LA BODA INFERNAL

1925 Words
ELLE HARRISON Estaba de pie en el altar, mirando fijamente los zapatos de mi futuro marido, cuando respondí a la pregunta de los sacerdotes con un —Sí, quiero. A través del velo, pude ver su hermoso rostro apedreado con su habitual expresión fría mientras repetía las palabras. —Sí, quiero. —Os anuncio, marido y mujer, ahora podéis besar a la novia. Me lo esperaba mientras todos aplaudían con entusiasmo. Dio un paso adelante y mi corazón empezó a palpitar en mi pecho. ¡Oh, Dios! Será mi primer beso. No quiero que lo estropee, por favor. Esperé, pero no pasó nada. Lentamente, conseguí levantar la vista hacia él para ver sus ojos fijos en algo que había detrás de mí y sus puños apretándose con rabia. Había olvidado lo mucho que desprecia mi cara y mucho más mi tacto. Odiaba verse obligado a hacerlo. Esperaba que se diera la vuelta y me dejara aquí, que afrontara la vergüenza, pero tenía otras intenciones. Coloca las palmas de las manos en mis mejillas, sus dedos helados tocan mi cara ardiente y un escalofrío recorre mi espina dorsal. Su rostro empieza a acercarse a mí y el sonido de los aplausos resuena en mis oídos. Empecé a morderme el labio con ansiedad y su fría mirada se posó en ellos. Aparecieron arrugas en su frente y la expresión fría como una piedra se volvió más fría si cabe. Me aquieté al ver su expresión y mis manos empezaron a temblar. ¡Oh, Dios! Por favor, ¡acaba de una vez! Su aliento se detuvo en mi oreja y mis manos se posaron en su pecho para apoyarse. La dureza de su pecho tonificado empeoró mi situación y pude sentir cómo me ardían las mejillas. Su sutil barba me produjo un hormigueo y contuve la respiración mientras hablaba. —Deja de temblar como una puta desesperada, es solo un beso, no como si no hubieras besado antes. ¡No lo he hecho, maldita sea! Pero no podía decirle esto. Sus palabras eran tan crudas y ásperas que hicieron que mis piernas temblaran de anticipación. Cerré los ojos dispuesta a perder mi primer beso cuando él hizo algo completamente inesperado. Un calor repentino se extendió por mi mejilla, justo cerca de mis labios, y luego desapareció tan rápido como llegó. Se oyeron aplausos y le miré estupefacta. Miró a la multitud dando las gracias a todos. ¿Eso es todo? Este simple acto suyo hizo que me sintiera involuntariamente atraída hacia él. Tuvo la oportunidad de besarme, pero respetó mis miedos y no me besó. Mi primera creencia de que tenía un carácter flojo se hizo añicos en ese momento. Aunque fuera un Casanova, su moral no era relajada. Pero, ¿y si lo hacía porque le repugnaba mi tacto? ¿La idea de besar a alguien como yo le repugnaba? Tratando de ignorar los pensamientos negativos, doy a los invitados una sonrisa falsa y continúo con las celebraciones. Las celebraciones de la boda avanzaban y ahora era el momento de nuestro baile. Para sorpresa de todos, mi querido marido estaba ocupado con una llamada telefónica ignorando los repetidos anuncios que preguntaban por su nombre. Rose estaba a mi lado mientras mis ojos le buscaban por todas partes. —Supongo que tu querido marido ya te está evitando, no me extraña que te haya dejado aquí sola. —Rose por favor estoy no… Mis palabras fueron interrumpidas cuando el anfitrión me pidió que fuera a llamar a Ashton para el baile que nos esperaba. Asentí y salí a buscarlo. * TERCERA PERSONA —¡No toleraré este tipo de negligencia por parte de mi personal John! ¡Te dije de antemano que verificaras físicamente las existencias antes de dar tu confirmación final! ¡Ahora dices que todo el envío ha sido rechazado! —No, necesito el nombre de la persona culpable. No hay excusas que valgan, John. Ponte en contacto conmigo cuando tengas el nombre o considérate despedido. Ella se quedó detrás de él debatiéndose entre interrumpir o no, su importantísima conversación. Su espalda parecía tensa cuando terminó la llamada y se guardó el teléfono en el bolsillo. Pasando la mano por sus espesos mechones, los desordena y se afloja el nudo de la corbata. Se da la vuelta para marcharse cuando su mirada furiosa se cruza con la mía y la irritación recorre sus ojos —¿Qué? ¿Por qué estás aquí? —Ellos... quiero decir... nosotros vamos a bailar. Su teléfono vuelve a sonar en su bolsillo y lo saca para abrir un nuevo mensaje. Sus ojos estaban fijos en la pantalla mientras los de ella se fijaban en sus rasgos afilados, admirándolos mientras eran iluminados por la luz de su teléfono. —¿Eh... qué?— Preguntó levantando la vista hacia ella. —Bailar. Tenemos que bailar en el escenario. —¡Olvídate de esta mierda! ¡Me voy a casa ya! Él pasó por delante de ella y ella miró sorprendida su espalda en retirada. ¿No era necesario atender a todos los invitados, bailar y cortar la tarta? —¿Quieres venir o no?— Preguntó haciéndola salir de sus pensamientos y seguirle ciegamente. Ella se despidió de su padre y se apresuró a salir de la función. Él la esperaba en su lujoso coche, absorto en su teléfono. En cuanto ella cerró la puerta, él arrancó el motor. Pasaron unos minutos y ella se encontró adormilada, escuchando sus conversaciones de negocios. —¡Eh! ¡Despierta y sal!