo aparto antes de que acabemos haciéndolo otra vez.
—Vale, me daré una ducha.
—
Ahora vamos de camino a casa de Elisa. Durante el trayecto no paramos de hablar y de escuchar canciones en italiano que no sé de qué tratan.
Parece mentira que estemos en Italia. Quiero decir, yo estaba en Londres hace unos días, y casualmente estaba allí mientras me estaban recogiendo.
Tras una media hora de trayecto, llegamos frente a una cómoda casa de dos plantas.
La fachada está pintada de azul claro y el tejado es de color azul. El patio delantero está decorado con muchas flores y se ven algunos árboles frutales. Parece un lugar cálido y cómodo para vivir.
Los dos salimos del coche y llamamos al timbre de la entrada.
Estoy un poco nerviosa porque es la primera vez que conozco oficialmente a Aarón como su madrastra. Parece que le he caído bien desde que nos conocimos, pero ¿me aceptará bien?
Al poco rato, Elisa abre la puerta. Lleva un vestido informal de una sola pieza de color amarillo pálido.
—Oh, hola Samuel, y Damaris, por favor, pasen.
Entramos en la casa y encontramos a Aarón con una niña rubia, están jugando juntos mientras tienen una pequeña charla infantil.
—Hola, Aarón, ¿listo para volver a casa? — Nota la voz de Samuel y gira la cabeza para verle.
—¡Papá! — Corre para acercarse a Samuel y a mí. Sus pequeñas manos abrazan las piernas de Samuel y lo envuelve con fuerza.
—¿Quieres darle un abrazo a mamá? — Me señala con el dedo.
Aarón me echa un vistazo e inmediatamente se mueve para abrazarme las piernas.
—Mamá. Bienvenida.
No voy a mentir, casi me quedo sin aliento ante su actitud.
Es tan adorable.
Siento una cálida sensación en mi interior.
Oírle llamarme mamá es una experiencia totalmente nueva y creo que me está gustando.
—Vamos a casa, despídete de Camelia—, dice Samuel mientras separa suavemente a Aarón de mí.
Así que esa niña se llama Camelia.
—Bye, Bye Lía— al parecer, Aarón ya tiene un apodo para esa damita.
Después de eso, todos subimos al coche y volvemos a la mansión Carson.
Es la segunda vez que entro aquí, pero todavía no puedo creer lo lujoso y asombroso que es este lugar.
Cada rincón está pintado de color crema con algún acento marrón. Los suelos están perfectamente alfombrados de color marrón carmesí y hay muchos cuadros y estatuas únicas por todas partes. Parece que este tipo es un artista en cierto modo.
Hay un total de veintiséis habitaciones en esta casa, excluyendo el sótano y el garaje.
4 habitaciones se utilizan para las criadas, hay dos habitaciones de invitados y dos habitaciones libres. Hay un salón, un comedor privado, un comedor formal, una sala de estar y dos cocinas independientes.
Hay algunas habitaciones únicas como la biblioteca, la sala de teatro, un salón, un bar y su despacho. Cada habitación tiene su propio cuarto de baño, y no se incluyen en el recuento de veintiséis habitaciones.
Siento que podría perderme viviendo aquí.
—
—¿Quieres comer aquí o fuera? — Me pregunta. —Mamá, quiero comer fuera—, me mira con esos ojos de cachorrito que tiene.
¿Cómo puedo resistirme a sus ojos?
—Bien, comeremos fuera—, suspiro. Se alegra y Samuel se queda sonriendo.
No ha pasado ni una hora desde que estoy aquí y ya estamos saliendo fuera otra vez.
Llegamos a un clásico restaurante con jardín que tiene opción para niños. Pedimos algunas cosas y cuando llegan disfrutamos de la comida.
La verdad es que es la primera vez que como así, y también es la primera vez que como con alguien en familia.
La verdad es que sienta bien tener a alguien con quien compartir la comida.
Miro a Aarón, que está comiendo unos fetuccini y se mancha la boca de salsa.
Al principio, cojo una servilleta y le limpio la boca con ella.
—Ahora come como un niño grande—, le digo burlonamente.
Me devuelve una sonrisa adorable.
Creo que voy a disfrutar de mi vida a partir de ahora.