Encontrarla entre diez mil millones de personas, fue una especie de epifanía que no pensaba ignorar como el resto de las veces que nos separamos. Ella lucía tan hermosa como la primera vez que nos vimos en esa manga de Bradley, portando esa franela con el trébol en la parte delantera. En ese momento supe que Andrea White sería la mujer de mi vida, aun cuando ella me veía como el tipo más asqueroso de todo el bar. Ella estaba en la misma cafetería donde había decidido entrar a buscar un par de rosquillas para Alma. Ella amaba ese dulce y, por ser un día especial, quise regalarle algo azucarado. Fue cosa del destino vislumbrar la cabellera taheña de Andrea ondearse en el aire. Las ondulaciones de su cabello brillaban bajo las luces de la cafetería, mientras el sonido de su voz entraba como