— Dijo sacudiéndola para despertarla mientras ella miraba a su alrededor, confundida, todavía aturdida por el sueño. —¿Eh? —¡He dicho que salgas! ¡Necesito ir a algún sitio! —Pero, donde deberías... —¡Elle, no tengo tiempo! ¡Solo sal y entra a la casa! Volveré en unas horas. No estaba de humor para hablar con ella, y mucho menos para negociar. Asintiendo con la cabeza se giró para mirar por la ventana y ver una gran casa más bien castillo que le daba la bienvenida. Tenía grandes ventanales de cristal y todo gritaba riqueza. Sacó su vestido largo del coche y cerró la puerta de un golpe. En cuestión de segundos el coche rugió a la vida y tan pronto como el coche se movió sintió un tirón en las piernas. —¡Mierda! ¡Mierda!— Gritó al ver que el largo de su bata seguía atrapado en la puerta del coche. Antes de que pudiera golpear el coche para que se detuviera, se oyó un desgarro y vio que su vestido se hacía pedazos. El vestido, más largo que el suelo, ya no le llegaba ni a la rodilla y se encontró temblando por el frío viento que corría a su alrededor. Su coche se fue rugiendo y ella se quedó atrás mirando su espalda en retirada. —¡Genial! ¡Menudo comienzo!— Susurra y decide seguir el camino de piedra que lleva hacia la entrada. La mayoría de las luces estaban apagadas y dudaba que hubiera alguien dentro. Toca el timbre, temblando de frío. Esperando que la persona abriera rápido. Pero, para su consternación, incluso después de tocar el timbre durante diez minutos, nadie respondió. Dio un pisotón de frustración e intentó asomarse por las ventanas, pero estaban demasiado altas para ella. La propiedad se extendía a lo largo de casi 20 hectáreas, pero no había ni un alma. Sacó el teléfono para llamar, pero solo le quedaba un 1% de batería. Decidió llamar a Ashton, pero sus dedos se detuvieron justo antes de pulsar el botón de llamada. Me regañará si lo molesto, ya estaba muy enfadado cuando se fue. Antes de que pudiera decidirse, el teléfono se apagó poniendo fin a su último recurso. No podía volver a casa, ¿qué dirán? Volvió el día que se fue. No, sus padres se avergonzarán. Los fríos vientos invernales le hacían temblar los labios y sentía que el cuerpo se le entumecía. Se coloca en la escalera, cerca de la puerta, se abraza las piernas y apoya la barbilla en las rodillas. Se frota los brazos y las piernas para generar calor y decide esperarle. 4 HORAS DESPUÉS Eran las 2 Los vientos eran cada vez más fuertes y parecía que se acercaba una tormenta. Todo su cuerpo temblaba y notaba como sus labios se pegaban por la sequedad y el frío. Levantó la vista para ver las gotas de lluvia que le daban la bienvenida y empeoraban su estado actual. La puerta de entrada tenía un pequeño techo y era el único refugio, su única escapatoria. Deslizándose contra la puerta, intenta meterse bajo el pequeño techo, pero aun así, el rebote de las gotas de lluvia toca sus piernas desnudas y hace que un escalofrío recorra su espina dorsal. —Por favor, por favor, vuelve rápido— Siguió suplicando, sin darse cuenta cuando a través de la furiosa tormenta sus párpados se sintieron pesados y cayó en un profundo sueño. * —¿Estás loca o qué? ¿Qué haces aquí? Él grita imponiéndose sobre ella. Ella abre sus ojos pesados para ver sus azules tormentosos, mirándola fijamente. —¿Eh? ¿Qué?— Preguntó aún no totalmente despierta de su sueño. Le dolía mucho la espalda y ya no sentía los brazos ni las piernas. —¿Qué haces aquí? ¿Por qué no entraste? —Yo no tenía las llaves, llamé y nadie abrió. Sus ojos bajaron para ver su estado. Sus labios rosados eran ahora azul violáceo y estaba temblando. Su vestido blanco, rasgado, dejando sus muslos y piernas desnudas. El vestido que le quedaba, estaba mojado y podía ver el contorno de su ropa interior. Gracias a Dios, nadie la había visto así: de lo contrario, habría sido la noticia de la semana. Tocó el timbre continuamente mientras golpeaba la puerta. Maldiciones salen de sus labios mientras nadie responde. —¡Podías haberme llamado, j***r! ¿Y si alguien te viera así? Ahora se te ven hasta las bragas y el sujetador. En cuanto se percata de sus palabras, baja las piernas y se lleva las manos al pecho. ¿Por qué no se había dado cuenta antes? ¡j***r, si lo ha visto todo y además así! —¡Quiero decir que mi teléfono estaba muerto! —¿Cómo puedes ser tan estúpida, niña tonta? Antes pensaba que eras fea, ¡ahora creo que eres incluso tonta! Ella se encogió ante sus palabras, pero no le dolió mucho porque ya estaba luchando por permanecer consciente. Sus ojos se cerraban solos. Sacó una llave de repuesto de su bolsillo y giró el pomo. Al entrar, miró hacia atrás y vio que ella no había movido ni un músculo. —¡Eh! Entra o ¿quieres morir ahí fuera? Ella no respondió, lo que le irritó aún más. Se dirigió hacia ella, iba a gritarle. —¿Te has vuelto sorda? Sus palabras se detuvieron cuando vio su cabeza apoyada en la barandilla, los ojos cerrados y la cara pálida. Se acercó a ella y la sacudió, pero seguía sin obtener respuesta. Acariciándole las mejillas, la llamó. —¡Eh, patito feo, despierta! Déjate de dramas. Como ella no respondió, movió la mano para tocarle la frente. Estaba ardiendo de fiebre. —¡Mierda! Maldiciones salieron de sus labios mientras la levantaba al estilo nupcial y se dirigía al interior. Era su primer día aquí y él ya podía decir que ella iba a ser un montón de problemas.
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